Gente buena que clama contra el sufrimiento, gente buena que no solo clama, gente buena que reacciona, gente buena que actúa, gente buena que contacta con otra gente buena para buscar soluciones, gente buena que hace oídos sordos a los sordos oídos de los de arriba (esos no son buenos), gente buena que ofrece su buena música por una buena causa, gente con buenos principios y buenos oídos que acude ante una buena llamada en una buena sala. Esta es una buena historia resumida en dos buenas noches de buenos conciertos.
Con el cartel de “sold out” colgado para las dos jornadas de “Mi Música Tu Refugio” la sala El Sol vibró sin pausa ante un maratoniano goteo de pequeños conciertos, en el que los que los artistas tocaban una media de tres temas en formatos mayoritariamente acústicos o más reducidos en cuanto a medios para que aquello fuera fluido y vamos que si lo fue. Con un público entregado la primera jornada se desarrolló con directos impecables y emotivos de Amatria, unos esperadísimos Marlango, Pasajero, 51 Grados, un siempre imponente Josele Santiago, la delicada Labuat, unos Kitai con un inminente nuevo disco bajo el brazo y sorpresivamente el jazz experimental de Forastero, la banda con el radiofónico Javier Gallego a la batería, que logró meterse al público en el bolsillo con un estilo en principio difícil para audiencias generalistas. Y es que no hay que olvidar que en este tipo de eventos, el efecto escaparate y el servir de punto de encuentro a los artistas con nuevos públicos, forma parte de la magia de estas propuestas. Mágica fue la actuación de un Julián Maeso (foto inferior) que erizó pieles frente a su piano para terminar con uno de los momentos álgidos de la noche, batíendose en un dúo de guitarras con El Twanguero. Y qué decir del directo de El Twanguero, que una especie de éxtasis místico entre el folk y el flamenco, brindó al público una imponente interpretación de su tema “Carreteras secundarias” que hizo brotar más de una lagrimilla entre los oyentes.
La segunda jornada fue mucho más gamberra y como prueba de ello unos enérgicos Vinagres dejaron claro al principio que aquella noche iba a ser más movidita. Fue también la noche de las chicas dulces, como la entrañable Helena Goch que sorprendió a propios y extraños con su optimismo desbordante y su alegato de lo raro, o una Carmen Boza que sigue afianzando su carrera y su poderío tras la guitarra. Jacobo Serra dio una lección de armónicos bien encajados y canciones sólidas bajo una voz bien modelada, supo recrear como nadie el sentimiento de la nostalgia de un refugiado. Como un huracán de cuchillos llegó la gran dama oscura, una Ana Curra que con su banda, brindaron una interpretación vertiginosa de "Quiero ser tu perro", "Quiero ser Santa", "Unidos", "Autosuficiencia" y "Un día en Texas", como una patada directa al estómago y al grito “¡Somos los hijos de Satanás! porque los que dicen ser hijos de Dios ya sabemos que lado están” revolucionaron una sala que vibró hasta la extenuación. La fiesta continuó con el “bakalao” infalible de Joe Crepúsculo y con su ahora inseparable “Tomasito” a las palmas en “A Fuego” para acabar con el escenario lleno de espontáneos saltando con su “Fábrica de Baile” y un Tomasito completamente entregado que ya caliente comenzó su propio directo, con su conocido “Soy un limón” y un final delirante con su particular versión flamenca del “Back in Black” de AC/DC interpretada en canzoncillos. El broche de oro corrió a cargo de experta instrumentalidad de Toundra y todos los valientes que aguantaron la embestida de madrugar el jueves.
Éxito total de esta iniciativa en la que lo importante fue estar y demostrar que las cosas pueden cambiarse desde dentro y que la música siempre será un refugio seguro.
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