Tras finiquitar la trilogía formada por “Drinking Songs” (05), “Failing Songs” (06) y “Howling Songs” (08) y publicar una nueva y acertada entrega como The Third Eye Fundation bajo el título de “The Dark” (10), Matt Elliott pasa página con la publicación de “The Broken Man” (Acuarela, 12). Un trabajo si cabe aun más personal, remachado con una influencia flamenca que chirría levemente al contacto con la habitual profundidad del británico y a lo largo de siete nuevas canciones defendidas ahora en una extensísima gira peninsular. El inconveniente resulta inmediatamente desterrado sobre el escenario, auténtico hábitat natural del músico donde expresa con total sentimiento y sin reparos las circunstancias que generaron las heridas y moldearon la tortuosa postura adoptada por lo corrupto del alma. La solitaria presencia del músico se sirve de guitarra, loops y pedales para desarrollar los diferentes estratos que generan la impactante tensión percibida por el oyente, en fraticida fricción de unas capas contra otras. Elliott lloró a la vida, desgarrado y ante la impávida y respetuosa presencia de una audiencia que percibió el espectáculo atenazada por un silencio sepulcral roto sólo a través de emotivas tandas de aplausos.
El grueso del concierto fue tomado por nuevas composiciones como “Oh How We Fell”, “This Is For” o la soberbia “Dust Flesh And Bones”, reservándose el vocalista una tanda completa de versiones de Dick Dale, Nancy Sinatra o Screamin’ Jay Hawkins para cerrar la velada, todas ellas sorprendentes y acertadamente llevadas a su terreno, pero que en cierto modo desvirtuaron la resaca del tramo central de la presentación y menospreciaron la probada valía de su propio trabajo. En cualquier caso, la conocida capacidad del artista para compartir emociones en íntima colaboración con el público continúa absolutamente vigente con el paso de los años, en un don específico al alcance de los elegidos.
Muy acertada crítica, yo también lo viví así el concierto.