Noah Lennox y Pete Kember forman desde hace años una alianza artística y personal que han llevado a nuevas cotas en su sorprendente y cálido disco de debut. Celebración de la vida (y de la música, claro) a través de la melodía y la creatividad, “Reset” (Domino, 22) es una carta de amor a los sonidos del pasado que mira a un futuro amable y humano. Las melodías juveniles y vitales de finales de los 50 y primeros 60 de la colección discográfica del ex Spacemen 3 inspiran unas composiciones soleadas (que no cursis) en las que, en vivo, norteamericano y británico dan su mejor versión. La simbiosis de futurismo psicodélico pop se hace por momentos óptima, y un público ávido de positivismo bien entendido lo percibe y agradece, como se vio en Madrid.
Su puesta en escena es eso, ni más ni menos: la recreación de las intrincadas y luminosas texturas del disco, donde ambos juegan con la electrónica minimalista y naíf y sus ricas armonías vocales. Apoyados en estupendas proyecciones plenas de surrealismo colorista, Lennox y Kember se emplean a fondo con sus voces, disparando sonidos y dándole a las palmas, arrastrando a la nutrida parroquia que se citó en el remodelado teatro madrileño a un horita y poco más de éxtasis melódico. Nada que decir por mi parte: lo bueno si es breve o dura lo justo, ya sabemos. En este caso, además, la economía del repertorio está justificada.
Los dos irrumpieron en el casi desnudo escenario con un poco de retraso, después del convincente set del dúo femenino Magia Bruta, que se ganó el cariño de los asistentes con sus canciones pop de suaves tonos psicodélicos y toques surrealistas. Lo que nos esperaba era la vibrante interpretación del inspirado y radiante disco de arriba a abajo, desde “Gettin´On The Point” a “Everything´s Been Leading To This”. La luz de composiciones como “Whirlpool” o “Livin´ in The After” brilla aún más. Y es que con un LP de estas características, confeccionado a partir de samples, existe el peligro de caer en cierta frialdad mecánica. Pero desde el principio, sus artífices se encargan de amplificar las virtudes de “Reset”, alargando ciertas partes (“Go On”, por ejemplo, se hace más hipnótica) y con un Lennox soltándose con la voz cuando tiene margen para hacerlo.
Música en perfecta sincronización con la parte visual, la propuesta nos mete de lleno en un hipnótico y psicodélico mundo paralelo de fantasía sinestésica -la música de los colores y viceversa- del que nadie quiere salir. Británico y norteamericano completan el concierto con dos cortes que dan un poco de rienda suelta a su lado melancólico, que también lo tienen, sin que a nadie se le corte el rollo. En el sublime tema final con el que se despiden por todo lo alto, Lennox lo da todo vocalmente. La fría y desangelada noche madrileña de la calle del Arenal se veía después con otros ojos.
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