El Salón Atlántico del Restaurante Árbore da Veira, con su atmósfera acogedora y elegante, se convirtió el pasado 22 de noviembre en el escenario perfecto para el recital de María José Llergo, en una actuación enmarcada dentro del ciclo ‘Acustiquísimos Alhambra’. Con una puesta en escena minimalista pero cargada de simbolismo, la artista cordobesa regaló una velada íntima que osciló entre la reflexión y la emoción desbordada. Desde el inicio, Llergo captó al público con su carisma y cercanía, una constante mantenida durante todo el concierto.
Su mirada firme y sus ojos brillantes de emoción parecían estar en sintonía con cada nota, tejiendo un puente emocional con los asistentes. Acompañada por Julio Martín, su inseparable pianista, la cantante desplegó un repertorio que recorrió los pasajes oscuros y conmovedores de “Sanación” (Sony, 19) y “Ultrabelleza” (Sony, 23), además de anunciar que ya trabaja en un nuevo disco. Uno de los aspectos más entrañables de la noche fue su constante agradecimiento: hacia el público o sus acompañantes, hasta los colaboradores de su disco, todos recibieron palabras cálidas y sinceras. Esa gratitud se reflejaba en su sonrisa eterna, que no abandonó ni un segundo de la actuación, como si lo viviera con la ilusión de un primer concierto.
Además de sus brillantes composiciones, también hubo momentos luminosos dedicados a homenajear a sus influencias más personales —desde Lola Flores y La Lupe hasta Serrat— con sendas versiones, mostrando así un espectro musical amplio y rico. En cada canción parecía que María José Llergo cantaba directamente para los asistentes, como si estas actuaciones íntimas fueran un ritual necesario para alimentar no solo su inspiración, sino también el alma de quienes escuchaban, llenando su propio depósito emocional para el viaje creativo que tiene por delante.
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