La primera vez que tuvimos noticias de los chicos de Night Beats fue en pleno revival psicodélico. Gracias al ojo subterráneo de la extinta promotora donostiarra Ayo Silver!, el grupo de Texas se presentó en la sala Bukowski hace ya diez años con un debut homónimo desafiante, oscuro y de claras reminiscencias psych que contaba con un himno a la altura, “Pupppet on a string”.
No se puede decir que el proyecto -ahora ya en solitario- de Danny Lee Blackwell se haya dormidos en los laureles. El grupo se afianzó y perfeccionó la fórmula durante dos o tres discos más hasta que terminó algo encasillado a las puertas de la pandemia. “Mith of a man”, su cuarto álbum, parecía que certificaba su muerte, pero ha sido al revés: fue un paso en falso que a la postre sirvió como revulsivo para su vuelta a las raíces del rock and roll. Hoy Night Beats es un grupo que sin renunciar a sus esencias garaje-punk (en 2018 revisitaron el mítico disco “Boom” de los Sonics), beben de la música negra, el soul, el r&b clásico y hasta el western.
Esta especie de reformulación tarantiana se plasma en el flamante “Outlaw R&B”, publicado el año pasado y que abre una nueva etapa. El trío se vuelve mucho más oscuro, amenazante y hasta sexy en directo. Durante los escasos 45 minutos que duró el concierto en Dabadaba, solo se adivinaba la silueta al fondo del batería y los otros dos miembros se afanaban en lograr que la enmarañada atmósfera no decayese en ningún momento.
No hubo apenas respiro. En su nueva reencarnación, con una sección rítmica (bajo y batería) absolutamente solvente, la frescura y la subida de adrenalina de sus inicios están de vuelta. La sala, a rebosar, aceptó el envite y se dejó llevar por una atmósfera densa y seductora que tuvo tres o cuatro momentos estelares. El medio tiempo de “New Day”; la balada atemporal de “That´s all you got”, firmada a medias con Robert Levon Been (Black Rebel Motorcyle Club); el desvarío instrumental de “Egypt Berry”; y ya, al final, en el segundo bis, su viejo y primer himno de la escuela Nugget, “Puppet on a string”.
Es como si en 2022 Night Beats hubieran pisado el acelerador al entrar en una curva, una sensación intensa y placentera que, no obstante, se terminó de sopetón. Faltaron 10 ó 15 minutos más para sellar un regreso 100% redondo. No será revolucionario, pero el proceso de reconversión de la banda tejana se ha saldado con éxito. Es lo que hay: los conciertos de Night Beats suelen ser cortos, intensos y, cuando salen rodados, dejan con ganas de más.
Antes de su apabullante show, fue el turno de los bilbaínos Silver Surfing Machine. Los teloneros bañaron la sala de una nebulosa de ruido y caos controlado en castellano con una visión lisérgica cercana a la de Spacemen 3, la banda de culto inglesa de los 80 capitaneada por Jason Pierce y Peter Kember.
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