Megadeth, nostalgia metálica

Hoy en día nadie espera grandes sorpresas de un concierto de Megadeth. Con poco que demostrar –acaso adoctrinar a los más jóvenes fans de Trivium y Bullet For My Valentine-, su guión es tan previsible como disfrutable. Lo suyo es un carrusel de riffs cortantes y rítmicos –elemento clave del thrash metal-, solos de guitarra técnicos y endiablados pero al mismo tiempo memorables, y una no menos cuantiosa colección de melodías bien trabadas. Más armónicos que Slayer, más serios que Anthrax y más punks que Metallica, Megadeth se mantienen en el limbo de los Big Four. Otra cosa es que sus últimos conciertos en Barcelona no hayan sonado nada bien, obstáculo que superaron, una vez más, gracias a un repertorio armado a base de clásicos del thrash como “Wake Up Dead”, “In My Darkest Hour”, “Symphony Of Destruction” o el himno “Peace Sells”. Unas coordenadas en las que encajan a la perfección temas nuevos como “This Day We Fight!”, con el que abrieron la noche. De hecho, sus últimos discos han trazado un claro retorno a su época dorada, la de finales de los ochenta. No es de extrañar, pues, que en un ejercicio de coherencia dedicaran el tramo central del repertorio a interpretar íntegra, ahora que se cumplen veinte años de su edición, su obra referencial, “Rust In Peace”, su “Master Of Puppets” o “Reign In Blood” particular. Un claro ejercicio de nostalgia, sí, pero que nos hizo gozar como enanos. Previamente subieron al escenario los barceloneses Vortice, que tampoco tuvieron mucha suerte con el sonido. Una lástima teniendo en cuenta su impecable historial. Os gustaran o no, tranquilos porque vais a volver a oír hablar de ellos.