Solo ante el público, a las nueve en punto, sin orquesta ni complementos, Pallet apareció anoche vestido muy hogareño y musicalmente virtuoso frente a una audiencia selecta de adeptos y entendidos afortunados que sabían que este era un concierto inolvidable. Su apéndice era un violín antiguo con el que jugateaba a modo de tambor, de guitarra o de bajo, resultando tan espectacular como original y valiente. Sus argumentos para convencer eran un toque magistral de violín, teclado, y de pies para loops de tal textura que anonadaban una canción tras otra. A cada cual mejor. Empezó con temas anteriores a “Heartland”, incluyendo todos los de su precioso último EP “A Swedish love story”, como “Don´t stop”, y otros como “In tower belong to the dead”, “The poos clouds”, “Scandal at the parkade”, o “This is the dream of win”. La única preocupación de Pallet en el escenario es escuchar la seducción que él mismo ejecuta mientras ya se dedica a la siguiente melodía y entremezcla. Calidad de sonido ante tan demoledora expresión y un stand de mechandising donde incluso se vendía su libro de partituras. A veces, incluso frecuentemente, al público se le oía decir “Es la poll...”. Y nada más ajustado a la realidad. Este hombre orquesta, talentoso, dejó sin aliento al personal presente. Cuando sonaron “E is for stranged”, “Keep the dog quiet”, o la perfecta “Lewis takes of his shirt”, todo en directo, dependiendo de su frágil cuerpo, la gente alucinaba. No le dejaban irse y tuvo que salir dos veces, incluso regalándonos una versión de Caribou, “Odessa”, y otra de Mariah Carey, “Sweet fantasy”, dulces, atrevidas e irrepetibles. A los que aún puedan disfrutar de este épico músico en su próximo concierto, en Bilbao, recomendamos no dejarlo pasar. Realmente es ineludible, emocionante y sin duda histórico.
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