Se ha cantado y dicho de mil maneras diferentes, y así, con estos versos, lo dejó Félix Grande por escrito: “Donde fuiste feliz alguna vez, no debieras volver jamás”. Ni caso a Félix, claro. Tres años sin ir al Monkey Chico, al Puerto de Santa María, es demasiado tiempo y había que poner remedio ya, sí o sí. Cierto es que no estábamos en las mejores circunstancias… con un océano cada vez más grande entre medio, casi 1.500 kilómetros de distancia, sin equipo y con mucho trabajo acumulado de ida y vuelta, pero allá que vamos, bus, dos vuelos y tren de cercanías a las espaldas.
Con la mochila aún a cuestas, la luz gaditana nos marca el camino hacia la primera cerveza y reencuentros en Bugalú, pulsera festivalera de Alhambra Monkey Weekend 2024 ya reluciente en la muñeca. Repasamos itinerario y nos disponemos a escalar las almenas del Castillo de San Marcos, fortaleza del siglo XIII como escenario (Alhambra) principal del festival y marco incomparable en esta jornada inaugural de viernes. Mención aparte y felicitación por la maravilla de despegable/fanzine loco con los horarios y el diseño de monetes y unicornios mil. Por el bien de la humanidad debería haber merchan con estos diseños.
No llegamos a la descarga de Cuerda Huida, pero aún tiembla la tierra que pisamos y resuenan los ecos de su cóctel incendiario de post punk-hardcore. En la brisa fresca de la recta final del debut en solitario de Ade Martín (ex bajista de Hinds), Shanghai Baby, tomamos posiciones, desgranando su flamante “EP2” (24). Distorsiones y revitalizantes melodías a base de indie-rock directo a la yugular, con aparición y colaboración estelar en uno de los temas del siempre omnipresente Paco Loco, productor del disco de Ade y figura imprescindible en el Monkey. Se nos queda pegada como salitre a la piel una rabiosa “I Could Never Beat You” que bailamos y cantamos hasta sin sabernos la letra.
Y casi sin tiempo a parpadear, con algún reencuentro más (y triste desencuentro) entre medias, dos de los cabezas de cartel a quemarropa, primero los cordobeses Viva Belgrado, y cerrando el patio del Castillo los sevillanos y mutantes Pony Bravo.
Cae la noche estrellada en el Puerto de Santa María y salen a escena Viva Belgrado para brindarnos el concierto más intenso y desgarrador de esta edición, demostrando una vez más (entre muchas otras cosas) que son puro fuego en directo y que su último “Cancionero de los cielos” (24), que recorren ampliamente, peleará con fuerza por coronarse como disco nacional del año. Así, en ese arder y arder, abriendo heridas y estrujándonos el pecho con cada interpretación como si fuera la primera y última vez, nos pasan por encima las nuevas piezas que suenan a clásicos instantáneos de la banda, fundiéndose a la perfección en un setlist que es pura balacera continua. De la inicial explosión en la cara con “Una Soga” al cuello, a ese “al futuro que le jodan” al que nos aferramos como una estrella fugaz que nos quema las manos en “Cerecita Blues”, pasando por las devoradoras dudas hilvanadas en “Un Collar”, de efímera tregua con compás flamenco y que “por las noches me despiertan con un quejío singular”, para, antes y después, seguir “ahogando en el volumen toda mi ansiedad, ignorando el peligro, dejándome engañar…”, con “Chéjov y las Gaviotas” en el aire.
Viva Belgrado
“La pena es pena, la cante quien la cante… Auscultando los recuerdos por si encuentro algún latido…”, quemaduras van y vienen con “Vicios” y caemos rendidos “en un loop en los anillos de Saturno”, con una “Jupiter and Beyond the Infinite” en la que nos habríamos quedado a vivir hasta el siguiente Monkey, más otros astros celestes compañeros de surcos, como esa crisis de fe que nos centrifuga por dentro en “El Cristo de los Faroles” o las bellísimas y dolientes, ay, “veinte formas de acordarme de ti”, deseando que se produzca el milagro/eclipse en la noche, salga el sol “y se ahogue un poco mi pena por el tragaluz…”. Pero no, “no deja de llover”, lo único que asoma por y tras “Un tragaluz”, son las fauces de “El Gran Danés” final, masticándonos las entrañas y empujándonos (con ese martilleante “no hay nadie, no hay nadie, nadie” dándonos vueltas en la cabeza) a la búsqueda de un cóctel doble (made in Monkey/Juan Franco rules) que afloje el nudo en la garganta.
Aún trepan junto a las enredaderas por las paredes de bloques de piedras, el eco de ese “a donde quiero llegar yo, no existe, / a donde quieres llegar, yo no existo” de “Júpiter y más allá del universo”, pero la fiesta debe continuar y Pablo Peña, Darío del Moral y Daniel Alonso, con el productor Raúl Pérez como cuarto miembro de una de las bandas más mutantes, genuinas e influyentes de los tres últimos lustros, los sevillanos Pony Bravo, ponen patas arriba el Castillo desde que pisan las tablas con la hechizante “Linda” de arranque. Otra de esas grandes formaciones que un día pasaron y saltaron por ese bendito trampolín de “conoce hoy las bandas del mañana”, lema, latido y espíritu primigenio del Monkey Week. De su aún humeante quinto trabajo, “Trópico” (24), también nos atrapan con la tántrica “C'est Chic - C'est Bon”, desplegando todo su universo costumbrista y mordaz ironía, pasando por la sensualidad disco-soul de la envolvente “Magic Feeling”, con ese “ay, qué feliz estaba yo, cuando tú te acuerdas de mí” cantado por todos. Y aunque alcanzamos el punto álgido de la verbena lisérgica de “Trópico” con la muy celebrada “Jazmín de Megatrón”, son las interpretaciones de los clásicos de la banda (repasando muchas de las cumbres de sus cuatro anteriores trabajos) con las que nos regalan vidas extras a cholón, kraut-funk y psicodelia andalusí a borbotones: De esa coplera “Niña (Ninja) de fuego” que inmortalizara Manolo Caracol y hacen libérrimamente suya, con la banda al completo en contagioso trance hipnótico, fundiéndose en cada embestida, mientras la personalísima voz de Daniel Alonso nos cala hasta los huesos; a otras masterpieces de ese fantástico “Un Gramo de Fe” (10), como la locura colectiva de “Noche de Setas” o ese siempre “fuego sanador” de “La Rave de Dios” (canción que tendrá marcado protagonismo también en la jornada del sábado, dejando para el recuerdo uno de los momentos más inolvidables de esta edición). No hay luna llena, pero, sin frenos y a tumba abierta, los cuatro Ponys bravos sigue galopando por la ribera del Puerto, “escapando de la rueda”, intercambiando posiciones e instrumentos con la naturalidad y magia que les caracteriza, bordando en oro “El Rayo”, teletransportándonos a la feria de abril más loca con el “Rey Boabdil”, al final de campaña de “El político neoliberal”, con escala por todo lo alto y bola de espejos en “Ibitza”, para terminar por rematarnos con el apoteosis empoderado del hitazo “Totomami” (“ole tu coño, / admiro tu valor, / dame amor”) y ese “Mi DNI” que sigue la estela blanquecina de una rave interminable, con Pablo Peña a la voz y maracas. Y sí, cantamos esa estrofa en la que se nos nombra: “No sé si fue ahí o fue en otra fiesta, / en una de MondoSonoro, / no sé, la gente estaba muy puesta, / no sé, la gente estaba muy puesta / y, por supuesto, yo el peor de todos”.
La fiesta continúa en el Monkey Chico, pero el cansancio, el corazón y el sombrero, me instan a una cobarde retirada a tiempo.
Pony Bravo
El sábado comienza temprano y las gafas de sol son imprescindibles para las que se acostaron tarde o los que aún no lo hicieron, desayunamos destilados espirituosos con sabor a hierbabuena en la mítica Destilería Cacao Pico, la más antigua de España (fundada en 1824, sí, cumple 200 años) rodeado de alambiques y un patio con chambao de parras que dejan entrever el azul de un cielo totalmente despejado. Otra de las características exclusivas de este rara avis de los festivales, sus innumerables localizaciones para que cada concierto sea exclusivo y más inolvidable si cabe. La madrileña María de la Flor es la encargada de encender la mecha sonora, recorriendo su debut “Hilanderas” (22) y su último EP “Resalada” (24), embelesándonos con su voz, a medio camino del folclore nacional y los sones latinoamericanos. De “El día de hoy”, con el público sumándose a los coros, a las “Naves”, con solo de violín incluido, pasando por una “La Flor y la Espina” que nos agarra y paraliza, justo cuando ya nos íbamos. Un penúltimo trago de esa poción mágica mañanera (Soho’s Fino Spritz), a base de fino de la tierra y aromas naturales de hierbabuena, limón y bergamota, para despedirnos con ese “Sí, ya lo sé, cada paso que das / es leña para la hoguera / que con su fuego sanará” de “El Son del Camino”.
Maria de la Flor
En busca de otro marco de ensueño y de otra delicatessen que nos tiene preparada el Monkey (el concierto más bonito de esta edición), de la mano de la mallorquina Júlia Colom en el patio abierto al cielo del Museo Arqueológico Municipal, “El Hospitalito”. Como la estatua de una diosa griega que recupera la vida, nos hechiza de principio a fin, con su sobresaliente debut, “Miramar” (23), en formato trío y a base de una voz celestial, folk y texturas electrónicas que nos mecen y no nos dejan tocar el suelo. Del futurista y urbano juicio final de “Estrófica” en el que no sabemos qué quedará de nosotros, a “Ell i Ella”, esa dolorosa espera interminable del corazón que, aunque no quiera, sabe que, habiendo hecho todo lo que estaba en su mano, es ya demasiado tarde (¿o no?) y debe irse lejos de allí. Si en la bellísima interpretación de “Camí Amunt” nos corta la respiración y para el tiempo a su antojo, seguida de la sentida aspereza de la tradición en la dramática “Tonada de Collir Figues”, es con la central y resplandeciente magia de “Canta para seguir” cuando nos termina por conquistar para siempre. Recuerden, Júlia Colom, no se la pierdan bajo ningún concepto.
Júlia Colom
¡Vaya mañana de diez!, que, como colofón, trago de “Sol y Sombra” (23) con las seis cuerdas oscuras y camaleónicamente flamencas en su raíz, de Pedro de Dios, mitad de Guadalupe Plata. ¿Dónde? En un templo del cante jondo auténtico por los cuatro costaos, la Tertulia Tomás el Nitri, donde se respira arte nada más entrar, con esas letras al fondo que rezan: “Como mejor se escucha es en silencio”. Instrumentales como “Bronco Bill”, “De Jaén” o la hermosísima “Stabat Mater” arrancan los aplausos hasta de los más puristas de la peña, pasando por encrucijadas en las que el blues y el flamenco aúllan a la par en la puerta, como en el “Al infierno que vayas” final, pasando antes por ese “Ataúd” perdido y la pregunta pertinente de “¿Quién va a enterrar ahora al muerto?”, o esa resplandeciente oscuridad con latido de vals de “Ruina”, cantada a medias con Eugenia Cervialla. Gloria para Pedro de Dios y sus raíces a plena luz del día. Y no olviden escuchar su ultimísimo “Cantes Malditos” (24), junto al cantaor Antonio Fernández, quizás el primer gran disco en el que blues y flamenco se funden a la perfección, con extra de negritud marca de la casa. Imprescindible.
Mini descanso para comer y recargar batería para afrontar la larga jornada que nos espera, con conciertos que se entrecruzan y solapan en diferentes lugares. Primera parada para echarnos un cantecito con Paco Loco y compañía en el mítico Karaoke “Los Jaguares”, en el pequeño escenario Garaje Bugalú, con la calle colapsada de gente y buen rollo a cada paso, cantando todos a viva voz, tema a tema. De “Suspicious Minds” a “La Chica de Ayer”, pasando por esa enérgica pregunta planetaria sin respuesta lanzada al aire del Puerto de Santa María, “¿Qué puedo hacer?”, con la que huimos de allí antes de que sea tarde, arrastrando y cantando sin darnos cuenta todo lo que le sigue (“...si después de tanto tiempo / no te dejo de querer, / y si después de todo el tiempo que ha pasado / si nos vemos no sé lo que hacer…”). Necesitamos sombra y ruidismo del bueno para dejar de tararear el clásico de Los Planetas, y eso nos dan Nuria Capote y Daniel Escortell, Nelo, ambos ya compañeros en los recordados Furia Trinidad. Ahora, bajo el olivo, en un pequeño rincón del castillo, se presentan como Masa, Nelo a la batería (“Soni”, bajista de Derby Motoreta’s Burrito Kachimba) y Nuria a la guitarra eléctrica y voces, provocando una tormenta sónica sin tregua, en la que el rock progresivo se funde con la psicodelia y el puro metal más afilado y abrasador. Se suman al aquelarre en la recta final las seis cuerdas Alejandro García (“Bacca”, guitarra también en Derby Motoreta’s Burrito Kachimba), agigantando el enjambre de riffs y la bola de fuego. No dejan títere con cabeza y hasta el olivo se contonea en cada embestida.
Karaoke Los Jaguares
El festival alcanza velocidad de crucero y nosotros también, de nuevo a “El Hospitalito” de cabeza, donde Los Sara Fontán, rodeados del numeroso y expectante público que abarrota el patio del Museo Arqueológico, siembran de ojos abiertos como platos la tarde. Sara Fontán y el omnipresente Edi Pou (mitad de ZA!), recorren su disco “Queda pendiente” (23), rezumando experimentación, riesgo y combustión instantánea en cada movimiento, con ritmos sorprendentes a la batería y loops interestelares de violín, cuidadísima electrónica espacial y capas sonoras y paisajes regrabados en los que orbitamos, sin tocar el suelo, a su antojo. Mutación constante en cada interpretación, fundiéndose desde el primer parpadeo en crisálida de dos cabezas y en la siguiente caída de párpados, metamorfoseando en mariposa/dragón de fuego. Totalmente hipnóticos y adictivos, con reminiscencias clásicas al violín por momentos, para saltar una y otra vez a abismos noise y post-hardcore, con resplandores de pop lisérgicos y sin seguir ninguna aparente dirección preestablecida, narrativa tradicional o imaginario concreto; todo más cerca de la improvisación “dirigida” y del arte efímero, que nace y muere en el momento, pero que no se olvida, ya que te arrastra como una cascada helada que cae del cielo, o como una lengua de fuego que aparece, sin avisar, y te atrapa en esa justa y fina línea que separa la realidad del mundo de los sueños. Un torbellino sugerente de sensaciones, texturas y ritmos que te envuelven y empujan a avanzar constantemente, nada de zona de confort y simple contemplación para el espectador, somos arrastrados por un juego sin tregua, un fluir experimental que te lleva por delante con ellos, quieras o no quieras. Arte libre controlado e incontrolable, piezas que parecen apelar a la inquietud de ese justo instante, a la adrenalina que despierta afrontarla, transmitirla y sentirla antes de que deje de existir para siempre.
Todos echando humo por las orejas y con una gran sonrisa dibujada en la cara, incluido Perrate, al que saludamos y nos dice, “no hay nada más contemporáneo que esto, son una pasada”.
Los Sara Fontán
No hay tiempo ya para aterrizar, así que toca volar de un lado a otro para perdernos lo menos posible: la tarde dora las pieles y, a las puertas del Castillo, en la gran Plaza Alfonso X El Sabio, se sitúa el escenario gratuito (bravo a la organización), a rebosar con el flamenco José de los Camarones (y su portentosa banda de rock), auténtico y artista con solo respirar. Nos llevamos para el recuerdo ese precioso dueto con María de la Flor en “Diálogos con Teresa” y nos despedimos con sus reivindicativos “Tangos de la Libertad”. Intentamos ver a Jordi Ganchitos en la sala Milwaukee, pero la cola es kilométrica para entrar y pegamos el oído para escuchar a lo lejos “Calvo con Barba” y sentir que la fiesta y diversión está alcanzando cotas muy altas dentro. Tornado asegurado de ironía, surrealismo, diversión y loca metamorfosis en cada tema. Nos asomamos al Parque Calderón, sólo para ver a lo lejos que la pista de coches de choque está en su sitio y funcionando a todo gas, con Dalila de rave tempranera. Toca volver al escenario principal (Castillo de San Marcos) y fluir con la lisergia canaria de GAF y La Estrella de la Muerte. Tardan segundos en sobrevolarnos con su ovni sonoro y provocar una abducción colectiva, de principio a final del show, a base de su genuina fórmula instrumental de rock progresivo y psicodelia espacial. Virtuosismos y pasión sintetizada con la que tejen capas y capas instrumentales que nos envuelven y hacen levitar en cada interpretación. El sexteto se funde en uno y el atardecer hace lo propio en el anochecer, con la mejor banda sonora posible.
Gaf y la Estrella de la Muerte
La psicodelia sigue reinando en el castillo, tomando el relevo de la corona lisérgica los madrileños Mohama Zas, añadiendo a la jornada sus aires de Anatolia, arabescos alucinógenos y ritmos épicos y ancestrales perfectos para defender la fortaleza ante cualquier ataque inesperado, con el baglama saz de Javier Alonso al mando. Del “Yai Yai” de su último “Máquina de Guerra” (24), con sabor a Caño Roto y a Grecas turcas, a “Quemar las naves”, que es lo que no dejan de hacer sobre las tablas en ningún momento. La mecha multicolor sigue su curso con el debut de Esperanto, con la brasa aún al rojo vivo de Melange en sus bases, con Dani Fernández y los hermanos Sergio y Adrián Ceballos de Mohama Saz, sumándose también a esta nueva aventura Javier Alonso. Suena su adelanto “Dónde estás” y gran parte de lo que será su disco debut… Nos dejan con ganas de mucho más y deseosos de hincarle el diente a ese primer trabajo discográfico de la banda.
Cogemos aire en una Plaza Alfonso X El Sabio llena hasta la bandera, con uno de los platos fuertes de esta edición, la banda asturiana pionera del “indie” nacional primigenio, Australian Blonde, que revisan de principio a fin su trabajo de presentación, disco imprescindible del género que celebra su 30 aniversario, “Pizza Pop” (93). Francisco Nixon a la cabeza, Paco Loco dándolo todo a la guitarra y la banda al completo en perfecto estado de revista, haciendo que cada una de las composiciones suenen con la frescura y energía de sus primeras veces, con la diversión y la nostalgia intacta en el ambiente. De la energía salvaje de la pista que da nombre a la banda, “Australian Blonde”, a ese “Straight Ahead” en el que Dinosaur Jr. y Daniel Johnston (siempre presentes en el sonido de la banda) se funden más que nunca, pasando por la sentida montaña rusa sentimental de una “I Want You” que pellizca por dentro, o ese resplandeciente “It,s Over” que cierra el disco. No siguen el mismo orden que en los surcos de “Pizza Pop”, pero sí esa brisa unificadora y contagiosa efervescencia, cuando, de repente, comienzan a sonar los esperados acordes con los que se alcanza el clímax del show y esa frase inicial que se clava en el costao, “So tell me Why I love You…”, la esperada pieza de desamor que abría el debut, “Chup Chup”, un hit instantáneo que, hoy, treinta años después, es coreado por toda la plaza en el concierto más multitudinario del festival. A ver quién se quita ahora de la cabeza el “chup chup” y todo lo demás…
Australian Blonde
Nos quedaban pocas balas y no haríamos ya movimientos ni planes arriesgados (aunque algunos hicimos y otro tuvimos en mente), así que decidimos defender el castillo y alrededores. En la Plaza, antes de entrar de nuevo a la fortaleza, disfrutamos con los Sick Buzos, que, aunque no tuvieron tan buen sonido como Nixon y compañía, sí dejaron ese sello tan personal que tuvieron y tienen, con el arrebatador fraseo (a medio camino de Lou Reed y Peter Perrett) de Chencho Fernández al frente. Repasan su cancionero y como guinda un “What Goes On” de la Velvet que bordan y que le vuelve a dar sentido a esta noche y a las venideras.
Entramos al castillo y saboreamos uno de los conciertos que más a fuego teníamos apuntado en este Alhambra Monkey Weekend 2024, la presentación del sobresaliente “Jolifanto” (24) de Perrate y ZA! Y como era de esperar, superan las expectativas. El exorcismo de polirritmias comienza con nerviosas percusiones a cargo de Edi Pou, golpeando baqueta con baqueta, sintes y una trompeta paquidérmica a cargo de Pau Rodríguez, con Perrate arrancándose con la jondura que le caracteriza y pregonando en el mercado, vendiendo moras, piñas y esas “pelotitas americanas”, con los coros de ZA! en segundo plano y un despegue sónico que se torna enjambre de distorsiones, percusiones, teclados y atmósferas abrasivas. Ya nos tienen noqueados y este tratado dadaísta en el que la experimentación, que va de la raíz más profunda a la rave más espacial, nos mantendrá en un continuo estado de trance colectivo hasta que todo se acabe.
Sólo por vivir la “Seguirilla MIDI” en directo, ya vale la pena los 1.500 kilómetros (de ida y los 1.500 de vuelta que me haré en un rato), cubista y ancestral en cada quejío de Tomás, para terminar por desembocar en una sudorosa rave en la que humanos y replicantes de Blade Runner bailan hasta el final de los días.
Siguen con el ritual y el hechizo continúa “abrazando la tierra” con la titular, “Jolifanto”, con sones africanos y jondura a borbotones que flota en una atmósfera fantasmagórica e industrial que nos absorbe a cámara lenta hasta el ojo del huracán. Cada interpretación supera con su crudeza y espontaneidad inquietante a las originales del disco, de una majestuosa “Posible Soleá” que abre el cielo en dos, con Perrate rompiéndose el pecho por La Serneta y los ZA! sembrando de tensión y sonidos futurista e industriales el ambiente, preparándonos poco a poco para el estallido polirrítmico y tormenta de distorsiones que se acerca, acelerando y metamorfoseando en bulerías en llamas, pura fantasía abrasadora que nos deja sin aliento y con ganas de más. El fin de fiesta rumbero, cibernético y alucinógeno, llegaría con ese “tú me estás matando y yo no puedo más, / y yo me voy contigo donde me quieras llevar”. Una “Milonga” con público bailando sobre las tablas, que cierra el disco como broche perfecto; pero aquí la noche se termina de rendir a Perrate y ZA! con la sorpresa que nos tenían preparada (esto solo pasa en el Monkey): “En algún lugar de Wichita / hay una carpa, hay una carpa, / donde va toda la gente del pueblo…”, sí, versión inolvidable, “van a la Rave de Dios, / a la Rave de Dios” con los Pony Bravo presentes entre un público que no para de saltar, bailar y cantar cada estrofa como si no hubiera mañana. “No hay mejor colocón que el que produce” Perrate y ZA! Fuego sanador para todas y todos.
Perrate y Za!
Tras lo vivido, no se me ocurre mejor final de fiesta para este Monkey de Puerto que con Los Voluble. Nos adentramos por los pasadizos del castillo y todo está preparado en la Bodega Caballero, con los hermanos Benito y Pedro Jiménez (podrían ser los cabecillas que estaban bajo aquella carpa en algún lugar de Wichita…) Agitadores y activista de la experimentación audiovisual y sonora, grandes conocedores de la tradición y de la música andaluza que, siguiendo la estela de su anterior espectáculo, “Flamenco is Not a Crime”, nos ofrecen ahora este “Jaleo is a Crime”, exprimiendo el folclore y refrescando el lenguaje y la simbología flamenca, a base de imágenes de archivo y montajes desternillantes que señalan injusticias mil y la estupidez y falta de escrúpulos del ser humano, de ayer y hoy; a ritmo y golpe roto de afiladísima electrónica, en infinitas variables y formatos artísticos, pasando por la remezcla, el live cinema, el folclore digital o el political remix video. Un viaje indescriptible, entre el cante jondo y la electrónica, entre la reivindicación y el compromiso sin fisuras, con el pueblo palestino muy presente y la falta de humanidad de políticos y ciudadanos sin cerebro ni corazón, y todo bajo una inmensa bola de espejos que nos conduce a una nueva rave desenfrenada y sin fin. La fiesta continúa con pinchadas, pero decido retirada tras Los Voluble, broche de oro de uno de los mejores Monkey Weekend que recuerdo.
Y me van a perdonar, primero por la tardanza en escribir esta crónica, y también porque irremediablemente se la tengo que dedicar a uno de mis mejores amigos, el que ha provocado que aún siga en shock y que estas palabras hayan ido brotando con lentitud y entre lágrimas... Justo cuando comencé a teclear, me enteré de que nos habías dejado, tú, que estabas en el mejor momento, tú, que ahora, a los 40, estabas yendo de nuevo a festivales, tú, Ignacio, que unías y disfrutabas como nadie. Seguro que ibas a venir al Monkey antes que tarde. Te seguiremos celebrando, en el Puerto de Santa María, en San Roque y en cada uno de los lugares a los que volvamos, porque volveremos siempre, allí donde fuimos felices y, aunque ya no será lo mismo, lucharemos por volver a serlo. Siga el baile.
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