El concierto de M.I.A. en La Riviera nos regaló una de esas escenas para recordar en este año que ahora termina: íbamos por la cuarta canción, después de un inicio fulgurante con “The message” e “Illygirl”, cuando la cantante británica de origen tamil desapareció del escenario para aparecer, de buenas a primeras, encaramada a la barra de las palmeras, desde donde despachó una feroz “Teqkilla” (además de pedir, y tomar, un trago de la bebida en cuestión). La misma barra que arruina la visión desde la parte central de la sala madrileña se convirtió en elemento indispensable en el espectáculo total de la autora de “Maya”, un disco irregular que, sin embargo, salió bien parado del directo. Y lo hizo porque la actuación de Mathangi Arulpragasam tuvo maneras de torbellino, desterrando los minutos más discutidos de su último trabajo para quedarse únicamente con aquellos en los que su impacto se revela indiscutible: “Lovalot” o una “Story to be told” que sonó inesperadamente bruta, con un trazo grueso que fue la norma a lo largo de esta hora y media, dejando las florituras para mejor ocasión.
De la barra de las palmeras, decíamos, regresó a su lugar natural para encadenar “Boyz” y “Bucky done gun” (tampoco faltaron otros cortes de sus primeros trabajos, como “World town” o “Galang”), apoyada en unas proyecciones marca de la casa (es decir, militarizadas y de un explosivo cromatismo), efectivos juegos de luces (incluyendo un enorme rótulo con su nombre), las coreografías de dos bailarines y la compañía de una DJ y una batería; aunque nada como la magnética presencia de la propia M.I.A., agitadora y anárquica, arengando al público desde una suerte de tribuna para oradores, subiéndose a una torre de altavoces o moviendo cadera y piernas de forma febril, despojada ya de la sudadera de lentejuelas que lució al principio.
Dedicó el show a WikiLeaks y sacó todo el arsenal de sonidos de cargadores y pistolas, aunque su guerrilla parezca ahora hermanada con una colosal verbena en donde las letras pierden peso frente a los ritmos, ya sea dub, dancehall o hip hop, hasta llegar, en el primer bis, a una “Born free” urgente y punk que dio paso a la celebradísima “Paper planes” (que no tuvo la mejor interpretación que ha conocido, todo sea dicho).
Se fue Maya, cumpliendo con el guión previsto, y con ella algunos de los asistentes, aunque a los pocos minutos, tras la insistencia del público, salió de nuevo para ejecutar un segundo bis, menor en intensidad pero que dejó bien claro el valor de una artista que escapa a las convenciones, haciendo “Sunshowers” a capella y con “Hombre” como mejor momento de este epílogo al vendaval.
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