Matthew Sweet pertenece a una generación de artistas de la década de los ochenta que comenzaron su carrera cuando estudiaban en la Universidad. Nunca saboreó las mieles del éxito, pero sí gozó del favor de la crítica que lo situó entre uno de los máximos exponentes del revivalismo power pop norteamericano. Sin embargo, la llegada de los noventa y la salida a la superficie del rock alternativo ayudó a que Sweet alcanzara cierta popularidad entre el nuevo público.
Centrado en la última década en grabar discos de versiones junto a Susanna Hoffs de Bangles, ahora parece que ha despertado su instinto creativo y ha encadenado dos discos de estudio que hacen albergar la esperanza de que esto tenga continuidad. De momento, una extensa gira por la península es la prueba fehaciente de que Sweet ha vuelto con ganas y, además, con una banda que ya quisieran muchos: Jason Victor en la guitarra y el combo de Chicago Velvet Crush (Menck y Chastain) como sección rítmica. Me quedaría corto si dijera que su actuación fue impecable y eso sin contar con que la asistencia fue muy pobre, casi testimonial, y esto no alegra a nadie.
Pero centrémonos en el show. Si hubo un factor denominador fue el dominio de dos espléndidas guitarras. No hace falta decir lo bueno que es Jason Victor, lo ha demostrado de sobras en Dream Syndicate y con Steve Wynn, pero con Matthew Sweet lo borda. Victor es capaz de construir unos solos melódicos con maestría y adecuarlos con suma facilidad en las canciones apoyándose a veces en la técnica “slide” `para producir esos sonidos melancólicos tan evocadores. Por su parte, Sweet, que portaba una bella guitarra Novo, se mostró serio, moderado y muy discreto, y solamente gesticuló una pizca de alegría cuando interactuaba con Victor, donde se palpaba una fuerte complicidad claramente visible en sus caras.
En cuanto a canciones, pudimos escuchar alguna de las nuevas como “Pretty Please” o “Something Someone” de Tomorrow’s Daughter (2018), pero principalmente sus seguidores esperaban clásicos como “I’ve Been Waiting”, “We’re the Same” o “Sick of Myself” de su disco más recordado 100% Fun (1995) que sirvieron como un intento de alargar la actuación mediante juegos de distorsión y mucho ruido emulando a su ídolo Neil Young. En definitiva, una de esas noches que no quieres que acaben nunca.
Como banda invitada tuvimos a Monte del Oso, un trío de Pamplona que presentó las canciones de su último disco Cosas Que Salvar de Una Casa en Peligro y dejó clara su inclinación por los grupos que popularizaron el indie-rock patrio en los noventa.
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