Noche de obsesiones en Andoain. Maite Arroitajauregui, Mursego, una eibarresa fascinada por cualquier collage que le permita armar una canción y el australiano Mick Harvey, atrapado en el cancionero del francés Serge Gainsbourg.
Mursego propone cada tema como una inmersión en un discurso donde no caben las fronteras estilísticas, idiomáticas o formales y donde se van abriendo senderos muy distintos, arriesgados, pero que provocan pellizcos de emoción incluso hasta en la propia autora como sucedió en Bastero. En su puesta en escena van brotando las canciones de su terrario musical, unas veces iniciadas con el cello otras con la loop station pero siempre juguetonas, ya se acompañen con cumbia, pop, folk o clásica, traten de una leyenda del valle de Arratia o del problema de la inmigración, capaces de sacarnos una sonrisa. En la música de Mursego tradición, la de aquí y la de allí, y eso que llaman vanguardia, se dan primero la mano, luego se abrazan y terminan fundiéndose. A proteger.
Mick Harvey no acudió a presentar su último disco, una recreación musical de textos de la 1ª guerra mundial recién editado, si no a volver a revisar el universo Gainsbourg que le persigue desde el año 1995, con cuatro discos a sus espaldas y buen número de giras en el mundo anglosajón mostrando la obra del francés, en un empeño titánico, arriesgado y poco común. Con una formación mutante de hasta 9 miembros cuando incluía los 4 violinistas locales. Se presentó en Andoain con una formación de cuasi lujo con James Johnston (Gallon Drunk, Bad Seeds, PJ Harvey..) a los teclados y Tobby Dammit (Bad Seeds, Iggy & The Stoges, Swans..) a la batería, una pareja a la que hubiéramos visto tocar toda la noche por su cantidad de recursos y clase en la ejecución. Bien secundados por Yoyo Rohm al bajo, el grupo se completaba con Xanthe Waite a las voces y el propio Harvey que inició el concierto con unos bongos, que le estaban machacando las manos según confesó, de sonido retro y recordando aquel Gainsbourg pionero en arreglos y orquestaciones.
El muestrario del músico francés es amplio, complejo y sobre todo muy personal, algo que quedó patente en las diferentes versiones de sus canciones. Hubo aciertos plenos como “Deadley Tedium” o “Contact” junto otros momentos menos conseguidos quizás debido a la traslación al inglés de las letras, al insustituible fraseo de GainsBourg y a un sonido que no fue todo lo brillante que se requería. No faltaron algunos de sus temas más conocidos como “Iinitals B.B.”, una “Bonnie and Clyde” despojada de sus característicos coros o la trotona “Puppet of Wax, Puppet of Son” pero no sonó uno de los temas más quemados de la historia, ese “Je t’aime mois...” que sí ha grabado en alemán en “Intoxicated Woman”.
Era la segunda vez que veíamos a Mick Harvey en solitario, actuó hace años en el Azkena bilbaíno, y aunque, en otro contexto distinto, nos asaltó la misma sensación de que funcionaba mejor como lugarteniente de iconos como PJ Harvey o Nick Cave que su directo en solitario.
Malditas expectativas, malditas obsesiones.
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