La propuesta desafiante y visceral de los asturianos Balcanes se encargó de preparar el terreno de juego a base de un post punk afilado y ruidista y una buena dosis de pose, en el que por momentos no costaba reconocer la influencia de bandas como Suicide o los primeros Nine Inch Nails. Una vez el público pudo entrenar sus oídos para lo que venía, Margaret Chadiet hizo su aparición sobre el escenario.
A la neoyorquina solo le bastó enchufar sus sintes para convertir la sala Boite en una suerte de templo pagano en el que tendría lugar un rito difícil de borrar de la retina. Como bien firma la artista sonora en su Bandcamp, “el hombre es un animal rabioso” y, precisamente eso es la sensación que los presentes tuvimos ante semejante desmesurada y desquiciada puesta en escena. Si en su anterior trabajo, el celebrado "Bestial Burden" (Sacred Bones Records, 2014), la premisa era desconectar cuerpo y mente a través del ruido, en su nuevo largo "Contact" (Sacred Bones Records, 2017), la empatía y el intercambio de energía con lo que nos rodea pasan a un primer plano. De ahí, muy probable, que Chadiet se pasara casi todo el concierto bajo el escenario, gritando frases incomprensibles, reptando por el suelo y en permanente contacto con el público, en un juego movido por la subjetividad, la entrega y un estado casi agónico.
Fue llegado el clímax, y el momento cuando uno empezaba a sentirse parte imprescindible de ese culto siniestro y ruidoso, cuando Pharmakon –seguramente exhausta tras someterse treinta minutos en aquel estado de semitrance–, llegaba al fin de una performance corta pero de altísimo voltaje con la que volvía a demostrar que sigue siendo una de las artistas noise más interesantes de la década.
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