Niña Polaca dio el pistoletazo de salida de un fin de semana cargado de música en la capital. El Club 8 y medio se llenó el viernes 25 de un buen rollo y una energía sobrehumana en la que todos nos dejamos la voz tema tras tema junto a Surma, vocalista de la banda, Beto (bajista), Sandra (guitarra) y Kobe (batería).
La sala estaba llena hasta lo bordes, los fans esperaban impacientes el directo del grupo madrileño por eso cuando Niña Polaca se subió al escenario, los aplausos sonaron como si acabasen de tocar un hit, algo que se repitió toda la noche tras cada canción. “Joaquin Phoenix” fue la encargada de inaugurar el show. Un arranque que alcanzó su cumbre con “Mary the Queen”, esa canción de amor taquicárdico e intranquilo, donde gritamos bien fuerte: “que putada viajar sin salir de tu cuarto, no me quiero morir, no me levanto si no estás aquí.”
Los pogos fueron los protagonistas de varias canciones, en las que la energía era tan superlativa que había que canalizarla pegándose al calor colectivo. “Pdr Snchz” fue la que se llevó el premio, dejando una estampa de gente saltando, cervezas por el aire y unos cuantos ataques de risa. A ese descargue de adrenalina le siguió una más lenta, “La Riviera”, para descansar el cuerpo y abrir bien los sentidos, pronunciando estrofas como: “me encanta que seas tan tirada, que hay princesas a patadas y muy pocas taradas sueltas por Madrid.”
“Interestelar” no pudo faltar en el set list, una canción acompañada de luces en forma de cielo estrellado que consiguió crear una marea de manos en la pista mientras no dejaba de repetirse el estribillo: “vamos a hablar de algo interestelar. Vamos a hablar frente al mar.” Instantes después ya estábamos volviendo abandonar cualquier indicio de tranquilidad con “Magaluf”, un temita vibrante que se subió a cantar Juls y Magüi de Ginebras.
Niña Polaca ha hilvanado un sinfín de canciones con Madrid como escenario, estrofas y estrofas que crecen en los tejados y las calles que pisamos a diario, rincones de la ciudad que nos han visto en todas nuestras versiones, donde hemos protagonizado nuestras historias con desenlaces diferentes, pero con el mismo decorado. Nos reconocemos en sus letras, por eso las cantamos esa noche al unísono, algunas con más fuerza, como aquella de: “quiero cogerte por detrás, mientras suena gypsy jazz en algún bar de Lavapiés”. No sabemos qué bar, pero todos hemos estado en él.
La recta final anunciaba la llegada de los himnos de la banda. “Nora” retumbó entre las paredes del 8 y medio con los gritos del público y los guitarrazos de la banda. Fans subidos a los hombros de sus amigos, botando por el aire y levantando los brazos en un acto de valentía mientras cantaban: “espero que te acuerdes de mí, pues yo, no te puedo olvidar. Recuerdo sin parar tu forma de mirar y sonreír.” Luego llegó el broche del concierto, un tema que vivimos con la complicidad que exige, mirando a nuestros colegas, abrazados y gritándoles eso de: “Madrid sin ti no es tan Madrid”. Un final apoteósico.
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