Pocas bandas consiguen trascender hasta el punto de convertirse en un símbolo. Lo vemos en las camisetas de Nirvana que año a año llenan las estanterías de las grandes superficies y los armarios de adolescentes de todo el mundo, o en las historias que ya podemos decir que pasan de generación en generación, como la épica pugna del britpop entre Blur y Oasis. Las bandas de la generación X han madurado y ya juegan un papel indiscutible en la historia del rock. Si pensamos en Pearl Jam, quizás recordemos esa imagen de un Eddie Vedder colgado entre los andamios de los escenarios de todo el mundo, o la gran batalla legal que mantuvieron en los noventa con Ticketmaster. Unas imágenes que distan de lo que se iba a vivir esas dos noches en el Palau Sant Jordi: ni Eddie Vedder se pasa los conciertos pegando botes, ni su relación con Ticketmaster es tan tirante, a juzgar por la polémica de sus precios en toda su gira europea. Pero si nos quedamos en esa imagen simplificada, nos perdemos la foto completa: tras más de treinta años de carrera, Pearl Jam no necesita vivir de la nostalgia para ofrecernos un setlist con verdaderos himnos de todas sus eras, un repertorio al que siguen sumando temas con su más reciente "Dark Matter" (2023) y en el que, sin grandes artificios, demuestran por qué la canción ha de prevalecer por encima de todo.
Con una puesta de escena limpia y elegante, Pearl Jam decide apostar por un arranque completamente diferente en su segunda noche, un pequeño premio para aquellos que deciden acercarse un lunes al Palau. ‘Oceans’ arranca la primera ovación del público sediento por revisitar "Ten". Si algo saben los fans de Pearl Jam es que no hay dos conciertos iguales, y si quedaba duda, nos siguen sorprendiendo con ‘Off He Goes’, un tema que se prodiga poco por los setlists de la banda. “Mi español no es muy bueno pero lo que sé hacer es patearos el culo”, lee Eddie Vedder dirigiéndose por primera vez al público, que no puede hacer más que asentir, una declaración que dista de la anterior noche en la que se refería a las últimas cancelaciones y los problemas de salud que habían afectado a la banda en los días anteriores. Porque si otra cosa saben los fans de Pearl Jam es que desplazarse para ver sus conciertos puede ser una auténtica lotería por las cancelaciones de los últimos años. Pero cuando todo se alinea, como pudimos comprobar el lunes, sus directos son pura magia.
A Pearl Jam no le hacen falta puestas de escena grandilocuentes porque, como dice Vedder, lo que mejor saben hacer es patearnos el culo. Y lo hacen a base de riffs legendarios, himnos generacionales que suenan igual que el primer día, pequeños guiños a cada ciudad, como unos visuales psicodélicos de la Sagrada Familia y un “we love you Barcelona” a punto de cerrar el set que hace las delicias de los presentes. ¿Quién no querría ser iluminado por la guitarra de Eddie que pasea su reflejo por todas las gradas? ¿Quién no se queda maravillado ante la habilidad técnica de la banda emulando a Jimi Hendrix acabando acordes con los dientes? Pearl Jam conoce las reglas del juego a la perfección y si pueden permitirse el no vivir de rentas como tantos otros es por haber mantenido su estatus vigente. Si bien sus nuevos temas no juegan en la misma liga (competir con himnos generacionales que llevamos escuchando treinta años no es tarea fácil), "Dark Matter" nos muestra las inquietudes actuales de la banda, como ‘Something Special’, que se acompaña de un pequeño discurso dirigido a aquellos padres que tienen que dejar volar a sus hijos. Los fans del "Ten" de Pearl Jam han crecido, sí, pero disco a disco han seguido haciéndose un hueco en los discman, mp3 y ahora streaming de los presentes. Aunque ‘Even Flow’ y ‘Black’ son las absolutas ganadoras en cuanto a entrega, sorpresas como ‘Smile’ de un injustamente denostado en su día "No Code" también consiguen sorprender a los presentes, así como ‘State of Love And Trust’, una fan favorite por excelencia a pesar de ser un b-side. No hay dos conciertos de Pearl Jam iguales y todos tienen su magia. Porque ese es el verdadero legado de una banda que no necesita renacer o revalidar su título, porque siempre ha estado ahí y seguirá estando.
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