Grunges, divas y otras hierbas
ConciertosNos Alive

Grunges, divas y otras hierbas

8 / 10
Raúl Julián & Irene Gimeno — 16-07-2024
Empresa — NOS Alive
Fecha — 11 julio, 2024
Sala — Paseo marítimo de Algés
Fotografía — Hugo Macedo (Arcade Fire)

El NOS Alive celebrado en Lisboa se (re)confirma, en base a su edición de 2024, como una de las citas europeas obligadas para los amantes de los festivales. Por emplazamiento; por diversidad; por cartel; y por el cuidado de todas y cada una de sus parcelas, así como por unas jornadas bien definidas en cuanto a géneros y estilos. Un evento marcado por el excelente sonido disfrutable en todos sus escenarios, tanto en los principales como en los numerosos secundarios que completan la oferta, y que dispone, además, de multitud de actividades paralelas para aquellos cuyas preferencias no apuntan en exclusiva hacia la propia música. Hacemos un repaso por aquellas bandas y artistas de las que pudimos disfrutar a lo largo de tres días vividos junto al Atlántico, los mismos que conformaron la que hasta ahora es la última edición del NOS Alive lisboeta.

Una de las primeras bandas en tomar el Escenario Heineken en la jornada del jueves fueron los neozelandeses Unknown Mortal Orchestra, firmando un interesante concierto en el que no permitieron acomodo: ni el suyo propio ni el de los primeros espectadores en llegar al NOS Alive. Multitud de estructuras e intensidades cambiantes convirtieron su actuación de un viaje fascinante e impredecible, tejido entre texturas pretéritas, free-jazz, soul, indie-pop, progresivo, psicodelia y post-rock. Nothing But Thieves fueron los encargados de inaugurar el Escenario principal NOS, probando su solvencia sobre las tablas, terreno en el que ganan credibilidad con respecto a aquella versión materializada en estudio. La banda factura un pegadizo indie-pop de guitarras, con pose rockera y generosas dosis de épica apta para todos los públicos. Un grupo tan previsible como entretenido, que no puede presumir de lo original de su catálogo, pero que sabe cómo manejarse en torno a una sólida interpretación.

NothingButThieves_JoséFernandes

Nothing But Thieves (José Fernandes)

Benjamin Clementine cogió el testigo del quinteto en ese mismo escenario para reafirmar que se trata de un artista tremendamente especial, con aureola diferente que potencia su atractivo físico y escénico. El londinense desarrolló, con consecuencias hipnóticas, un soul contemporáneo plagado de inquietantes sombras y sugestiva oscuridad, proactivo con el público y bien secundado por su banda, en una secuencia de canciones extraordinaria que, a pesar de un final algo abrupto, fue mágico, y ante el que sólo cabe lamentar que coincidiera en hora con Black Pumas. The Smashing Pumpkins era uno de los nombres inexcusables de la jornada, y un eufórico Billy Corgan y compañía iban a evitar decepcionar en base a un sonido potentísimo y afilado que recordó aquellas cualidades que, en los noventa, los convirtió en tótems de la escena norteamericana. Su paso quedó concretado en una generosa selección de clásicos capaces de desatar la lágrima –por nostalgia, pero también por músculo–, entreverados con un puñado de temas nuevos que ganan en su versión en directo hasta encajar bien entre el repertorio más celebrado… y hasta una versión del “Zoo Station” de U2. El resultado fue un concierto arrasador, tan satisfactorio para acérrimos como para aquellos a priori escépticos.

La responsabilidad de puntualizar el fin de fiesta y dejar el mejor de los sabores de boca posibles en la jornada inaugural correspondía a Arcade Fire, una de esas formaciones cuya expresión en directo roza siempre la perfección. Al igual que sus predecesores en el escenario NOS, los canadienses resultaron imparables, en su caso con un repertorio en modo apisonadora compuesto en exclusiva por éxitos y que propició la celebración estratosférica, tintada con colores agudos y una intensidad inmutable a lo largo de todo el concierto. Pocos grupos como la banda de Win Butler y Régine Chassagne manejan la épica de una manera tan bien entendida, ensanchándola con sentido y emoción. Da igual el número de veces que hayas visto en directo a Arcade Fire: el resultado seguirá siendo tan impactante como la primera vez.

La jornada del viernes se abría con The Heavy, que alentaron al público más madrugador despachando generosas dosis de soul y funk electrificado a conciencia. Bandas de este tipo son siempre necesarias y lucen pintonas en cualquier festival que se precie. No en vano, el concierto fue cogiendo empaque y velocidad a medida que se sucedían los temas, hasta terminar convertido en una celebración sin paliativos. Larkin Poe también cumplieron en su papel, con el cuarteto liderado por las hermanas Rebecca y Megan Lovell afianzadas sobre vistoso rock sureño (esa slide guitar…) y country enfurecido. Actuación creciente, la suya, con el paso continuado de canciones cumplidoras en una fórmula completada con un tipo de virtuosismo del tipo del que siempre desata aplausos.

Desde el Escenario WTF Clubbing resonó el indie-pop facilón y hedonista de Sea Girls. El cuarteto pertenece a esa estirpe británica que factura indie-pop pegadizo e inofensivo a partes iguales, en este caso manufacturado por un grupo juvenil que tiene como objetivo a una audiencia de idéntico tramo demográfico. Todo muy de manual, pero si propuestas como la suya sirven para nuevas generaciones se enganchen a grupos de guitarras, bienvenidas sean. Bastante más sofisticada resultó la actuación de Nathaniel Rateliff & The Night Sweats, quien de alguna manera retomó el asunto donde Larkin Poe lo habían dejado pocos minutos antes, apuntalando con un talante marcadamente norteamericano. El de Missouri y su séquito llegó a Portugal con el aún humeante “South Of Here” (24) bajo el brazo, y su mezcla de folk, americana y rhythm & blues (envuelta en un alma pop indispensable para consensuar el triunfo) es de las que va sobrada al amparo del directo. Sobre todo, cuando cristaliza en manos de una banda tan numerosa y bien avenida como son los propios The Night Sweats. Arlo Parks fue elegida como sustituta de Tyla, quien canceló su concierto “por motivos de fuerza mayor”. Buen cambio, en la práctica, con la autora del alabado “Collapsed In Sunbeams” (21) esparciendo su esencia por todo el Escenario NOS. El paso de la londinense resultó fino, orgánico, elegante y natural, en una actuación guiada por la preciosa voz de Parks y acomodada en torno a un bonito ritmo sedoso.

Si el jueves fue Benjamin Clementine quien sedujo a sus seguidores, lo de Michael Kiwanuka al día siguiente dejó desencajado a cualquiera que se viera flotando gracias a ese soul de aires clásicos y total vigencia narrativa que cautivó al público congregado en torno a un abarrotado Escenario Heineken. Rodeado de una impecable banda, el también británico completó un concierto perfecto a todos los niveles, desde el ejecutivo al (sobre todo) emocional, con una de esas veladas de puro sentimiento que dejan tocado y quedan grabadas en la retina de por vida. Y es que, Kiwanuka bien podría ser el mayor talento de la música negra surgido en los últimos quince años y borró de un plumazo las sensaciones tibias dejadas no hace tanto en sus conciertos madrileños.

Pasar de un concierto de puro sentimiento a un espectáculo tan medido de antemano y a conciencia como el que ampara a Dua Lipa quizá no fuese la secuencia idónea, pero tocaba ver en qué términos defendía la británico-albanesa su elección como cabeza de cartel del viernes. El concierto de la cantante es un producto pre-cocinado, diseñado a conciencia y adornado con un sinfín de parafernalia con la que potenciar ese título de nueva reina del pop que ya parece popularmente aceptado. Un invento sobradamente vistoso, pero de acotada calidad musical si se atiende a trascendencia y, de paso, al purismo de la misma ejecución en directo. El empacho de coreografías, confeti, música grabada y bailarines puede quedar legitimado como pasatiempo hedonista (incluidos los esperables fuegos artificiales finales), pero el pop electrónico para masas con diseño de última generación de Dua Lipa parece destinado al consumo instantáneo.

Ya en la jornada final del festival, el cuarteto de indie-rock de guitarras Black Honey ejerció como saludable aperitivo de lo que sería una jornada bañada por el rock. Al igual que sucedió con The Heavy, este tipo de bandas siempre cuajan en el cartel y, si bien no resultan poseedoras de un repertorio envidiable, son lo suficientemente agresivas como para dar el pego. Sobre todo, si cuentan con una cantante como Izzy Baxter Phillips, quien puede entenderse como una suerte de Courtney Love. The Breeders era, al menos para la vieja guardia, uno de los nombres ineludibles del cartel, con el combo liderado por la ex Pixies Kim Deal luciendo estatus noventero. Sin embargo, la suya fue una actuación decepcionante, con el combo despistado y carente de ese nervio que sólo apareció en algunas líneas de bajo. Si bien es verdad que fueron de menos a más y la banda pereció ir entonándose algo con el trascurrir de las canciones, no es menos cierto que su actuación rayó por debajo de lo esperado, dejando un concierto descafeinado y, por momentos, incluso aburrido.

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Khruangbin (José Fernandes) 

Por su parte, unos Sum 41 inmersos en su gira de despedida lo dejaron claro desde el mismo momento en el que pisaron escenario: habían venido a arrasar con una bacanal de punk-pop accesible y cabreado a partes iguales. Canciones vitaminadas y pirotecnia en cantidades industriales, lanzadas en la misma cara del público con un ímpetu juvenil que, dos décadas y media después de que el grupo apareciera en escena, parecen mantener activo y luce como su mayor logro. Khruangbin fueron otro de los grupos que dejó buen sabor de boca, con los de Texas ofertando esa peculiar forma que tienen de entender la música. Desarrollo y ritmo específicos, entre escenas introspectivas, pasajes instrumentales y otros más bailables, hasta confirmar la diversidad estilística del trío que publicó “A LA SALA” (24) en abril.

Pearl Jam son a estas alturas una religión en toda regla, y el sábado les pertenecía en propiedad, con numerosísimo público luciendo con orgullo camisetas del grupo de Seattle. La banda ha estado activa desde finales de los ochenta, publicando nuevos discos como el reciente “Dark Matter” (24) y potenciando misticismo gracias al inhabitual hecho de verlos por Europa. A su paso por Lisboa, Eddie Vedder y compañía regalaron una valiosísima versión madura de sí mismos, más meditada y menos visceral, pero coherente con una carrera como la suya y realzando, en cualquier caso, lo intocable de su estatus. El mismo que han sabido reinventar para mantener intacta la esencia seminal del grupo, adaptándose con naturalidad a su edad y los tiempos que corren. Un grupo reverencial cuya presencia se agranda ante cualquier fan que, al tener delante a toda la formación, palpa la presencia titánica de aquellos que ayudaron a definir toda una escena: el grunge de los noventa. En Lisboa, el legado de Pearl Jam latió en forma de imponente concierto, guiado por la humanidad de un Vedder que volvió a emocionar con clásicos de la vida y, en realidad, de la cultura popular. Fue el colofón a un festival recomendable sin miedo al reproche. NOS Alive y ese maravilloso país vecino que es Portugal: satisfacción garantizada.

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