En otra noche fría y de mil eventos en el botxo, decidimos acudir a refugiarnos a Nave 9, uno de los garitos que mejor está programando en los últimos tiempos, para encontrarnos con dos de nuestras bandas locales favoritas, dicho sea lo de “locales”, sin ningún tipo de menosprecio, sino todo lo contrario.
Así que allá fuimos a ver a Moonshakers y Pomeray, una dupla de amigas y amigos que no sé si habrían coincidido tocando juntos anteriormente, aunque por lo que dijeron, creo que no. Así que, para poner solución a este grave error, y demostrando que nunca es tarde si la dicha es buena, ahí estaban para ofrecernos una auténtica noche de rock and roll salvaje.
El primer zarpazo lo dieron unas Moonshakers en estado de gracia, y que cada día suenan mejor. En los aproximadamente tres cuartos de hora que estuvieron sobre las tablas, repasaron unos 15 temas de todas sus épocas, aparte de alguna otra versión muy bien llevada a su terreno: ese lugar inhóspito pero fantástico entre el punk, el garage y el postpunk, en el que tan bien se mueven las cuatro. Para entrar en materia y atrapar a un público atento en todo momento, comenzaron con “Cambia mi suerte”, un tema perteneciente a “Visitantes”, el disco que, seguramente, cambió el camino de la banda, al apostar por sonidos más acelerados y por dar prioridad al castellano en sus letras, algo que, en opinión del que suscribe –que, dejemos claro que no vale ni más ni menos que la del resto de la humanidad-, fue un acierto absoluto. Algo con lo que ellas creo que también están de acuerdo, si nos fijamos en un setlist en el que predominaron las canciones de este trabajo: “Manipúlame”, la elegante “Lobos de mar”, la extraordinaria “Visitantes”, “Shake”, de las más divertidas y donde la interacción con la gente es total.
Tampoco se olvidaron las Moonshakers de repasar su primer disco, con la muy indie “The rising flame”, y también revisaron su faceta más oscura en “El pantano”, “Miénteme”, y la salvaje y directa “Púdrete”, todas incluidas en su EP de 2023 “Monstrencas, Vol.1”, que está pidiendo a gritos una continuación urgente. Las Moonshakers respondieron en todo momento y se las vio cómodas y divirtiéndose. Porque yo no lo sé, pero no creo que haya mayor felicidad que estar encima de un escenario tocando con tus amigas. Y esa creo que es una de las claves principales para que todo suene tan bien, y cada vez mejor, como decía al principio. Tanto que tampoco se cortan a la hora de revisar composiciones ajenas que, a buen seguro, empezaron como divertimento en algún ensayo y acabaron en el repertorio. En este caso las elegidas fueron “I wanna be your dog” de Los Stooges, “She” de The Damned y una impagable versión de “Meteoritu”, de unos injustamente poco reivindicados y reconocidos Aterkings, a los que, sin embargo, ellas nunca olvidan homenajear en cada bolo.
Tras esta descarga de adrenalina tocaba disfrutar de los Pomeray, otro grupo de amigos que se encuentra a un nivel sobresaliente, tal y como demuestran en cada concierto. Un quinteto único que, más allá de estilos y de encasillamientos, desde que comenzaron en esto de la música, decidieron apostar por un camino propio y con una personalidad innegociable. Pura honestidad tan difícil de ver en estos tiempos, más aún en este mundo del rock, y que se agradece, porque te hace ver que, más allá de los hits inmediatos y de los sonidos facilones, es necesario que también nos hagan pensar de vez en cuando, y que traten al consumidor de música como una persona inteligente.
Así, comenzaron el concierto con la valiente “Intxaurrondo”, gráfica explicación de todas esas historias que han existido y siguen existiendo, aunque haya quien todavía siga negándolo. Por suerte, todavía queda gente osada como Pomeray para contárselo a quien quiera escucharlo. Completaron esta primera parte del bolo con “Huérfano”, “La red” y “Loca”, todas pertenecientes al último trabajo discográfico de la banda bilbaína “20 mg.”.
“Tic tac”, trepidante, aceleraba el ritmo del concierto, antes de que sonaran ese himno que ya es “Europa”, la elegante “Vanidoso”, el acercamiento al stoner de “Inadaptado”, una de las favoritas de este que escribe, y “Al tiempo” con esos cambios de registro que tanto enganchan y que ya se han convertido en marca de la casa, y que sirve para que cada miembro de la banda se luzca, porque aunque creo que todavía no lo he dicho, en Pomeray son todos muy buenos, más aún con esa apuesta que han hecho en los últimos tiempos de incluir en la formación al teclista (y batería en Capitán Elefante) Josean Valle, que ha dado otro color a una paleta que ya era inmensa, incluso antes de entrar él en la banda. Tras este recorrido por su lejano “Raro” (2018), también repasaron su aún más lejano disco debut con “Zu eta ni”, “Delirios” y “Big Bang”, intercalando entre ellas una revisión de “Inercia” de Lagartija Nick, probablemente la mayor influencia del quinteto, o por lo menos la que más les ha marcado en lo musical, y casi seguro que bastante también en lo personal, y en su forma de hacer canciones y de entender la música.
Con este repertorio tan rotundo, poco más cabe añadir, y sólo queda por decir que, seguramente, hubo otras cosas muy buenas en Bilbao esa misma noche, pero estamos plenamente satisfecho de la decisión que tomamos de pasar una velada con amigos y amigas. Y recordando el nombre de aquel viejo programa, donde comenzó nuestro admirado compañero Jerry Corral: “Dios salve a los maravillosos grupos locales”.
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