Mi debut como espectador de un concierto de Marah llegaba precedido por una alfombra de alabanzas hacía su directo y la certeza de que discos como “If You Didn’t Laugh You’d Cry” o “20.000 Streets Under The Sky” son grandes obras del folk rock del nuevo siglo. Pero son muchas las ocasiones en que las grandes expectativas acaban siendo malas consejeras. Con treinta minutos de adelanto sobre la hora marcada aparecían los de Filadelfia y su nuevo respaldo rítmico. Nos presentaban “Angels Of Destruction” y apostaron fuerte por él, intercalando temas de toda su trayectoria. Sus dedicatorias a Madrid, incluido el emotivo “City Of Dreams”, demostraron la capacidad de los Bielanko para ganarse al público mientras derrochan calidad y carisma. Saben sacarle el jugo al árbol genealógico que une Springsteen con el Dylan eléctrico, se entregan a cada instante, conectan con la audiencia, y a pesar de todo esto, yo esperaba aún más. Eso sí, fui el único. No encontré a quien no le hubiera parecido una experiencia maravillosa. Mi opinión de bicho raro me lleva a rebuscar un por qué que no encuentro. Tendré que esperar a su regreso y darme otra oportunidad.
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