La cuarta edición del MUWI llegaba envuelta en un halo de optimismo generado por la expectación de las ediciones anteriores, la buena venta anticipada y la respuesta en localidades limítrofes. Los cuatro días no han hecho sino confirmar las expectativas generadas, volviendo a situar al festival logroñés como referencia en el Norte del país tras saber combinar una serie de elementos que hacen que sea atractivo para público de todas las franjas de edad, puesto que presenta alternativas para cada una de ellas.
Un buen amigo me comentaba orgulloso (y emocionado) sus andanzas del festival. Hablaba de cómo le había dado tiempo a ver todos los conciertos y, además, realizar una cata de vino de Rioja. Porque no olvidemos que en la celebración del evento en Franco-Españolas, vino y música van de la mano, siendo ahí donde radica uno de sus encantos. Así, realizar un evento de tal magnitud en una bodega centenaria y accesible (pues se encuentra a escasos diez minutos de la tan famosa Calle Laurel), es algo que abre el abanico de público dispuesto a acudir a las jornadas musicales.
Pero aúna otras muchas bondades, tales como tener la posibilidad de hacer una visita guiada por la sala de barricas, realizar talleres de bolsas ecológicas, de creación de chapas, de tatuajes, o de decoración de botellas... Hasta puedes degustar, mientras ves un concierto, algunos de los platos típicos de la gastronomía riojana como las “chuletillas al sarmiento” o las “patatas con chorizo”. Incluso si ya has subido un nivel siendo papá, y sigues queriendo ir de festival, no decaigas ya que puedes dejar bien atendido a tu hijo en una ludoteca dentro del recinto. Y es que MUWI se adapta a todos los públicos y es esa otra sus fortalezas, la de haber sabido reinventar el concepto festivo dentro de esa vorágine que son los festivales estatales en los que, o das algo más o puedes pasar a ser uno del montón, poniendo en riesgo tu supervivencia.
Y es que, si mezclásemos todo en una coctelera y lo agitásemos con mimo, obtendríamos la combinación que hace de MUWI un festival realmente especial. Valga como ejemplo el momento en que artistas y organización se despedían tras sus actuaciones, los primeros señalaban, admirados, lo bien que se habían sentido tras su paso por la ciudad. Sus palabras eran siempre de agradecimiento y cariño por todo lo recibido. Y es que, ¿hay artista que no salga motivado al escenario si recibe amor? El festival ha vuelto a concluir con un gran éxito organizativo, un aumento significativo de público (dato que crece año a año, demostrando la capacidad de crecimiento del evento) y la cada vez mayor presencia de asistentes desde otras comunidades. Lo anterior, junto con el cuidado de todos y cada uno de los detalles, son las claves de un MUWI que afianza su posición referente en el Norte del país.
Vamos a lo musical. El Escenario Revellín, como en años anteriores, situado en pleno corazón histórico de la ciudad, daba el pistoletazo de salida de la cuarta edición con tres actuaciones que rayaron a gran altura. Arrancaba el trío logroñés, Ático 8, formado por Alicia, Daniel y Diego. Los tres son parte activa del movimiento musical local y forman parte de proyectos como Tobogán y Messura. Además, los dos primeros han vuelto a hacer que la ciudad tenga un lugar donde poder comprar música en formato vinilo, embarcándose en la aventura de The Reeloop Shop. Desgranaron su homónimo Ep de debut, e incluso se atrevieron con una versión de “Me gusta ser una zorra” de Las Vulpes. Dejaron clara su lucha por los derechos sociales a base de pop electrónico y guitarrazos, arrancando con éxito jornada y festival.
Vendría después el turno de dos bandas nacionales que están dando mucho que hablar. The Levitants, con un rock atractivo y glamuroso, fueron una de las propuestas más auténticas de todo el cartel. Interpretaron varios temas de su primer trabajo, "Enola" (que acaba de salir a la venta), tocaron por primera vez en directo la recién estrenada “From the other side (driving)” y pusieron el punto y final con su finísimo “Kolmanskop”. Cerrarían los conciertos las exitosas Cariño, quienes demostraron el por qué de su éxito a base de sus ya himnos generacionales como “Canción Pop de Amor”, “La Bajona”, “Llorando en la Limo” o “Bisexual”. Clausurarían el escenario Me&Djs, demostrando que la apuesta del festival por bandas y artistas femeninos es clara y reconocible. Lazy Sunday sería el que pondría el broche en el Escenario Maldeamores, lugar en el que terminarían los tres días de festival.
Ya el viernes, My Expansive Awareness serían los encargados de inaugurar los conciertos en Franco-Españolas. La presencia de la banda de Zaragoza deja clara una de las señas de identidad de MUWI, el eclecticismo. No es fácil arrancar una jornada de un festival, y tampoco lo es luchar contra la adversidad en forma de calor. Los maños supieron salir airosos de su bolo y conseguir sumar adeptos a la causa de su rock psicodélico con temas como “Wake me up”, “Heaven” o “The Wheel”, consiguiendo que el público abandonase las sombras para ponerse a bailar bajo el sol.
Sin duda, una de las citas que más ganas tenían gran parte de los muwiers era el concierto de Delaporte. El dúo electrónico tiró en su comienzo de su relajada versión de “Cariñito” para romper, inmediatamente, a base de ritmos electrónicos vertiginosos. Musical y visualmente, se notó la seguridad que les ha proporcionado lo exitoso de esta gira. Sin embargo, si hay algo que se ha echado de menos en las fechas estivales en la que han sido programados, es saber qué hubiese sido de un concierto de Delaporte unas horas más tarde.
La propuesta de rock más pura de la tarde fue la de Aurora & The Betrayers. Un ciclón que conquistó Logroño a base de calidad y derroche musical. Ya habían estado, previamente, en la Sala Los Tinos, espacio reservado para el acústico y con un aforo limitado (el sábado, sería el turno de Viva Suecia), dejando un gran sabor de boca y haciéndolo, también, después. En el penúltimo bolo de la noche, Delafé supo enganchar mediante temas nuevos como con los clásicos de siempre (“La Primavera”, “Trompetas de la Muerte”, “Lo más bonito del Mundo”). La aparición femenina de Marina Prades hizo recordar a la época en la que se acompañaba de Helena Miquel, dando muchísima fuerza a la actuación. Brillante propuesta. Cerraría Iván Ferreiro (foto encabezado) con una lleno hasta la bandera, en un bolo que creció de principio a fin. Como siempre, acompañado de una de esas formaciones que pueden denominarse como “súper banda”, supo remontar la pausa inicial para llegar al éxtasis tirando de sus himnos generacionales, de canciones de Los Piratas y culminando con el cierre apoteósico en forma de “Turnedo”.
La segunda jornada de las bodegas arrancaría con Rusos Blancos. Siempre es una incógnita cuánto público se acercará al primer concierto, sobre todo si luchas contra un sol de justicia. Con un bolo muy correcto, algunos de los que allí se acercaron echaron de menos temas como “Supermodelo” (que, quizás, hubiese animado bastante la situación) se vio deslucido por algunos problemas técnicos en determinados momentos (por ejemplo a mitad de “Qué somos ahora”) e incluso con alguna malograda guitarra que tuvieron que tomar prestada de los Derby Motoreta's Burrito Kachimba, siguiente banda en liza. Y ojo, porque estos últimos, con una propuesta compleja para el gran público, salieron airosos, convirtiéndose en uno de los triunfadores de la cuarta edición, convenciendo a quienes los conocían, y conquistando a los que no. Triunfo a base de kinkidelia y potencia, demostrando por qué son, sin duda, uno de los grupos actuales de referencia. La banda liderada por Miguel Garc, frontman con presencia y voz privilegiada, da forma a una idea loca pero madurada tras muchos años de trabajo, y que ha sido capaz de cubrir un nicho que faltaba en la música alternativa española. El propio Miguel decía tras el concierto: “Al trapero le gusta nuestro rock y al rockero nuestro trap”.
Tras ellos, Ángel Stanich, quienes pudieron dar, quizás, el mejor concierto del festival. Un engranaje perfecto en el que Víctor utilizó su virtuosismo a la guitarra para añadir pinceladas que crean canciones sublimes. Ángel se dejó toda la timidez en el camerino entregándose de lleno al público, haciendo guiños a la situación política reciente en la Comunidad (con el lío PSOE y Unidas Podemos) o a otras bandas que les acompañaban en el transcurso de la jornada (por ejemplo, tarareando “Disfraz de Tigre”). Los más de 170 conciertos en la gira de "Antigua y Barbuda" durante los dos últimos años, han conseguido hacer de la banda algo indestructible y perfecto.
Llegaba el turno de Hidrogenesse. Para algunos, una propuesta descafeinada, para otros, brillante. Quizás luzcan mucho más dentro de una sala pequeña y puede que la defensa de su propuesta en campo abierto se quedase escasa y deslucida, sobre todo después de los bolazos que se habían visto anteriormente, pero lo que está claro es que al fan de Hidrogenesse, le gusta Hidrogenesse. Su propuesta en clave de pop inteligente quizás no sea entendida por todo el mundo. Sin embargo, gran parte de su excentricidad y éxito radica en ello. Lo suyo no es un concierto, es una experiencia performativa. Carlos y Genís presentaron varios de los temas de su último trabajo: "Joterías Bobas". "Llorreir", "La carta exagerada" o "Se malogró", maravillas de pop electrónico. También sonaron clásicos como "Vuelve conmigo a Italia", “Góngora” o "Disfraz de tigre”.
Cerraría el ciclo de conciertos los tan ansiados Viva Suecia. La luz y la pirotecnia fueron claves para el regocijo de la legión de seguidores que abarrotaba el recinto de Franco-Españolas para ver a Rafa Val y compañía. Sonaron “Amar el conflicto: Todo lo que importa”, “La Estrella de David”, “Hemos ganado tiempo”, “Lo que te mereces”, “Los años”... Un gran movimiento el de los programadores, puesto que está claro que son una de las bandas más reconocidas del panorama estatal y no va a ser fácil que formen parte del line-up de muchos festivales (refiriéndonos a aquellos que quieran tenerlos y no puedan permitírselo). Un sector del público quedó bastante disgustado con la actitud de su frontman, todo hay que decirlo, a quien se achacó estar más centrado en un espectáculo que no era precisamente el musical.
Pero que caiga la noche no quiere decir que MUWI acabe. De nuevo en el Menhir, durante la tarde del sábado, se celebró VerMuwi, donde tuvieron lugar los conciertos de Fizzy Soup y las pinchadas de Tempranillo y Hip Hip Hurra DJs. Desde el mediodía y hasta bien entrada la tarde, la jornada vespertina sirvió de unión con los conciertos de la bodega y fue, de nuevo, un éxito de público.
En el apartado de DJs, las sesiones del viernes y sábado fueron muy celebradas. Desde los encargados de cerrar los escenarios principales (Edu Anmu y David Van Bylen), hasta los sets de más de tres horas desarrollados en la Sala Los Arcos (Jotapop y Yahaira), pasando por los DJs de transición -quienes clausurarían, también, el Escenario Maldeamores- (Lugg & Ipu, César Gallard), se convirtieron en otro de los puntos fuertes del festival, en “islas sonoras” en las que poder disfrutar de un line up realmente potente y de mucha calidad en lo que al apartado de mezclas se refiere. La otra gran actividad diurna es la del domingo (el llamado Muwi Sunday), día más familiar y gastronómico de los cuatro. Pero es que además es solidario, puesto que el 50% de la entrada se destina a APIR (Asociación Pro-Infancia Riojana).
Durante el desarrollo de la jornada puedes encontrar talleres para niños, degustar los mejores platos de la gastronomía local, o disfrutar de un concierto en el que no se alcanza la mayoría de edad y que te va directamente al corazón (como el protagonizado por Amadeus Muwi Band). La propuesta dominical fue acertadísima y ecléctica, con el ska de Bamboo Bebop, Anita y Los Peleles, Dr. Maha ́s Miracle Tonic y, como plato fuerte, Miki Puig y su Associazione Ciclistica Popolare. Durante la jornada hay que destacar la presencia de varios Djs (el propio Puig, David Van Bylen, Lazy Sunday, Tempranillo y Guatecón) y del tan ansiado taller de swing que se ha convertido, ya, en una de las señas de identidad del domingo.
Así, la cuarta edición ha vuelto a demostrar que MUWI sigue mejorando, destacando la puntualidad en sus conciertos, la accesibilidad, la mayor afluencia de público, su eclecticismo, la gran sonorización y, en general, un crecimiento global como evento. Y es que el techo de MUWI parece indeterminado siendo esa, sin duda, la mejor noticia. ¡A por el quinto!
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