A años luz de distancia -en credibilidad, capacidad compositiva y calidad instrumental- de la mayoría de grupos que mes a mes nos visitan, las huestes del crooner australiano se adueñaron del escenario para, una vez más, impartir una lección magistral en la que confluyeron las composiciones del reciente “No More Shall We Part” (Mute/Everlasting, 01) y otras perlas de su discografía más cercana en el tiempo, matizando la crudeza de antaño, diluyéndola en apuestas estéticas cada vez más tendentes al rock de cámara, pero manteniendo la dosis necesaria de verismo que reclaman sus canciones.
Hubo de todo; aciertos (como el rescate de “The Mercy Seat”, que iniciaron tímida y concluyeron entre el caos), errores (“God Is In The House” rompió el tempo, ya de por sí lento y denso, del concierto) y, en general, motivos más que sobrados para el estremecimiento (que devino total en “Lime Tree Harbour”, “Red Right Hand”, “Hallelujah” y “Oh My Lord”). Tras setenta y cinco minutos de intensidad (“Do You Love Me?”), éxtasis (“The Weeping Song”) e incluso innecesarios atrevimientos (“Henry Lee” sin Polly Jean Harvey...¡uf!) el concierto terminó con una inmensa plegaria (“Into My Arms”) coreada desde las entrañas por un público rendido a la evidencia. Inigualable.
Ontos fainetai poly yummi ! Krima pou eimai sto gafreio tha tou edina polles efkairies epitopou an imoun spiti To bradi tha to dokimaso!