Estaba en primera fila, de hecho lo estuvo durante todo el concierto. Gorra del Bada Bada Bing, el garito regentado por Tony Soprano, y gafas de sol. Teléfono en mano disparando fotos sin parar. Y cuando se le acabó la batería, lo puso a recargar en el enchuche que quedaba libre en el ladrón en el que Nueva Vulcano tenían conexionados sus pedales a la red eléctrica. Un auténtico personaje. "¡Melocotonazo, quillo, este tema es un melocotonazo!", repitió varias veces cuando Artur Estrada, Albert Guàrdia y Wences Aparicio acabaron de tocar la revigorizante "Sol". "Por el acento, tú debes de haber venido de lejos", le replicó el cantante y guitarrista. "De Cádiz. Me he pegado 1.200 kilómetros solo para veros. Os quiero tíos". Todo el mundo quiere a Nueva Vulcano. Los quiere el gaditano del gorra del Bada Bada Bing. Los quiero yo, que para verlos tan solo tuve que hacer 30 kilómetros, los que hay desde mi pueblo, Gelida, a la Vol. Los quiere la chica que había a mi izquierda, que llegó en metro. Y los quiere la madre de Artur, que la tenía justo delante de mí en la cola de entrada al bolo. Todos queremos a Nueva Vulcano por cosas como la de este sábado. Como La Voz, siempre haciendo las cosas a su manera, los de Castellar del Vallès (así se presentaron, por tener ahora su base de operaciones en la casa de los padres de Albert en esta localidad del Vallès Occidental) organizaron una doble sesión de ensayos, a las 18h (esta fue a la que asistí yo) y a las 21h, para tocar en directo los temas del disco que empezaran a grabar este lunes en los estudios Cal Pau y Ultramarinos Costa Brava, nuevamente con "El Mago Pop" (como ellos lo llaman) Santi García de productor. Su primer disco en cinco años (en definitiva, su ritmo creativo habitual), relevo del su anterior y muy notable "Novelería" (BCore, 2015).
Replicando sobre el escenario al detalle su local de ensayo, Nueva Vulcano empezaron la tarde con "El eucalipto", primera entrega de melodías abrasivas y riffs deconstruidos ahí donde el post hardcore y el indie rock coinciden. Tras esta, "Disney", "Sueño Europeo" (una de las preferidas, según dijo él mismo, de Artur Estrada) y "Fluorescente". Era la primera vez que las tocaban en directo, pero la sensación era que la banda estaba rodadísima. Sí que repitireron el desarrollo final de "Mercúreo". Y hacia el final del concierto Artur se olvidó de la letra "Gerra y paz", un tema que explicaron que originalmente iba a llamarse "Siesta" pero que entonces supieron que su amigo Marc estaba traduciendo del ruso una novela de Tolstoy, que resultó no ser "Guerra y paz" pero sí otra de dos palabras que no recordaban. Da igual, el error es bello. Y entonces sí, se metieron con "Sol", que como exclamaba el amigo andaluz, es un melocotonazo. Uno de esos hitets que habitan en los discos de Nueva Vulcano. Como también serán clásicos instantáneos de su repertorio "Russinyol" (un tema que cantaron en wachi-wachi porque lo habían compuesto el día antes), "Suficientemente" y "Rotondas", desde ya una de sus mejores creaciones nunca.
Artur Estrada encaró la recta final del concierto advirtiendo que habíamos tenido el privilegio de ser los primeros en escuchar los 15 temas que habían escrito para su nuevo disco (álbum del que, por cierto, no avanzaron el título). "Al final solo meteremos 9 o 10, porque si no deberíamos publicar un disco doble. Imaginaos el síncope que le pillaría al BCore si le vamos y le decimos que el nuevo será doble", soltó entre risas. Y entonces encararon unos bises que iniciaron con "Sagrada Familia". Siguieron "El día de mañana" y "Las cosas y las casas". "Esta es la última", anunció Estrada. Y entonces su madre, que ahora estaba justo detrás de mí, pidió que fuera "Te debo un baile". Hubiera sido el final perfecto. Pero él hizo que no con la cabeza y, en esta particular recuperación de parte del repertorio de "Juego entrópico" (BCore, 2005), se lanzaron a por "El río suena". Las cosas siempre a su manera. Así no solo nos deben un baile sino también un disco.
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