Caníbal Sound System ha ejercido siempre (bueno, unos quince añitos) como templo del mestizaje y el sonido Barcelona, pero sobre todo puede presumir de haber estado abierto a músicas de todo el mundo. Jamaica, Latinoamérica y los Balcanes tienen en el club su punto de encuentro por excelencia, y gracias a ello muchas diásporas han adoptado el Caníbal como lugar de reunión y celebración. Fue el caso de Systema Solar el martes, con mayoría de colombianos entre el público, y volvió a ser el caso de Natiruts el miércoles, con una buena representación de la comunidad brasileña presente y el cartel de entradas agotadas colgado en la puerta. Ambos conciertos formaban parte del aniversario de Caníbal Sound System, que cerrarán por todo lo alto el 31 de octubre con una larga lista de invitados.
Natiruts se han hecho un nombre, básicamente, a través de una mezcla de roots reggae y música popular brasileña que cristalizó definitivamente con "Raçaman" (Unimar, 09), en un momento en el que el grupo ya contaba con una base de fans bastante amplia en territorios lusoparlantes. Puede que precisamente por ello sea un buen momento para verles, ahora que combinan un repertorio amplio y una madurez como banda innegable, como demuestra el puñado de discos en directo que han venido sacando y que registra su evolución (además de lo bien que se mueven en aguas tanto acústicas como eléctricas). Por qué no presumir de directo si puedes. Y poder, pueden: llevan un sonido orgánico y musculoso mimado hasta el último detalle, que bebe de muchas fuentes pero que nunca pierde el bajo y la raíz jamaicana, verdadero timón del concierto. Una fusión que suena natural y que parece sencilla pero que no lo es tanto: las canciones son ricas en instrumentación y arreglos, con coros, percusiones y sección de vientos arropando la voz limpia de Alexandre Carlo, que sobresale por encima de una mezcla cristalina e impecable. Un formato de banda da empaque a sus viejas canciones sin entorpecer lo que son, pequeños himnos, temas como “Presente de Um Beija Flor” o la coreadísima “Liberdade pra dentro da cabeça” que llevan dos décadas siendo referencia del reggae brasileño.
El concierto fluye de manera ciertamente uniforme, algo bueno o malo dependiendo de quien lo juzgue. Es cierto que la dinámica nunca decae, y tanto grandes singles como temas menores -aunque todos ellos por encima de la media- se entrelazan de manera que no hay altibajos a lo largo del concierto. Pero también es cierto que esa falta de altibajos puede terminar haciendo que el concierto sea algo plano. No se hace largo, eso sí: como decía, tienen muchos buenos temas repartidos a lo largo de sus más de veinte años de carrera y una mano para las melodías nada fácil de ver en un estilo tan practicado como el roots reggae. Y de todos modos, si esta es la única tacha que se les puede sacar... es buena señal. Natiruts siguen funcionando, gente.
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