Ahora parece que nos estamos olvidando, pero entre los que concebimos los conciertos como algo más que un evento social, los shows en streaming han sido una experiencia vital durante los primeros meses del confinamiento “duro”. En estos tiempos de regreso paulatino a los shows en salas y en pruebas piloto de festivales, la única opción viable, por ahora, para disfrutar de algunas de nuestras bandas internacionales favoritas pasa por su versión online. Su reto es triple: competir con la oferta local en vivo de los distintos países, por suerte revalorizada; lidiar con la ausencia del componente lúdico de los conciertos presenciales; y, en el caso de España, con la inercia endémica de no pagar por nada que esté en internet, a excepción, en los últimos años, de las plataformas de vídeo, claro. Por todo ello hay que inventarse alicientes extra y en eso los yanquis suelen ser los mejores.
Los norteamericanos Mastodon son un buen ejemplo de ello, como demuestra este concierto en el acuario de su Georgia natal, uno de los mayores del mundo, con 30 millones de litros de agua y centenares de especies marinas. El escenario no es gratuito: su primera idea pasaba por tocar íntegro “Leviathan”, su segundo álbum de 2004 y uno de los más populares de su discografía. La elección parecía lógica: un disco inspirado en la obsesión del capitán Ahab por cazar el gran cachalote blanco de “Moby Dick”. Para tranquilidad de las asociaciones animalistas, pronto descartaron la idea: no querían violentar a los peces del acuario con el volumen que requiere un disco tan brutal. La alternativa ha sido casi mejor: una selección de canciones de distintos discos reinterpretadas en clave acústica. Y sí, aunque no es lo mismo, el resultado sigue sonando poderoso, ganando en profundidad y matices y logrando un efecto especial: una extraña simbiosis entre las notas y acordes y las corrientes marinas en las que parecen flotar músicos e instrumentos.
La apertura con “Naked Burn”, que no interpretaban desde 2014, ha marcado el tono de la velada: batería y guitarras acústicas, ritmos asincopados y una atmósfera densa y envolvente que saca partido a sus temas más líricos. “Asleep in the Deep”, una de las mejores de la noche, ha servido para el lucimiento del batería Brann Dailor, quien ha clavado sus líneas vocales, una de las mayores dificultades de sus conciertos más físicos.
“The Czar”, gema central de “Crack the Skye”, de once minutos de duración, ha marcado otro de los momentos destacados de la velada: un conglomerado de arreglos y cambios de ritmo, una canción de canciones hipnótica que se expande, casi con vida propia, mientras desfilan sobre las cabezas del grupo bancos enteros de peces, un calamar gigante e incluso un tiburón ballena.
El viaje ha proseguido con el estreno de “Skeleton of Splendor”, homenaje del grupo a su manager de toda la vida, Nick John, fallecido en 2018; un medio tiempo trufado de arpegios sinuosos, con juego a dos voces entre Dailor y Troy Sanders, sin cambios significativos de guión pero eficacia marca de la casa. A continuación, turno para “Sleeping Giant”, del ya lejano “Blood Mountain”; una de las primeras muestras del grupo de que ambicionaban cotas más épicas y ambientales, con el punteo central de Kelliher actuando casi como estribillo y más cercano que nunca a un canto de ballenas. En la misma línea ha lucido “The Sparrow”, tema de cualidades cinematográficas que cerraba “The Hunter” y que tampoco interpretaban en directo desde 2014, y que fluye aquí en armonía con la coreografía marina de fondo. Y ya en la recta final del set, una desdibujada “Thickening”, de tonalidades pesadillescas, y dos estrenos: la instrumental “Elephant Man”, algo derivativa y lineal e inspirada en la película del mismo título de David Lynch; y “Pendulous Skin”, canción con toques americana y reminiscencias a Soundgarden liderada por las voces distorsionadas de Brent Hinds. Tras el grueso cristal del acuario, un banco de medusas moradas parece danzar al compás de la música mientras proyecta sus sombras sobre la banda.
Una versión submarina de Mastodon que nos ha recordado la vigencia y originalidad de una banda aún importante en el rock y el metal norteamericanos, que demuestra que aún tienen potencial de reinvención pero que, a juzgar por sus temas nuevos, siembra algunas dudas sobre el momento creativo actual del cuarteto. Nos quedamos, por ahora, con la experiencia sensorial del evento y sus evocadoras estampas marinas; algo nunca visto, hasta ahora, en un concierto presencial. Tiempo al tiempo.
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