Nikki Hill, la explosiva cantante de Carolina de Norte, parece empeñada en acabar con los apáticos y fríos otoños del País Vasco. Que la artista pise tierras vascas a final de año se ha convertido en una tradición que se remonta al 2013 cuando publicó su álbum “Here’s Nikki Hill”. Desde entonces ha visitado cada una de la capitales –siempre en noviembre- en una, dos y hasta en tres ocasiones (crónicas aquí). En Donostia concretamente era la segunda y, visto lo visto, puede haber una tercera sin problema. No en vano, la sala tenía las entradas agotadísimas desde prácticamente una semana antes del bolo.
Lo cierto es que los promotores del evento no podían haber elegido mejor lugar para su concierto. Como buen grupo de carretera que son, La Cripta del Convent Garden les iba como anillo al dedo a su espectáculo de voz y guitarras. Porque no hay que olvidar que Nikki Hill, no es solo Nikki Hill, es también una banda de guitarras donde hasta ahora destacaba su impetuoso marido Matt Hill pero que, en esta gira, se ha unido la virtuosa Laura Chavez como segunda guitarrista solista. Sin tanto protagonismo, Nick Gaitan al bajo y Marty Dodson a la batería completaban el quinteto.
Hay quien cree que es un error dar tanto pábulo a las guitarras y que sería mejor centrarse en la impresionante voz de Nikki. Sin embargo, en mi opinión, la combinación de ambos da diversidad y dinamismo al show. Y viendo cómo entraba en éxtasis el público de La Cripta cada vez que Matt Hill o Laura Chavez se marcaban un solo, me corrobora que la fórmula funciona. Con todo, lo que no hay duda es que el “espectáculo Nikki Hill” da lo que promete: ritmo, actitud, estilo y variedad, (tal y como aseguraba en una entrevista previa al concierto).
Así, con su carisma y energía la artista buscó desde el minuto uno caldear el ambiente y animar al baile. Por supuesto, lo consiguió. Tras repasar temas de los dos discos que ha publicado, lo mejor para el que escribe llegó al final. ¡Menuda traca! Con la interpretación de “Sweet Little Rock & Roller” demostró una vez más que lo que siente por la canción de Chuck Berry es amor verdadero. También destacaron los temazos “Right on the Brink” y “Oh My”, ambos cantados desde las entrañas. Mención aparte para la versión de “Twistin’ the Night Away” de Sam Cooke guardada para después de los bises y que supuso un gran broche final.
Tras esta super la inyección de rock, soul y rhytm & blues, los asistentes abandonamos la sala y el otoño donostiarra irremediablemente volvió a nuestras vidas.
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