Un año más en el que hemos podido disfrutar de Mareak Jaialdia, el festival que durante una semana trae hasta el puerto de Bermeo los secretos y tesoros que Ane y Alex, los organizadores, han recopilado en sus interminables búsquedas sónicas y visuales para ofrecérnoslo con el mimo y el gusto que tanto les caracteriza. Durante toda la semana se ha podido de disfrutar de charlas, documentales y pequeños conciertos que tienen como acto final los conciertos del sábado en Kafe Antzokia.
A la tarde pudimos disfrutar de un pequeño aperitivo en el ateneo Beleza Malandra donde tuvimos ocasión de ver y disfrutar del concierto de Candélabre, trio occitano liderado por la vocalista Cindy Sanchez y acompañada por sintetizadores, bajo y guitarra de elegante oscuridad que encajan extrañamente bien con las melodías poperas de la vocalista. Una banda sonora adecuada para ir recuperando las pistas de baile.
La ceremonia principal estaba reservada para la noche y contaba con tres ritos. Los primeros en subir al altar para predicar las bondades del metal de clase obrera, los secretos que guardan las piedras y el mensaje de Genesis P-Orridge, fueron los iruindarras No Sanctuary, que con su propuesta que combina los ritmos densos y pesados del bajo y guitarra, la brutalidad del ahari-jokoa que impone la batería y el eclecticismo vocal de Edorta, sirvieron como primer acto litúrgico. Mención especial a la versión de "Godstar" de Psychick TV que supieron elevar a otra dimensión.
Siguieron Kabbalah (foto encabezado), a las que ya habíamos visto meses antes en Bermeo, pero en el Beleza Malandra. En otro escenario, pero con la misma fuerza y fe en su santa misión, disfrutamos de su ritual a la luz de los cirios. Las voces y ritmos mántricos hicieron efecto y nuestra conciencia resultó alterada, embrujándola y provocando una sensación mágica y reconfortante. Una banda bien engrasada, con la liturgia bien interiorizada y que, gracias a ello, suenan como un ente único.
Cerró la ceremonia espiritual Sieben (foto inferior), artista acompañado de su violín que consiguió encandilar a los parroquianos con su propuesta sónica para el apocalipsis personal y grupal de quienes nos juntamos y bailamos a su alrededor. De esta manera cerramos la noche, dando las gracias e invocando una nueva edición del festival para el año que viene.
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