A diferencia de otros amigos del gremio, haber visto a Mumford & Sons hace más de dos años en el FIB de Benicàssim me ayudaba, en parte, a entender el fenómeno desatado alrededor de la banda londinense. Un sonido más que sólido, rotundo, unas canciones basadas en el clásico crescendo y con vocación de himno de taberna marinera y, por encima de todo, la carismática y rocosa voz de Marcus Mumford aupada por el acompañamiento armónico de sus compañeros, son parte de los ingredientes que proporcionan la conexión, casi mesiánica, con un público que tiene las suficientes oportunidades para acompañar a la banda en los estribillos épicos que despliegan. Y es que en buena medida esa conexión reside en que lo suyo va directo al grano, sin excederse más que lo justo en florituras. No se pierden en devaneos progresivos como Dry The River, no se anulan en el bello pero lacónico sonido de Fleet Foxes, y no tienen tantas raíces en las que picotear como The Avett Brothers. Lo suyo es mucho más simple y por ello efectivo. Una máxima que también se puede aplicar a una puesta en escena que, sin demasiados alardes, se basa en crear una atmósfera de feria campestre en el que no faltan las típicas bombillas de glorieta que aportan una gran calidez al momento.
Por eso salen a ganar y convencer desde la primera nota de “Babel”, con la que abren su concierto, y te van envolviendo en un halo de irrealidad, como de otra época, con el fragor de la batalla del tambor en “Whispers In The Dark”, el himno céltico de “White Blank Page” aupado por unos espectaculares cañones de luz blanca o la inclusión, en la más delicada “Holland Road”, de una sección de vientos y violín para realzar el apabullante sonido que consiguen -pocas veces he oído sonar un banjo con tanta intensidad-. Y así, como el que no quiere la cosa, entre los momentos de comunión que proporciona un single tan logrado y efectivo como “I Will Wait”, ese lograr trasladarnos a una taberna de emigrantes hacia el nuevo mundo con “Awake My Soul”, o el precioso golpeteo del piano de un medio tiempo como “Dust Bowl Dance”, el concierto te pasa como una exhalación que solo puede ser rematada con un “Tha Cave” final que nos envía a casa con una gran sonrisa en el rostro y el convencimiento de que Mumford & Sons lo han logrado porque conectan de la misma forma que las tonadas populares llevan haciéndolo desde hace doscientos años, olvidando nuestras miserias y multiplicando las alegrías.
Hola Don Disturbios:
aquí una apasionada de "I will wait" y de Mumford&Sons. ¡¡ REALMENTE FANTÁSTICOS!! Hace ya tiempo que me han conquistado pero no soy capaz a describirlo de la forma tan magistral en que haces tu la crítica de su concierto. ¡Qué envidia de los que podais ver sus conciertos!!
Muchas muchas gracias!!!
Muchas muchas gracias!!!
ESTO NO ES FOLK. NO ES FOLK. NOOOO EEEESSSSS FOOOOOLK. Es un buen producto de marketing, con canciones facilonas y música pop para las masas que adornan con una mandolina y un acordeón.