“First Dates” lleva casi ocho años en antena. Así que si algo se puede decir de este país es que nos encanta el amor, las primeras citas y comer gratis. Nadie se salva. Ni tan siquiera el indie quiere perder su oportunidad de rascar un poquito de esa intimidad pública, que nos coloca a tantos delante de la tele, cada noche. Por eso, el regreso de Mujeres no podía ser menos. Con el anuncio de su sexto disco apareció El Club de los Sentimientos : “Un colectivo exclusivo de gente con sentimientos que tendrá acceso a eventos, cosas y sonidos especiales”. Prometía. Una baladita primero, una canción de guitarritas después, y con el anuncio de su tercer single, Diciendo que me quieres, una invitación formal –por sorteo– para asistir a “La gran cena romántica de los Mujeres en el Buenavista”.
Barcelona, Sants, tres parejas, tres Mujeres, el jefe del bar, y una cena con sorpresa a la luz de velas de purpurina del todo a 100 de la esquina. ¿Qué más se puede pedir? Plan sin fisuras. Perfecto. O por lo menos lo hubiera sido para mí si no me hubieran roto el corazón hacía escasas setenta y dos horas. Pero no pasa nada. Seguimos. Si algo sabemos del trío catalán es que ante todo son ROCK Y AMISTAD. Así que al más estilo Bridget Jones, y aferrandome a la amistad, ahí me planté, con mi colega de apoyo, para que el grupo favorito de tu grupo favorito nos sirviera una deliciosa cena y a ver qué.
Vestidos con sus típicos looks NPC-tejanos-camiseta-llaves-en-el-mosquetón, pasaron con unos platillos y nos ofrecieron coger arepas, Cheetos Pandilla, huevos rellenos, y unos frankfurts rellenos de queso de esos que te comes cuando la depresión universitaria aprieta. Zona de confort. Y barra libre, mucha barra libre. Yago, Pol y Tito [Arnau] se fueron sentando en las mesas de las parejas y contando batallitas de todos estos años de rock y carretera. Así que si alguien esperaba enamorarse, lo tenía difícil. Mientras nos contaban su ruptura más dolorosa con un mail sin asunto, la recuperación de Yago este pasado año, cómo se grabaron las últimas baterías o por qué decidieron empezar a cantar en castellano, surgió la idea de poner el disco, como quien no quiere la cosa. Nada planeado. “Desde flores y entrañas” tiene diecisiete temas. Podréis decir que son muchos, yo lo dije, pero me relajó saber que no eran ni cuarenta y cinco minutos de duración. Ciertamente solo llegamos a escuchar los primeros cinco temas mientras que todo el mundo hacía alarde de sus conocimientos de indie nacional y Pol, el bajista que se tira al público con gafas, se iba a cambiar al lavabo.
Mujeres y los afortunados
Entonces llegó el momento. La sorpresa. Un directo acústico de lo que nosotros quisiéramos. Pol bajó con su ya característico traje verde de baile de película americana de los ochenta y cogieron las guitarras. Por algún motivo alguien quiso que la primera fuera “Galgo Diamante” –que ni ellos recordaban, pero salvaron– y yo solo quería escuchar eso de “creo que se ha roto algoooo” de “Romance Romántico”. La escena era bastante cómica. Ellos, con dos guitarras, una pandereta, un guiro de madera –que para los que no queráis buscar en Google es ese pez que rascas con un palo– y una maraca, parecían los típicos niños que se juntan en la cena de navidad para hacer un show a sus padres. Nosotros, por nuestra parte, nos comprometimos con el papel e hicimos como buenos padres eso de acompañarlos cantando ”Salvaje”, “Ojos turbios”, “Tú y yo”, “Vivir sin ti”, “Besos” y la épica de “Un sentimiento importante”. Y diréis ¿las nuevas? a esas alturas de la barra libre la gente solo quería clásicos y ellos se deben a su público. Da igual si es delante del público del Canela o de ocho personas que no tenían nada mejor que hacer un lunes por la noche. Mujeres son ROCK. Y si hace falta se tiran al suelo a dar vueltas sobre si mismos con una acústica para que a ti te quede claro.
En medio de esta sonidomuchachización de la música hacia un underground que quiere tomar lo comercial, está bien que existan estos pequeños oasis que no importan demasiado a la historia, pero son importantes para ti, para ellos. Al final, todo el romanticismo de la velada se convirtió en un grupo de personas, con sentimientos, que, con el paso de las cervezas, se sintieron algo colegas. Y eso, en un mundo hostil –y concretamente en una Barcelona en la que ni nos saludamos–, ya es mucho. El grupo se despidió a la salida del local de todos, uno por uno, con abrazos como golpes de afecto. Ya somos amigos. Otro triunfo para El Club de los Sentimientos, para quien lo quiera recordar.
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