No desdeñemos las variadas funciones de la música, incluso las más prosaicas que no creo necesario enumerar, pero recalquemos su virtud mayor, aquella que rumeve el alma y alimenta el cerebelo, o viceversa si se prefiere. Y eso sucede alguna vez. Por ejemplo cuando se juntan tres músicos infinitos y con la naturalidad de quien se ata el cordón de su zapato, se ponen a inventar sonidos sentados en una silla, cada uno la suya, y a lo suyo. Mar Ribot (americano de New Jersey a punto de cumplir los 68, colaborador de Tom Waits, John Zorn, Laurie Anderson, John Lurie, McCoy Tyner, Marianne Faithfull, Alan Toussaint, Caetano Veloso, Norah Jones, Elvis Costello, T-Bone Burnett, David Sylvian, Arto Lindsay y un largo etcétera) estrujando su guitarra ecléptico-eléctrica, agazapado a ella como si tuviera que defenderla de algún peligro, cambiando sus cuerdas a modo de caricia. Shahzad Ismaily (49 años, americano de ascendencia pakistaní, ha trabajado con Yoko Ono, Laurie Anderson, Beth Orton, Bonnie Prince Billy, Damien Rice y otro largo etcétera), simultaneando con maestría y algo parecido al desenfado, bajo, sintetizador Moog, percusión y guitarra. Y Ches Smith (el más joven del tridente, y cómplice también de John Zorn, Xiu Xiu, Fred Frith, Carla Bozulich y tropecientos más, me chiva el amigo Floren Pagalday de su último disco con Bill Frisell que descubro de sorpresa en sorpresa), reclutando mil y un registros y sonoridades a su batería.
Marc Ribot's Ceramic Dog es el milagro de los panes y los peces: todo se multiplica. Ese inventario de géneros y subgéneros en que nos empeñamos en dividir y subdividir los ruidos acústico-eléctrico-elecrónicos, aquí se rompen y se retuercen; la furia se hace sutil y la sutileza se aspereza. Ira y melancolía acercan posturas. Rock, blues, jazz, noise, punk, folk, funk, sonidos de la metrópoli... todo sirve al convento, como a aquel cura que se lleva la monja al hombro, para ingeniar ese mundo paralelo y salvajemente libre, al que primero cuesta entrar y luego salir, ese limbo suspendido en el éter que durante 90 minutos paraliza los asuntos de la vida real, en el supuesto de que así sea o haya que conformarse con ella. Es música tan abrasiva y cruda como firmemente estructurada, en definitiva.
Hablamos desde Bastero Kulturgunea de Andoain, es el concierto presentación de la XIV edición del Andoaingo Rock Jaialdia (11 junio con The Limiñanas, El Drogas, The Hanging Stars, -Gailu, Parlor Snakes y Melenas), un festival tan artesanal que en el intervalo entre el trío estelar y la apertura, vemos a su organizador Juancar Bloody Mary salir al vestíbulo para avisar a los rezagados que se reanuda la función. Aquí nadie quiere perderse ni que te pierdas medio minuto de un festín cuyo plato fuerte es la música. Cerca de dos tercios de aforo pendiente de los músicos, de su creatividad, experimentación e improvisación indómita y trabajada en tiempo real, con sus espacios de irregularidad, con la espontaneidad de un pequeño atril que cobija desaliñados papeles escritos a mano con las peroratas de Ribot de "The activist", por ejemplo. "No acepto ningún aspecto de la sociedad capitalista. Me niego. Me resisto. No reconozco los bancos, el ejército. O la legitimidad del estado... Y además, no acepto a Donald Trump. No, no me refiero a su política me refiero a su ceja, sus riñones, uno de sus lóbulos de sus orejas. Su fiesta de cumpleaños, su alfabeto. El dios que lo creó, el mundo en el que se tira un pedo. O cualquier otros mundos que están en las inmediaciones. Todo ha sido contaminado, asqueado, erupcionado, desfigurado. Desmembrado, olvidado, incrustado, interpoblado. Mestizaje, impregnado, bifurcado, frustrado. Menstruado, lacerado y macerado...")
Diríase que el álbum donde incluye esa canción, "Hope" (personalmente uno de los discos que destaqué en lo más alto de 2021), es una pata del concierto, ahora con la ausencia puntual del añadido de saxo y violoncello. También con la readaptación tenebrosa y casi irreconocible de "Were your love like heaven", canción de un dulce Donovan de 1967). En un pequeño bis se va un poco más lejos, y remata con "Hanky panky", una perla de 1964 popularidada por Tommy James & The Shondells, cuando el rock'n'roll era un asunto sencillo, bailable y jovial. Por una vez, Ribot -casi- se atiene a la prueba original.
Antes del trío estelar, apareció Muskulo, cuarteto integrado por guitarra, bajo, batería y trompeta, definitivamente el instrumento que conducía las melodías cinemáticas de este grupo de Rentería que en su día también abrió para Eric Truffaz en Atabal, y que por momentos podían recordar a unos Calexico pasados por la turmix del post rock y apuntes de spoken word (como hacían los bilbaínos Le Noise en su día). Música en busca de la pieza escénica que le complemente, y que de momento tiene la ocurrencia de homenajear el último vuelo de una mosca.
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