Tras desaforadas celebraciones en la capital, un público fiel abarrotó la sala donde atestiguar el regreso de la sensualidad y la calma. Los míticos Morcheeba, responsables hace años de la oleada buen rollista del trip hop en nuestro país, aún despiertan la fiebre de miles de adeptos, sobretodo si el directo incluía la reunión original con Skye Edwards al frente. Ella captó la atención de todos con un vestido de propia confección muy a la moda, no sólo por el rollo del drapeado, sino porque – en honor a la victoria y pasión españolas – destellaba rojo sobre piel morena. Su voz, majestuosa y fina, arrancó sonrisas a diestro y siniestro, en especial de una primera fila compuesta por entero de parejas arrumacadas, balanceo arriba y abajo. Por su parte, el resto de la banda, capitaneada por el nada desdeñable talento de los hermanos Godfrey, deslumbró con un sonido impecable. Todos son uno y diversas sus personalidades musicales (no sólo hay que centrarse en Edwards), y eso se constata más notablemente en la guitarra de Ross (ejecutaba solos de vértigo con su Telecaster), a quién hay que atribuir el sonido más característico del grupo. Simpatía, intercambio de porros con el público, y un repertorio retrospectivo, desde “The Sea” o “Part of the process”, a las nuevas “Even though” y “Blood like lemonade”, fueron las coordenadas de la noche. Un recital que resumir en varios hitos de la banda, muy reveladores de su propio leif motiv musical y personal, como “Be yourself”, “I am the spring”, con acústica y la voz de Edwards reinando sobre el silencio de la sala, y baile final con “Rome wasn´t built in a day”. A estas alturas, esa
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