Karaoke (y delirio) colectivo

Lo primero que quedó claro en la Ocho y Medio fue que la sala se le había quedado pequeña, con las entradas agotadas desde hacía semanas, Natalia Lacunza presentaba por fin su primer larga duración en Madrid ante un público totalmente entregado desde el primer segundo, logrando que el concierto sonara casi como un karaoke colectivo en el que casi cada canción se gritó como si fuera la última vez.

Lacunza viene de Operación Triunfo pero parece ser que siempre ha sido una especie de verso suelto con más afinidad por el indie pop que por Chenoa, eso sí, sus fans son igualmente de fervorosas. Se apagan las luces y se oye un griterío ensordecedor cuando la protagonista sale al escenario, cuando comienza a sonar la canción que da título al disco, Tiene que ser para mí, casi todo el público comienza a cantar con ella, me siento un poco como si me hubiera colado en un culto al que no pertenezco, pero estoy fascinado ante la adoración que se respira. Desde luego el estribillo es altamente coreable.

Me gusta bastante menos la segunda canción, “Nuestro hombre”, pop comercial sin mucho más pero el recibimiento es igual de entusiasta, a veces es difícil escuchar la voz principal pero lo que se oye demuestra que no lo hace nada mal. Luego suena “Olivia”, un tema perteneciente a su primer EP que suena sugerente y sensual, un medio tiempo bien tocado y muy cantado que se mezcla con una interesante rendición del clasicazo “Crazy” de Gnarls Barkley, estoy dentro. Las proyecciones que se repiten en bucle por detrás de la artista dan el ambiente adecuado pero la verdadera estrella es una Lacunza que no para, ahora con guitarra eléctrica para “El círculo”, también muy coreada, aunque la parte en inglés no tanto, suspenso en bilingüismo en Madrid...

Con “Cuestión de suerte” temo que la Ocho y Medio se vaya a venir abajo de la conmoción que provoca, desde luego es un tema bastante irresistible, producción ochentera con claras miras a New Order, lo que hace que unido a su voz me recuerde a La Bien Querida de “A Veces Ni Eso”. Es un tema pop redondo e inapelable, muy bien construida y con un estribillo totalmente certero, pero los dos medios tiempos que vienen a continuación tampoco me terminan de convencer.

La que sí lo hace es la canción nueva que interpreta, un tema que se abre como una balada de piano pero que, con un momento glitch, rompe a la electrónica en el estribillo llevando al delirio a la sala. Parece claro que tiene un nuevo éxito entre las manos y que el coqueteo con la electrónica le va a la perfección. Eso sí, mi tema favorito, tanto del concierto como de su carrera, es “Muchas cosas” que comienza con unas guitarras que suenan a los últimos Strokes y tiene una gran melodía, pop pero con un tono melancólico. La sigue otra de sus mejores canciones, la personal “No Me Querías Tanto”, que también es recibida con aullidos de aceptación por una audiencia que recoge cada frase de afirmación de la artista como si fuera un mantra inquebrantable, cosas como "No me querías nada, eres un hombre malo y como tú hay tantos".

Otro de los momentos que lleva a la parroquia al éxtasis es la aparición de María Escarmiento, también ex de OT, que canta junto a ella otra canción nueva, es muy bien recibida pero me parece inferior al tema nuevo suyo en solitario. Para el final se guarda la bonita “Nana triste”, la canción que hizo junto a Guitarricadelafuente en 2019, y “Todo va a cambiar”, ante la total adoración de una audiencia que, parece claro, no faltará a la cita el año que viene en La Riviera.

Aunque puede que para entonces también se le haya quedado pequeña la sala junto al río y haya que recurrir al WiZink. Lo que parece claro es que es una estrella sobre el escenario y tiene a su público totalmente entregado.