Muchos aprovechan el puente de Semana Santa para huir de la ciudad; pero es una suerte para los que nos quedamos que en la agenda de conciertos aparezcan citas profanas como este minifestival.
Arrancaron los torrelaveguenses Maicol, que continúan la senda sonora que sus integrantes ya transitaron cuando se hacían llamar Storms to Come. Sin embargo, ahora el power pop marca su paso, y las melodías tarareables y los estribillos pegadizos se llevan el protagonismo.
Con Medussa no cabe discusión: son una de las bandas del momento en Cantabria. Su sonido ha quedado perfectamente perfilado en su nuevo disco “100 millones de años” (2016), y en directo sus tempestades eléctricas y sus pasajes de calma tensa suenan con una solidez rotunda, potenciada por la fuerte actitud que exhiben sobre el escenario. Con todo esto, se entiende que el cuarteto cosechara las mayores ovaciones de la noche.
Aunque el subidón general se deshinchó un tanto con la salida de los rusos Фонтан (o Fontán, que suena más sencillo. Foto superior). Estos aportaron buenas canciones con regusto al indi rock norteamericano de los noventa, bañadas en distorsión y aderezadas con el punto exótico del theremin. Sin embargo, la actitud desganada de su cantante (¿en serio que la moda normcore implica mostrarse de manera tan sosa?) y la media hora corta que estuvieron sobre el escenario dejaron una actuación un tanto desangelada.
Por fortuna, con los madrileños Ulises Lima (foto encabezado) la noche recuperó el pulso. El trío reivindica el clásico post hardcore de la escuela de Washington; pero lo hace con canciones tan buenas y sobre el escenario las defienden con tanta fiereza que consiguen que su música suene afilada, como si las décadas no hubieran pasado desde que sus referentes musicales apostaron por esta manera de hacer punk. Es difícil imaginar una manera mejor para rematar esta maratón de guitarreos.
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