Agitando a los fieles.

En 2010, Patti Smith acababa sus conciertos con esta frase: “la guitarra es el arma de nuestra generación, se feliz, se libre, se tu mismo”. En 2016 y tras arrasar meses atrás con esa gira centrada en “Horses”, Patti Smith se despide con una actuación sin tanta garra, apenas le quedó voz (reconoció que tanta humedad la dejó mermada), un concierto previsible en modo verbena y con el piloto automático puesto. Las citas con ella son siempre memorables, y en esta ocasión se quedó simplemente en correcta. Quizás sea porque necesita descansar, refrescarse con nuevas ideas y otro concepto de concierto, de hecho cuando más brilló fue con “Beneath the southern cross” (con sus músicos haciendo el típico corrillo a lo Crazy Horse), la canción que rescata de esa etapa de madurez desde que regresó hace dos décadas con “Gone again”, en cambio con “Pissing the river” se le vieron las costuras, muy falta de intensidad, sin la autoridad que acostumbra.

En el capítulo de versiones la novedad es “When doves cry” de Prince, al menos no hizo “Purple rain”, arma habitual para el resto. Y a renglón seguido, con Lenny Kaye en primera plana, una furiosa “Eight miles high” de The Byrds que empalma sin respiro con “The last time” de The Rolling Stones. De entrada, leyó el poema “Footnote to howl” de Allen Gingsberg, el primer homenaje a los de su generación. Con las fuerzas aún intactas “Free money” todavía impactó sobre nuestras cabezas como antaño y con “Because the night” nos regaló  una sonrisa que nunca abandonó para invitarnos a bailar antes de entonar el clásico “Gloria”. Finalmente, “People have the power” suena desinflada, tibia, aunque ese detalle, a esas alturas, no parecía importarle a nadie, la platea se había convertido en una rave rockera. Con todo, y a pesar de las trabas, sigue agitando a los fieles.