Volvía Nick Lowe a Donostia cinco años después de su última visita, esta vez a un Teatro Principal que registró una estupenda entrada. A diferencia de aquella ocasión, Lowe compareció en solitario, parapetado únicamente tras su guitarra. Sin necesidad de presentar un nuevo trabajo ("The Old Magic", su última referencia, es de hace un par de años), no había otra excusa para esta gira que desgranar, una vez más, un cancionero como hay muy pocos. No es asunto menor: el maestro de pelo cano pasa por ser un compositor de oficio, pero la colección de éxitos y clásicos que tiene en su haber es inacabable, y puestos uno detrás de otro provocan en el espectador un pequeño escalofrío, esa sensación de estar ante una de las grandes figuras de la historia de la música.
Comenzó el concierto como lo hace su último disco, con la calmada “Stoplight roses”, para pasar inmediatamente a “Heart”, aquel huracán pop-a-billy incluído en el álbum de Rockpile. ¡Ah, qué canción!. La interpretación de la misma, sin embargo, fue en una clave más cercana al country y el honky tonk, géneros en los que Nick Lowe se mueve de maravilla y que en acústico adquieren un protagonismo especial. En realidad, toda la velada acaba convertida en un gran paseo por la música americana de raíces.
Lowe fue generoso con las incursiones en sus últimos discos, y hubo lugar para delicias como “I read a lot”, “House for sale” o “I trained her to love me”. Salpicados entre medias, sus grandes éxitos, la inmortal “Cruel to be kind” a la cabeza, claro, pero también una “I lived on a battlefield” que sonó maravillosamente, quizá el punto álgido de la noche.
Es perro viejo, de todas formas. A su aspecto de encantador abuelete rocker Lowe le añade un dominio de los tiempos y de los parlamentos entre canciones, repletos de fino humor, que hacen sentir al público como si estuviese en el salón de su casa, la de Lowe. Y allí, en su salón, ejerce de perfecto anfitrión, dando al público lo que este quiere.
Como decíamos, con un cancionero así no es difícil, pero Lowe le añade unas facultades vocales e instrumentales realmente impresionantes. Sin forzar la voz, como si cantar fuese la cosa más natural del mundo, Lowe arrulla al público cuando se pone tierno y le excita cuando tira de rockabilly (memorable “I knew the bride (when she used to rock’n’roll)” para cerrar el set principal). A la guitarra, sencillamente, imparte una clase magistral de rítmica y sonido, y yo salgo del Principal preguntándome porqué nunca se ha destacado esta faceta suya.
Para el bis se reservó parte de la traca mayor de clásicos: “When I write the book”, otra vez de Rockpile, y “(What’s so funny) about peace, love & understanding”, que popularizara su amigo Elvis Costello. Y, para cerrar el círculo y con el teatro puesto en pie, un segundo bis para una delicada versión de “Allison”, de éste último.
Antes de Lowe ejerció de telonera Mery May, joven cantautora de Arrasate que, sin duda, aprovechó la oportunidad. En media hora expuso repertorio propio, recio rock pese a su desnudez acústica, trayéndonos a la cabeza a Neil Young y Patti Smith. Habrá que seguir la pista.
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