Moderat llegaban a la capital tras haber conseguido hacer “sold out” en menos de una semana desde que las localidades salieran a la venta. Una visita de lo más ansiada por los clubbers, que desde las ocho de la tarde hacían cola para ocupar sus puestos. Una hora después de lo que anunciado, las luces de la sala se apagaban y la pantalla principal del escenario rezaba: “Moderat is a very dark show. For everyone’s enjoyment please do not use any kind of flash or light for filming. Enjoy the show!”. La carne de gallina, el público gritando y los protagonistas de la noche comenzaron a ocupar sus puestos. Gernot y Sebastian a los lados, Sascha en el medio, y los primeros acordes de Ghostmother dieron pie a lo que serían casi dos horas de sobresaliente electrónica.
Los alemanes empezaron con el track de su último largo, pero a lo largo del concierto tuvieron tiempo de repasar grandes reliquias como "A New Error", "Last Time", “Versions" o “Reminder". Lo que vimos esa noche no fue un concierto, fue más bien una película en la que los actores principales se dejaban el pellejo en cada canción. Qué juego de luces y sombras, qué visuales más , ¡qué voz la del señor Ring! Ver a este trío en el acción es puro arte, magia negra que te hechiza sin poder evitarlo.
Los alemanes, que se movían cómodamente por el escenario dirigiendo algunas palabras hacia el público, nos tenían a todos en el bolsillo desde el minuto uno, pero, si hubo un momento en el que casi hacen que la Riviera caiga, eso fue cuando empezó a sonar su himno. Primeras notas de "Bad Kingdom" y el público enloqueció. Reconozcámoslo, nos gustan los hits, es inevitable. El sentimiento de comunidad, gritar las canciones y que el cantante nos acerque el micro. Pero... un momento, ¿no estábamos en un show de electrónica? Así es, pero la que escribe se atrevería a decir que los chicos de Moderat están más cerca de las estrellas de rock que de los djs clubberos. Un sentimiento de excitación constante a cada beat y cada vez que Sascha agarraba el micro o la guitarra. Casi dos horas después y, tras un pequeño bis -¿entendéis lo de las estrellas de rock?- los de Berlín interpretaron “Intruder", cerrando lo que fue un concierto épico, magistral y de los que, desgraciadamente, no son habituales en Madrid.
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