Las hipérboles son una condición sinequanon para crear leyendas. Las leyendas, por su lado, son también imprescindibles en el mundo del arte y la cultura. Las historias, los relatos, son la gasolina de las leyendas y están plagados de hipérboles. Esta no es una de ellas.
Es difícil describir la euforia. La RAE lo intenta con “Entusiasmo o alegría intensos, con tendencia al optimismo.”; y con “Estado de ánimo extremadamente optimista, que se manifiesta como una alegría intensa, no adecuada a la realidad.”; a HBO y a Sam Levinson le ha llevado dos temporadas y hacer una de las series más impactantes de la última década; yo para hablaros de la euforia del concierto con el que la escena emergente del indie nacional celebró el final del año, en un enclave mítico como El Sol; con Jagger de mecenas; solo puedo remitiros a una sensación de comunión y de confirmación. También de bautizo. Quizá sea que la euforia tiene algo de ese componente espiritual de la religión. Nadie Patín, Cora Yako, Muro María convocaron al público para llenar la Sala El Sol y dejar a casi cien personas en lista de espera sin poder comprar su entrada. Otra vez con BROTE entre bambalinas, y con la colaboración especial de unos Niña Polaca, que aparecieron en una sorpresa no tan sorpresa para cerrar el concierto subiendo, aún más, el nivel y el ánimo del público.
Bautizo, comunión y confirmación. Bautizo porque las bandas protagonistas llevan ya bastante tiempo lanzando canciones, generando la expectación propia de los hijos pródigos; y tienen ya bajo el brazo proyectos de los que desvelaron parte en directo; también por lo que tiene de alumbramiento de un nuevo sonido, más rock y más pop al mismo tiempo. Más sencillo, desde luego: el canal perfecto para la euforia. Un estado en el que Niña Polaca aparecen como padrinos de Nadie Patín, y de Cora Yako, y de Muro María. En lo musical y en lo personal.
Comunión porque el público esperaba el encuentro con las bandas. Pocas veces en los últimos tiempos -y me gano así la vida- ha sonado una sala como sonó El Sol cantando el recién estrenado ‘Cuéntame Otra Vez’ de Muro María; o ‘La Muerte de Mufasa’ de Niña Polaca. Pocas veces en los últimos tiempos el ambiente a posteriori estuvo tan marcado por la alegría (“Entusiasmo o alegría intensos, con tendencia al optimismo.”), por la satisfacción. El público -de dos generaciones diferentes- brindó por el futuro de la escena que unos mantuvieron viva y a la que los otros quieren pertenecer. Para eso deben dar un paso adelante, para eso debe seguir así de viva. Los grupos han insistido en llamarle a esta fiesta “un concierto de colegas” y a raíz de la comunión, no solo entre el público y las bandas, sino también entre las bandas en sí mismas, es imposible dudar. La bandas se intercambiaron y prestaron músicos entre sí; compartieron escenario en sus canciones compartidas. Son en separado y juntos.
Confirmación porque estas bandas, desde luego, tendrán el futuro del panorama en sus manos. Hay celebraciones, conciertos en este caso, que forman parte de la historia. Sin hipérboles, este es uno de ellos. Se notaba en el ambiente: los principales medios de comunicación especializados acudimos todos y nos mirábamos con pinta de estar en uno de esos momentos especiales. La euforia, al fin y al cabo, no se puede constituir artificialmente, y menos aún la colectiva.
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