Brillo, amor y diversión
ConciertosNos Alive

Brillo, amor y diversión

8 / 10
Adrián Lerma — 13-07-2022
Fecha — 06 julio, 2022
Sala — Paseo marítimo de Algés
Fotografía — Foto de Portada por Jose Fernandes (Cedidas por la organización)

El festival lisboeta –uno de los más grandes celebrados en Portugal– NOS Alive cierra esta décimocuarta edición con un total de 210.000 asistentes y un buen cartel en el que se echó en falta la presencia de más grupos locales.

De las grandes cabezas de cartel: Metallica brillaron, Florence + The Machine enamoraron, The Strokes cumplieron e Imagine Dragons, sobre todo, divirtieron

Cuatro días de festival, un entorno idílico –eso sí, sin oferta de camping como estamos acostumbrados en algunos de los festivales más grandes de nuestro país– y un cartel que podía hacer las delicias de más de uno, especialmente de ese indie con más miras al panorama anglosajón que al propio, sea este portugués o español.

El recinto del NOS Alive abrió sus puertas el miércoles 6 presentando a The Strokes como su gran apuesta para la jornada y manteniendo en un segundo plano a un Stromae que venía muy en forma, en plena gira de su disco recién salido del horno y con un show divertidísimo en el que no renegó de sus grandes éxitos mientras presentaba sus temas más actuales, consiguiendo una química con un público que, quizá sin estar al día con el artista belga, disfrutó tanto o más las canciones nuevas como las antiguas. Y, de hecho, las supo dosificar sin dejarse todo para el final y consiguiendo un equilibrio magnífico. Pero solo una podía cerrar el show y su ya mítica “Alors On Danse”, acompañada de una gran presentación visual y puesta en escena –como en el resto del concierto–, puso el broche de oro aprovechando con acierto el hace unos meses viral baile de TikTok.

Stromae - Foto: Arlindo Camacho

Le habían precedido The Strokes con un concierto al que no se le puede poner ni un pero, aunque tampoco muchos halagos. Un show muy pulido y muy trabajado en el que era complicado fallar y no tanto triunfar, aún más, ante la entrega de un público que coreaba y celebraba cada una de sus canciones. La peor nota de la noche sería para The War On Drugs que, lejos de suspender, no consiguieron cautivar al público aunque su música bien lo vale. Un directo correcto en el que casi cualquier fan se dio con un canto en los dientes, pero en el que no enamoraron a nadie más que a sí mismos.

Por la tarde ya se había podido disfrutar, también en el Main Stage (o palco NOS), de los británicos Jungle, otra de las sorpresas –si es que a estas alturas aún sorprende– por un show desenfadado, eléctrico y muy bien adaptado a este tipo de eventos en los que tan importante es darle su dosis rutinaria a tus fans acérrimos como tratar de gustar al máximo de público que aún te desconoce –o, peor, te conoce solo porque tu gran éxito aparecía en el videojuego FIFA–. Y lo hicieron. Entre los seis llevaron su soul funk bailable hasta el siguiente nivel, con un directo muy dinámico y conquistaron el gran fuerte de este NOS Alive.

Balthazar fue una de las, para mí, grandes sorpresas de este festival. Ubicados en el Palco Heineken (que, por nombres, podría ser considerado el segundo en importancia) y a las 18:25, una hora poco apetecible para muchos dadas las elevadas temperaturas, resultaron ser una suerte de serendipia, un “no venía buscando esto pero no me puedo ir”. Y no porque fueran un grupo desconocido, de hecho, congregaron a un buen número de personas a disfrutar de su show, si no porque ese rock, en ocasiones abrazado al soul, otras al R&B, tenía una consistencia en directo que ni siquiera tiene en sus discos. Un acierto total y una de las sorpresas más gratas. Pero si Balthazar fueron sorprendentes, Inhaler no fueron menos. El jueves los jovencísimos dublineses inundaron ese mismo palco Heineken con su desparpajo, energía y, sobre todo, mucho rock and roll muy bien llevado al directo. A veces melancólicos, a veces extáticos, sonaron como pocos en un escenario en el que el sonido no siempre fue del todo bueno a lo largo de los cuatro días de festival.

Sin embargo, y pese a que los irlandeses también lo merecieran, el jueves era el día de Florence + The Machine. Mística, mágica, hipnotizó desde el main stage a todo aquel que le escuchó más de diez segundos. Una puesta en escena quizá algo sobria –sin ser esto malo, sino todo lo contrario-– que concentró todas las miradas en ella . Florence Welch fue dueña y señora de un escenario inmenso y, sin querer quitar mérito a su banda, podríamos decir que la máquina fue suya también. Un show bellísimo, intimista a veces, eufórico otras. Un acierto redondo que se repitió –como una buena parte del cartel– en el coetáneo Mad Cool de Madrid.

Phoebe Bridgers - Foto Joao Silva

El último show apuntaba a Alt+J, pero su coincidencia con Dino D’Santiago lo hacía más complicado. En un festival en el que había pocos artistas de hip-hop y aún menos artistas portugueses, poder asistir al concierto de alguien que reuniese ambas resultaba de lo más interesante. Y parece que el público también lo comprendió así, porque el Palco Heineken no fue lo suficientemente grande para dar cabida a todos los que querían disfrutar de uno de los raperos más exitosos de Portugal y en portugués. Agresividad y fuerza sobre unos ritmos que, en ocasiones, más tenían que ver con la música electrónica que con el rap en esa maravillosa mezcolanza que es hoy la música urbana. Y él lo supo defender en un concierto en el que el público era un cincuenta por ciento del directo.

El viernes 8, para sorpresa de casi todos, tocaba la argentina Nicki Nicole, una de las puntas de lanza de la música urbana latina en los últimos años. Y digo para sorpresa porque en ningún sitio se pudo ver esta confirmación hasta horas antes del comienzo del evento. Y solo a través del perfil de Instagram. Ningún cartel dentro del recinto contemplaba este cambio. Esto, sumado a un público muy local para el que la estrella rosarina era, en ocasiones, desconocida (así nos lo compartió alguno de los asistentes), derivó en una afluencia muy baja para la que cabría esperarse. Su show, lejos de ser brillante, tuvo picos en algunos de sus hits más escuchados. Acompañada de una banda y un equipo de baile, supo mantener el tipo y defender sus canciones, pero no mucho más que eso.

La joya de la corona fue para Metallica. Así se daba por hecho desde que en 2021 se confirmó su presencia, agotando todas las entradas, y así se podía palpar en el ambiente desde horas antes. El público metalero, vestido con tanta ropa como fueron capaces de acumular con el logo de la banda, se había multiplicado con respecto a los dos días anteriores. Del concierto se podría contar mucho o se podría contar bien poco: eran Metallica, con mayúsculas. Más de cuarenta años en activo, tal y como anunciaba James Hetfield en los primeros compases del show, parecían ser insuficientes para que fallase algo en ese engranaje que, hoy por hoy, es perfecto. Un concierto impecable, de algo más de dos horas y con la mejor puesta en escena de todo el festival. Poco más que decir a un repertorio clásico que no falló. Obra maestra.

El sábado fue el último día y, si bien el anterior muchos tenían a Metallica en el horizonte, Imagine Dragons, aunque con menos presencia de merchandising, eran la banda que otros tantos llevaban esperando desde el jueves. Antes de ellos, Hope Tala ya había hecho lo propio en el Palco Heineken. Sin pena ni gloria, no fue capaz de transmitir del todo su R&B más soulero y se quedó solo con un tono nostálgico que para nada define el conjunto de su música. También fue el día de, por fin, ver de nuevo a un grupo portugués en el Main Stage. Antes lo habían hecho Mallu Magalhaes y Os Quatro E Meia, miércoles y jueves y ambos a las 18. Pero con Da Weasel fue distinto. Último día y a las 21 h. El grupo referencia del rap en portugués tenía ya poco que demostrar (lo llevaban haciendo veinticinco años) y mucho que celebrar. Se palpaba en el ambiente su importancia en el hip hop y, en general, en la música lusa. Quienes estaban alejados del escenario, incluso de espaldas al show, también eran capaces de tararear y cantar sus canciones. Todos las conocían porque, verdaderamente, son icónicos allí. Respecto al concierto no habría mucho que reseñar, en ocasiones, y como se suele decir, “se les fue la fuerza por la boca”. Muy agresivos, se dejaron la vida sobre el escenario, pero su propuesta visual y, en parte, musical, se quedó corta en determinados momentos del concierto. No sonaron todo lo bien que debían, pero a nadie pareció importarle. Eran Da Weasel y eso era suficiente.

Respecto a la actuación de Phoebe Bridgers solo había dos opciones: o te encantó o no podías más. Y su música, sin ser esto negativo, no es para todos. Ese intimismo que desprende a través de un folk que solo ella es capaz de hacer puede cautivarte en un segundo, pero también puede no hacerlo. Yo me quedé con la primera, aunque con dudas. Y es que su directo, plagado de ese humo que buscaba reproducir una realidad onírica, podía resultar excesivamente denso después de una hora de concierto. Sin embargo, fue fiel a sí misma, a su música y seguro arañó el corazón de más de uno y de una.

Imagine Dragons - Foto de Arlindo Camacho

Y llegó la hora de Imagine Dragons que, levemente y siendo esto una apreciación, superaron a Metallica en asistentes. Con un show adaptado al formato festivalero que venían haciendo las últimas semanas ¬–de hecho, se les pudo escuchar en Mad Cool horas antes–, repasaron sus grandes éxitos mientras introducían pequeñas dosis de algunos de sus temas más recientes de su flamante nuevo álbum. Otro de los grandes directos que nos ha dejado este NOS Alive, no menos ostentoso que sus predecesores angelinos, esta vez sin tanta pirotecnia pero presente en casi cada tema. Su vocalista Dan Reynolds, maestro de ceremonias donde los haya, puede tener la seguridad de haber nacido para esto. Su show particular no acababa con cada canción, sino que mutaba hasta que empezase la siguiente. Era difícil no acertar con una banda así, y aquí, otra vez, se acertó.

Para cerrar un festival de estas características pocas bandas eran más apropiadas que Two Door Cinema Club. Ese pop de pistas de baile que parece hecho para este tipo de festivales –o así lo debieron de pensar también, como en tantas otras coincidencias, en Mad Cool– era el ideal para cerrar la noche, con permiso de Caribou, y para cerrar esta décimocuarta edición del NOS Alive. Un muy buen festival en el que se pecó con un exceso de artistas y bandas ya demasiado rodadas y consolidadas para conformar las primeras líneas de cartel y quizá faltó un toque vanguardista para traer a algunos de los máximos exponentes de las nuevas olas de sonidos que llegan desde medio mundo, y desde Portugal también. No señalo hacia ningún derrotero ni género en concreto, porque esta edición de NOS Alive ha sido bastante equilibrada en ese sentido –teniendo en cuenta el tipo de festival que es–, sino pedir que, siendo fieles a lo que es y ha sido, buscar esa pizca de aire joven que hace falta en lo más alto de un cartel tan grande como este.

 

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