Al final no hubo teloneros, así que la repleta sala Azkena –siendo un jueves tiene bastante mérito la cosa- se mostraba más que impaciente minutos antes de la salida a escena del cuarteto sueco. Envalentonados por el llenazo del lugar y por la presencia en las primeras filas de multitud de gritonas jovencitas, los creadores de “Hurricane Bar” mostraron todo su potencial y chulería sobre las tablas desde el primer momento. Arrancaron con “Cut The Rope”, el tema que abre su flamante nuevo disco, pero lo dejaron a medias para encadenarlo con “God Knows” y así ir desarrollando un discurso plagado de buenas melodías y poderosas guitarras que lo mismo nos recordaban a The Clash que a The Jam, tanto por sonido como por actitud. Una actitud que, bien entendida y encauzada, podría llevarles lejos. Se sucedieron los hits, tanto los nuevos (“Clean Town”, “Down In The Past”), como los viejos (“Sheepdog”, “Sweet Ride”), llenos de guitarrazos y de estribillos demoledores en los que las dos voces -a veces tres- se alternaban y/o conjugaban a pesar de algún que otro gallito de la sección rubia, no así de Gustaf, esa especie de calco por momentos de Liam Gallagher, quien enloqueció a las féminas y alardeó de garganta, palmito y pose. Aún así, mención especial para el momento “tranquilo” del concierto gracias a las canciones más reposadas de la banda y esa cima llamada “Mr. Moon” que dejó claro el enorme poso soul de la banda. Una hora de concierto que se hizo muy corta, pero que supo a mucho.
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