Música sin aditivos
ConciertosLa Maravillosa Orquesta Del Alcohol

Música sin aditivos

7 / 10
Alberto Bonilla — 25-10-2022
Fecha — 20 octubre, 2022
Sala — Zentral
Fotografía — Javier Escorzo

Decía Camilo José Cela que “la más noble función de un escritor es dar testimonio, como acta notarial y como fiel cronista del tiempo que le ha tocado vivir”. Y es algo común que al escribir sobre una expresión artística determinada a uno le sobrepasen los gustos propios y las correspondientes fobias. Por ello, a pesar de que aquí nos encontramos a uno que jamás ha logrado encaje fácil con la música de estos burgaleses, es de justicia reconocer que, si alguna vez hubo una Primera división de bandas españolas, La M.O.D.A. se ha ganado su pertinente hueco entre los más grandes. Y es que seguramente sobren los dedos de una mano para contar las veces que una banda española ha reventado en Pamplona, en dos días consecutivos, una sala como la Zentral. Con un viernes como primera fecha con todo vendido y un jueves a punto de agotar.

Parece una fórmula sencilla, pero es justo afirmar que no lo es tanto. Lo primero a tener en cuenta es que, si vas a contar con un amplísimo conjunto de personas sobre el escenario, todo ello debería sonar bien compenetrado y acompasado. Y sin verificarlo, tiene toda la pinta de que estos burgaleses han sido amigos y llevan tocando desde siempre. Es más, si no fuera así, poco importaría porque el auténtico éxito de una banda como La M.O.D.A. es haber logrado sonar a toda una vida en tan solo una década. Y esa sintonía recíproca entre todos ellos se vislumbra a cada nota al aire y en cada movimiento sobre el escenario. Lo segundo son las canciones, fruto de una trayectoria prolífica y de una pretensión accesible y universal. “PRMVR” es un obús en directo gracias a un puente en euskera que, en tan señalado emplazamiento, fue cantada a pulmón por el respetable; “Nómadas” es esa canción que el viajero o el apátrida puede llevarse a cualquier parte y que suena tan mumfordsoniana como punzante; e “Himno Nacional” retumba tan añeja como contemporánea y tan violenta como alentadora en su versión en vivo.

Pero donde realmente brillan sus melodías es en el epicentro de estas, donde reposan los estribillos y germinan los coros de un público que escoltó al grupo en cada frase y cambio de compás de la actuación. Ahí el destello de temas como “Miles Davis” con su deseo existencial, “1932” con una deliciosamente pegadiza melodía o “Gasoline”, que en un concierto de estas características no podía faltar con sus respectivos “uooohs”, sirvieron como patrón representativo de las grandes cualidades de la banda.

En este sentido, el sonido y las buenas canciones tan solo son dos ingredientes que por sí mismos no funcionan solos ni resumen al completo la propuesta. La M.O.D.A. ha demostrado contar con una relación especial de cercanía con sus fans, entre los que se encuentran algunos como El Drogas que atendió firme al recital durante gran parte de la función; además de una sensibilidad especial para el delicado contexto de la España despoblada, como se demuestra en ese rescate del “Nuevo cancionero burgalés” (con letras como “No canto yo”, que fue dedicada a su buen amigo Gorka Urbizu) o en esos directos en pequeñas localidades de la Castilla y León más recóndita para visibilizar lo que no es un problema del mañana sino una palpitante realidad hoy.

Es en este punto en el que es digno reconocer que esta joven banda, no tanto ya por la edad sino por el recorrido que les queda, traspasó hace tiempo las etiquetas de la marca blanca española del folkie estadounidense, e incluso de un grupo de chavales reconocidos por una estética concreta. Y esto hay que decirlo, con una crítica musical que muchas veces desecha propuestas más por lo decorativo que por lo artístico, aquí ganó la música. Sí, porque si se quisiera hacer justicia al testimonio puro y fiel de lo vivido como nos decía el maestro Cela, lo más honesto sería afirmar que nos vimos frente a un buen grupo de música pop, con un surtido de canciones contagiosas, y un directo difícilmente rebatible. Y eso que a mí no me gusta La M.O.D.A..

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