Nos lo debía. Dave Wyndorf, bestia escénica, todopoderoso showman, adalid del underground hasta que saltó al estrellato a finales de los 90, nos debía una recompensa desde aquel lamentable show en la Rock Star de hace una década. Y vaya si lo hizo. Ya totalmente recuperado de sus adicciones y en plena forma física, Dave y sus actuales Monster Magnet salieron a matar y casi diría que a resarcirse de aquél lejano show de 2008.
La noche se presentaba espectacular, y si bien es cierto que los tickets vendidos (¡solo 400!) no se correspondieron con la calidad de la triple oferta, no lo es menos que los grupos lo dieron todo. Cada uno en su estilo, aún compartiendo el nexo común del Stoner Rock, los resultados varían tanto que la sensación de repetición era poco menos que imposible. Los gasteiztarras Arenna (foto inferior) demostraron su exquisitez, una suerte de rock profundo y psicodélico, con atmósferas especialmente cuidadas y encauzadas en el Stoner Rock más espacial y ácido. La importancia otorgada a los ambientes y matices, a la atmósfera expansiva y liberadora, produce una especie de hipnosis y la sensación de flotar en el aire. Sin estribillos evidentes, si es que los hay, con poca comunicación directa con el público, se trata sin embargo de una oferta irresistible. Temas largos (5 temas en 44 minutos: ¡una media de 9 minutos por tema!), trabajados y desarrollados con solvencia, destreza técnica y entrega, son las mejores bazas del quinteto. Es imposible no disfrutar tocando esos temas, y en consecuencia es algo que se nota en los músicos. Sorprende que, entre tanto grupo guiri no siempre rompedor, Arenna no tenga mayor eco mediático. Mi sentencia es clara: pueden mirar a la cara a buena parte de los últimos hypes de la industria musical europea.
El grupo holandés ¡Pendejo! (foto inferior) ofrece una curiosísima propuesta de rock potente, un Stoner Rock de muchos quilates, combinada con la grave y casi gutural voz de El Pastuso y aliñada con instrumentos de viento (¡). Aunque la mejor definición viene de ellos mismos: “Rock with cojones the size of Danny de Vito”. El show, frenético y brutal, no es una propuesta: ellos vienen a tomar la plaza, y saben que lo harán. El Pastuso, un portento, es entre intimidante y divertido. Arenga y provoca al público, y más que cantar, vocifera y aplasta. Arrancaron con “Flotadores”, con fuerza y con la “sección” de viento a pleno rendimiento. De este modo, con el alucinante sonido de guitarra y la pegada y precisión del bataca, se sucedían los temas en una actuación sin descanso: “La vagancia”, “Juanita”, “Amor y pereza”, la tremenda “Arrecho vengo” y, ya para cerrar en lo más alto, la contundente “Camarón”. No falta acidez y mala ostia en sus letras, sobre todo en esa última, como tampoco en las composiciones. Mi voto es favorable: un grupo muy recomendable.
Si hace un par de meses hablaba del resurgir del guerrero en la crónica del concierto de Black Label Society, otro tanto debo hacer en esta de Monster Magnet (foto inferior y encabezado): Si aquella vez alababa a Zakk Wylde en su resurgir tras jugar a la ruleta rusa con el demon alcohol, en esta debo recalcar la fortaleza de Dave Wyndorf después de morder el polvo a causa de la adicción a los tranquilizantes. Después de haberle visto en Barcelona en 2004 y en el Azkena Rock Festival al año siguiente, 2006 me volvió a llevar a Barcelona a aquel show suspendido por sobredosis. Después de un par de años en el dique seco, Monster Magnet tocó en la Rock Star de Barakaldo en un concierto para olvidar donde Dave estaba más para allá que para acá. La recuperación de Dave, sin embargo, tanto física como artística, ha sido evidente desde entonces, especialmente a partir del penúltimo disco “Last Patrol” (2013).
Ya en 2018, hace menos de dos meses se publicó “Mindfucker”: Un pedazo de trabajo que los devuelve a sus años de gloria. Para algunos es su mejor disco desde “Powertrip”, y aunque personalmente no lo pongo en duda, añadiría “Monolithic baby!” a la ecuación. Con estos precedentes, nos esperaba una actuación poderosa y anfetamínica donde, como se aprecia desde el comienzo del tour europeo, iban a darle cera al nuevo disco, con 5 temas interpretados de los 12 que tocaron. Saltan a escena y ya nos tienen ganados con “Dopes to infinity” uno de sus más monumentales temas de space rock, de su homónimo y aclamado disco de 1995. Seguidamente, el aplastante set de tres temas nuevos: “Rocket freak” (Hard Rock directo y básico, marca de la casa), “Soul” (sublime) y la propia “Mindfucker”, redonda y efectiva a más no poder. Dave sale pletórico, rabioso, como queriéndose desquitar de lo de 2008. Vestido con una camiseta del disco “Maggot brain” de Funkadelic, se comunica con nosotros, nos hace gestos; su expresión corporal y sus dotes de showman hacen el resto. Casi no toca la guitarra, pero canta y cierra los puños con decisión. No sobreactúa, pero está totalmente espídico.
“Radiation day”, única representante de “Monolithic baby!” suena demasiado acelerada, increíblemente vitaminada. El grupo está que se sale, aunque en este punto del show ha perdido precisión. Las guitarras suenan demasiado altas y la voz de Dave (como casi en toda la noche) demasiado baja. Mi percepción es desde la primera fila, donde el sonido no es obviamente tan bueno como unos metros más atrás. Antes de volver al nuevo disco con el entrecortado y megasónico “When the hammer comes down”, la segunda y penúltima concesión a “Dopes to infinity” con “Look to your orb for the warning”, donde Dave nos hace gestos de calma, y sus acordes psycho-space-rock nos hacen flotar. Ya era hora de bajar el pistón, aunque rondando el estribillo nos volvemos a desatar para después volver a la calma. Volvemos a “Dopes…” con la enormemente penetrante “Negasonic teenage warhead” donde los músicos levantan sus guitarras al unísono y se retiran con “Space lord”, otro momento cumbre y recuerdo de aquella época dorada (1998) donde rondaron el éxito masivo. Han sido 9 temas en menos de una hora. Esto va muy rápido, pero nos han dado mucho.
Solo 2 o 3 minutos después, salen con todo y con “Ejection”, otra de las nuevas. Phil Caivano, guitarra solista, es el que destaca en todo el show: hace las delicias de los fotógrafos con sus poses, da un paso adelante hasta el borde del escenario en cada solo, y busca contacto visual con el público. Dave sigue motivadísimo, y la larga –casi 8 minutos- “End of time”, de su anterior disco, demuestra la grandeza de sus atmósferas. Y ya encaramos la última con la emblemática “Powertrip” para despedir una actuación corta aunque especialmente intensa. El baño de sudor y derroche de energía de Dave han sido tremendos. Nos deja exhaustos y tremendamente felices. Dave es, de nuevo, el Rey de Marte. Siempre lo fue.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.