Micros y birras
ConciertosMiranda Urban Festival

Micros y birras

8 / 10
Toni Caballero — 01-04-2025
Fecha — 28 marzo, 2025
Sala — La Fábrica de Tornillos
Fotografía — Rafa Vicente

"Micros y birras" es el título escogido por el maestro Sho-Hai para esta crónica, un título que resume a la perfección el ambiente vivido en Miranda durante todo el fin de semana: Música y hermandad, porque el Miranda Urban Festival goza de buena salud. No importa tanto qué nombres conformen su cartel ni la corriente musical de los mismos, la calle siempre va a querer hacerse oir y el MUF es el mejor escenario para ello. La ciudad albergó siete recitales repartidos entre las dos jornadas del certamen urbano; rap, punk, rock y mestizaje para deleite de los alrededor de siete centenares de amantes de la música que dijeron "presente" a lo largo del viernes y el sábado.

El punto inicial del primer capítulo del MUF tuvo lugar en la Fábrica de Tornillos. Con un horario algo más tardío que años atrás, la malagueña Faenna recogió el testigo de Huda, Laura Siyahamba y otras raperas que ya brillaron en anteriores ediciones del festival; y puso el pabellón patas arriba. Pese a su juventud, la descarada letrista del sur cayó como un soplo de aire fresco en Miranda. Desparpajo a raudales, no faltó su repaso a "Julia y Manuel", un álbum con cruce de caminos entre el flamenco y el rap; ni tampoco sus referencias de Espabilá, su proyecto de debut en 2023. Rabia, amor y fuego en forma de letras que fueron muy aplaudidas por los presentes, muchas de ellas jóvenes que se ven reflejadas en las narraciones de la andaluza siempre respaldada por el histórico Gharuda.

El segundo asalto daría comienzo sobre las once de la noche. El respetable aprovechó un breve descanso para llenar el estómago e hidratarse, otros para expulsar humo en el exterior del recinto . Todo ello antes de que el saxo de Hugo Astudillo irrumpiese con sutileza en la sala como un bailarín de ballet en el descanso de la Superbowl. El jazz, sí el jazz, se coló en la fiesta de la música urbana, del bombo y la guitarra eléctrica, y lo hizo con la elegancia que le caracteriza. Así las cosas, el mirandés Ihon, miembro de la histórica MDE Click, y el ya citado Astudillo, AKA Escandaloso Xpósito, saltaron a escena para presentar "Un Amor Supremo", su trabajo colaborativo bautizado al más estilo John Coltrane. Han pasado años desde que Hugo, también parte de la banda Jazz Magnetism, sorprendiera a propios y extraños rapeando junto a Kase-O, y está claro que Javier Ibarra no se equivocaba. Sus letras resbalan y encajando con una fluídez propia del que atesora talento musical. Al lado, el relator y escritor opasional con sus líricas crudas y profundas. Aunque, para este trabajo, se ha dejado llevar más por el simple placer de jugar. Subieron sin ascensor a las tablas de la fábrica, saludaron con hola y repartieron amorcito por la sala. Eso sí, dejando claro que el panorama actual está repleto de vendemotos y el otro término con el que riman, antes de lanzar un canto a la resiliencia y al optimismo. Porque aunque todo vaya mal, nadie les pudo parar entre confeti y castillos hinchables. Los mirandeses acudieron a respaldar a su paisano y disfrutaron de un show diferente, más relajado, y lleno de profundidad. Pero todavía quedaba el plato fuerte.

El reloj ya había dado paso al sábado, las doce quedaban atrás cuando Sergio Rodríguez pilló el micro para incendiar el festival. El melenudo de los Bufank, el Hate o el maestro SHO-HAI, da igual el sobrenombre que se utilice cuando el MC zaragozano posa su experiencia sobre las tablas. El Rey de las Cantinas demostró que sigue en plena forma aún cuando ya roza el medio siglo en el documento de identidad y presenta tres décadas de carrera musical en el CV. Ochenta minutos de fiesta para la gente de Miranda y foráneos con clásicos de sus tres discos en solitario, un pequeño lujo sin ningún tipo de 'hodio' en el ambiente. De "Doble Vida" a "La Última Función" y el más reciente "Polvo", el maño bailó por sus últimos proyectos aclamado por el público. Amable y tímido, como siempre, también lanzó un guiño a la ciudad y a los raperos, siempre coronando la oración con su inseparable 'co'. Como broche final, al público lo que pide, y la gente del MUF lo tenía claro: un par de detalles Violadores del Verso. Conciertazo, a las cosas por su nombre.

El segundo asalto de la quinta edición del MUF arrancó en La Rayuela, en el casco histórico de la ciudad. El urban se desplazó hasta la Parte Vieja para que las zamoranas Titis Twister, ganadoras del concurso de bandas femeninas, sorprendiesen a todo el mundo con un directo divertido y melódico en horario de vermut. Los festivaleros entraban en calor y, tras reponer fuerzas por la tarde, se lanzaron con todo a los recitales nocturnos.

Ya de vuelta en una Fábrica de Tornillos repleta de gente, los grupos pisaron el acelerador para cerrar una jornada histórica. Gran parte de culpa la tuvo Sanguijuelas del Guadiana con uno de los mejores conciertos del festival, sino el mejor. Los chavales de Casas de Don Pedro irrumpieron con fuerza. Voces rasgadas, guitarreo y sintes. El público se entregó sin resistencia y las letras entraron en el pecho como un bisturí.  Hicieron un repaso por su nuevo trabajo, "Revolá", que verá la luz a mediados de mayo, con canciones concienciadoras, repletas de sentimiento y morriña, porque la magia de la música no está únicamente supeditada a las capitales. Toques de Triana, de rock andaluz y, cómo no, de Extremo. "Estos chavales lo van a petar", se escuchaba debajo del escenario, pero es que ya no son una promesa sino una realidad, y se pudo palpar en el MUF. S/o para el batería, un salado.

El ambiente ya estaba encendido cuando aparecieron en escena los leoneses de Catalina Grande Piñón Pequeño. Repetían en Miranda y, como en la primera ocasión, llegaron para vencer. Máquina de humo incluida. Un concierto frenético al más estilo Baile Vermú. Incluso se pudo disfrutar de una colaboración con Aitor, el cantante de Lendakaris. La gente no paró de bailar al ritmo de los Catalina, que completaron un show dorado, como el traje de su frontman.

Por último, el plato fuerte. Cinco centenares de personas entregadas a los Lendakaris Muertos. Los navarros, un clásico de la escena punk nacional, volvían a Miranda para ejecutar un plan medido. Los Ikastoleros llenaron de ironía el pabellón y los pogos hicieron presencia pasada la media noche. Himno tras himno, sin descanso, porque son los veteranos de la kale borroka pero tienen cuerda para rato. El oso panda se tiró el bailecito en el último tramo del concierto, no podía faltar. Un derroche de actitud y energía para poner el broche a la quinta edición de un MUF que ya ha alcanzado la madurez. El público disfruta de jóvenes talentosos que hacen de Miranda un trampolín, pero también de artistas contrastados con una gran carrera a las espaldas. La mezcla funciona y el Urban está más vivo que nunca, por muchos más años de micros y birras.

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