NOFX, verbena descafeinada

El verano se adelantó anoche en Barcelona. Para lo bueno -melodías soleadas,
coros eufóricos, el colorido de la ropa, los peinados y los tatuajes- y para
lo malo -Razzmatazz se convirtió en una auténtica olla a presión al sumarse
un sold out rotundo y una ventilación claramente ineficaz-. Sobrevivimos.
Pero antes tuve tiempo de recordar la primera vez que vi a NOFX en directo,
hace ya catorce años en uno de los Doctor Music Festival de los Pirineos.
Las cosas apenas han cambiado desde entonces. Su guión en directo se
mantiene inalterable: alternancia de temas vertiginosos de dos minutos con
medios tiempos de ska punk. Hasta ahí nada que objetar: muchos grupos
prefieren no experimentar. Además, la banda californiana ha escrito grandes
clásicos del punk melódico ("Linoleum" y "Leave It Alone" desataron la
locura) y sus más de 25 años de carrera exitosa e independiente bastarían
para legitimar cualquier estancamiento. El problema es que ese cuarto de
siglo de carretera no parece reflejarse en la ejecución de la banda, más
bien tosca -¿etílica?- y de pobre sonorización. Si a eso le sumamos los
habituales y largos discursos de su frontman Fat Mike entre temas, plagados
de chistes y bromas internas a menudo ininteligibles, la cosa no mejora. Por
suerte, todo ello queda en segundo plano cuando amplías el encuadre e
integras al público en la instantánea. La foto completa cobra sentido: un
concierto de NOFX es una verbena en mayúsculas. Una fiesta de verdad en la
que puedes encontrar 'circle pits' y pogos (en "Murder The Government"
brincaron hasta los de seguridad), camisetas y vasos de cerveza volando,
rastas junto a crestas de dos palmos, coros por encima del volumen de las
guitarras e incluso cánticos pro Barça. Y en el escenario, trompetas,
coreografías a lo Angus Young y un gag en bucle con Eric Melvin tocando el
acordeón como número final. Lo dicho: nos quedamos con el ambiente y con sus
(primeros) discos.