A Coruña tenía hambre de rock y así quedó demostrado con lo vivido en la pasada noche del sábado. Los asistentes pudieron degustar un menú con sabor catalán, donde Vecinos resulto ser el entrante perfecto para ir saciando el apetito, antes de que Mujeres se convirtiesen en ese plato estrella que a todo comensal le gustaría repetir hasta la saciedad. Los ingredientes no eran arriesgados, pero respondían a lo que el público estaba esperando: buenas dosis de guitarras, baterías potentes, y unas canciones tan intensas que obligaban a moverse sin parar un segundo.
Vecinos tuvieron la siempre complicada tarea de abrir la noche, cumpliendo con solvencia en su papel. Bastó media hora que demostrasen su calidad sobre el escenario y para que muchos de los asistentes quedasen con ganas de volver a verlos. Ante el poco tiempo del que disponían, tomaron la acertada decisión de disminuir las interacciones con el público para soltar canción tras canción. Aun así, no faltaron los guiños al equipo de fútbol local, el Real Club Deportivo de La Coruña, del cual se declararon fans desde pequeños. Terminaron por hacer las delicias de los presentes con un tema de despedida con sabor local: “Valerón Tristán” fue coreado por el público en lo que fue su último y acertado bocado.
Sin tiempo para hacer la digestión, Mujeres continuaron con el reto de seguir alimentando a los hambrientos del buen rock. Lo hicieron casi en crudo, sin necesidad de cocinarlo más y, aprovechando que habían terminado de montar sus instrumentos, comenzaron a sonar los primeros acordes de “Cae la noche”, sin sentir la necesidad de esconderse nuevamente en el camerino. 'No vamos a hacer el paripé de bajar y volver a subir', comentaron en la que fue toda una declaración de intenciones. A partir de aquí demostraron que con ellos no hay medias tintas, que van a hacer todo lo posible para que degustes su plato sin parar de masticar unos buenos riffs de guitarra.
Mujeres fueron todo energía e intensidad. Su ejecución es lo suficiente buena para que sus fieles disfruten como niños y que, los que ha llegado allí motivados por la causalidad o van de acompañantes, vivan también una divertida experiencia. Y es que más de uno casi toca el techo al elevarse por todo lo alto, al mismo tiempo que los pogos iban apareciendo y creciendo en intensidad con el paso de los minutos. Un ambiente tan loco y festivo que incluso el propio Pol se animó a surfear sobre el público acompañado de su bajo. La noche dejó un magnífico sabor de boca, tras evidenciar que hay mucha gente que todavía quiere consumir rock. Aunque no sea la comida principal de muchos de los restaurantes musicales.
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