Por la megafonía suena de fondo el clásico “Je ne regrette rien” de Edith Piaf. “Es su canción”, comentan en los más fans de las primeras filas que han podido seguir muy de cerca la evolución de Mon Laferte. La cantante chilena cerraba, con una excelente entrada en la sala Apolo de Barcelona, su tanda de conciertos por Europa antes de marchar a la gala de los Grammy. Un año redondo en el que ha visto su alcance exponenciado tras la publicación de su disco “Norma”.
Con un magnetismo natural nos hipnotiza desde el primer momento con “Tormento”, uno de sus himnos. No necesita nada más que una puesta en escena sencilla, y su dotada voz , para reconducirnos a un lugar más intimista y personal mientras te atrapa. Lo hace con esa epidérmica sensibilidad con la que canta al amor, al desamor, el querer y el desengaño. De esa guisa desfilan los grandes clásicos de sus discos anteriores como “Orgasmo para dos” y “Si tú me quisieras”, en los que se acerca a las primeras filas para recibir flores, la personalidad de Laferte desborda y su discurso es tan universal como envolvente.
La narrativa de la chilena la teje esa “Trenza” que dedica a su abuela cuando entona el “yo sé una estrella serás, la que más va a brillar”, y que remite a las dificultades de sus primeros años, cuando emigró a México para hacerse un hueco en la música, y tuvo que superar los problemas de salud al inicio de su carrera. La historia traspasa lo puramente musical y refuerza la figura de una artista que recién empieza a alcanzar su madurez musical gracias a un discurso basado en la canción latina que en directo se muestra de una forma mucho mas robusta y cruda.
Y como ese "Je ne regrette rien”, que daba inicio al concierto, Laferte se refleja en una historia de superación, pasión y sentimientos a flor de piel. ¿Y quién no querría reflejarse en ella?
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