Aguacero pop
ConciertosMallorca Live Festival

Aguacero pop

8 / 10
Yeray S. Iborra — 17-06-2024
Empresa — Mallorca Live Festival
Fecha — 15 junio, 2024
Sala — Aquapark de Calvià
Fotografía — Estefania Bedmar

Lo más cerca que he estado de organizar un festival es el Pesebre viviente en la escuela. Hasta 200 alumnos implicados, decenas de profes y miles de padres asistentes, deseosos de sacarle una foto a su hijo vestido de oveja. Ya entonces tuve la sensación de que todo podía salir mal. Que cualquier cosa destarotaría la movida. Nos pasamos días mirando la previsión de lluvia, mandando mails a todos los participantes, preparando el espacio. Y aún así tuvimos que rezar todo lo que no sabíamos para que todo saliera medianamente bien.

Estos días en Mallorca deben haber, mínimo, cruzado los dedos –hasta la luxación–. Dos días antes de la cuarta edición del Mallorca Live Festival cayó en la isla toda el agua que no había llovido los últimos meses.

Dejó el aeropuerto bloqueado e incluso los teléfonos sin conexión.

No debe ser fácil montar un evento con un porrón de actuaciones en una isla si no llegan ni aviones ni Whatsapps. Pero la lluvia amainó a tiempo. Y Aitana pudo salirse en la jornada fuerte del evento (el sábado hubo cerca de 25.000 personas, segundo día más rebosante de la historia del evento tras un viernes con de C. Tangana alguna edición atrás). El pop, obró el milagro, vamos. O evitó la tragedia, porque cancelar un festival en expansión por mal tiempo no hubiese sido un buen negocio; nuestro Pesebre, al menos, no costaba un duro.

El show de la catalana fue el principal reclamo y también lo más notable de las tres jornadas: setlist imbatible, del reggaeton a los cruces pop-rock, pasando por el baile –voguing inicial y sonido rave para abrir con Los Ángeles– y, claro, baladas (hubo hueco para "11 razones").“Espero que bailéis y lloréis”, alertó.

Las babys, sus baby, que hacían coros agudísimos, estaban ya esperándola con parasoles y carteles de “Aitana te queremos” desde mediodía fuera del recinto. A las 20h, la cola para verla llegaba a la rotonda donde empieza la zona de pubs de Magaluf. Lejos, muy lejos. Normal. A alguien que puede ofrecer la versatilidad de "24 rosas", "Vas a quedarte" o "Akureyri", es para esperarla y zamparse el colón.

Su espectáculo arriesga, transita públicos y géneros (guiño a Daft Punk, ¡estuvo Sen Senra en "Hermosa casualidad!") y es puro show: ritmo, coreografía, aire cabaretero a lo Skyrojo… La hora y media sin freno deja aquella polémica de inicio de gira en algo de una ranciedad... La misma Aitana hizo referencia con un solapado de titulares sobre el hecho y después, láseres y bajos duros y señalarse el culo. Para chula, ella. Recital 4x4, con sonido en directo justo y necesario (batería, teclados, eléctrica, bajo), pero mucha diversión, muy adaptable a festival.

El pop en femenino marcó la senda del evento todos los días. Lo dicho, la ex Operación Triunfo a la cabeza, pero también Blondie —soberbios los de Debbie Harry, primera vez en la isla, repasando todos sus éxitos, ella con un vozarrón a sus 78 y vestida de Beetlejuice-Parallel Lines, arrancando con "One way or another" y los suyos llenando de solazos de guitarra AOR el bolo, deidades— o Júlia Colom, mágica e inspiradora esa voz susurrada en plena puesta de sol, brillante como sus oros y pura como el blanco de su vestido. "Persones" en bucle. Canciones muy vestidas pese a ir solo acompañada de guitarra y batería (esto en jueves, jornada inaugural). Siguiendo en femenino, se aplaudió hasta a Mushka, que no estuvo sobre el escenario, pero la citó la mallorquina Maria Hein, con un slot muy ingrato, poco público y el poco que había, perdido en el hiperpop de "Sakura", frío, robótico, de coreos mínimas a lo Bad Gyal, pero lejos de moverse en un solo bloque.

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Arde Bogotá

El primer día de festival hizo honor a su esencia, una programación abarcable y universal, con cabezas de cartel entre lo alternativo y lo masivo. No te va gustar, Dani Fernández y Love of Lesbian removieron las cerezas con oficio y buena ración de vítores. Los dos primeros muy rock, con aplomo, Fernández con versión de Supersubmarina, homenaje a los baezanos, tan mentados últimamente por "Algo que sirva como luz". Y LOL, qué decir, con más hits que balas en una película de Quentin Tarantino. De la escuela guitarras sólo Arde Bogotá dieron un plus de fiereza (ya el sábado a las, sí, ¡dos de la mañana!). Perros y cowboys. La Élite, también flechita en verde gracias a los pogos y "Plan de mierda", estrenada hace nada junto a Diego Ibáñez (Carolina Durante).

Y, para terminar el jueves, Rels B, que también jugaba en casa, dio la puntilla. “Represento a la isla allá donde voy”, soltó el balear, atento al público y muy dulzón: "1 de enero, Puntacana". Por eso somos felices, siempre hay un nuevo porqué.

En la obligada visita a The Club, escenario chiquitajo siempre con sorpresitas, Omar Souleyman lanzó sus beats gordos de bodorrio –otra boda guapa y cumbiera la de Sonido Gallo Negro el sábado– y, claro, Chancha Via Circuito juntaron fuerzas con El Búho, muy probablemente lo más interesante de la electrocumbia de la última década. Al día siguiente, estuvieron hasta Los Manolos, ¡y Fab Morvan de Milli Vanilli! Sorpresitas. Divertidísimo siempre este escenario, curado por diferentes personas en cada una de las jornadas; entre ellas, La Terre.

El viernes se sumó una voz más al aguacero pop femenino: Maria José Llergo. Poca carta de presentación necesita ya la cordobesa: voz inmaculada, un set mucho más conceptual y de fuerte presencia escénica. De lustre electrónico, de ímpetu y tripas. De compromisos (bandera pro Palestina inclusive). Emoción en el pecho y filtrada por las cuerdas vocales.

El Mallorca Live se ha consolidado como el festival de todos en la isla. Incluso revitaliza, ni que sea durante tres días una zona que, por lo general, no sería lo que le enseñarías a tus hijos un sábado noche: megahoteles, zonas de juego, baretos de neón y muchísimas personas de piel blanca que la han mudado durante el día a rosa, quemaduras –mínimo– de segundo grado. Magaluf. Si todos estos amantes de la electrónica de garrafón hubiesen sabido que dentro del recinto se estaba despachando el viernes historia del techno progresivo, igual hasta se lo hubiesen pensado: Underworld. Da igual cuando lo leas. Siempre impactantes. Es el frontman, Karl Hyde, sus bailes, su botella de agua reutilizable, las ganas, los bajos profundos como bolsas del pan, saber que sonará Born slippy.

La música les debe tanto: Nylon strung, Trim... Mejor dicho, desde Jon Hopkins a los mismos The Blaze, todo el mundo de la electrónica les debe algo. Pusieron la nota de color club, ahí ahí con unos The Blaze más dulzones. Una sensación parecida, la de flotar, aunque con músicas de latitudes contrarias, ofreció Michael Kiwanuka, siempre dispuesto, siempre con ritmo; a 10.000 revoluciones menos, claro. El artista dio una lección soul-gospel, además de algún toque más enrabietado y sexy, psicodélico o fuzzy, con coristas y doble percusión inclusive, ante una parroquia a la que no le importó mover el pie a una cadencia más baja de la que el festival había ofrecido hasta el momento en el escenario principal.

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Aitana

Justo entre un artista y el otro, y con el público algo más ensardinado (¡viernes!), se produjo la hora azul del pop andaluz: Lori Meyers y Derby Motoreta's Burrito Kachimba obligaron a elegir.

Nada, a medias, como una buena botella de vino.

Primero los granadinos: “Hemos pasado una semana genial, inclusive una tormenta en el aeropuerto”. Si un par de días antes, la banda había hecho un acústico en Castillo de Bellver, el viernes sacaron agallas pop-rock. Siempre –y así fue en esta ocasión también– coreables, también robustos (hasta tres guitarras y una batería de ataque, ¡guau ese nuevo "Luces de neón"!). Y luego los sevillanos. Quién quiere perderse "Las leyes de la frontera" –es escucharla y rememorar los amores kinkis que uno nunca vivió– y sus muchas perlas progresivas y psicodélicas. Son –como ellos dicen– “colegas”. Y están más raros que nunca ("Ef laló").

A los colegas se les permite todo.

La del sábado fue la jornada en que todos fuimos jóvenes. Los zetas tuvieron a Aitana (y los que no gustaran, tan ricamente con el coplista y verbenero Rodrigo Cuevas), los millennials a Arde Bogotá, salvados por el rock que quiere gustar y los líderes de voz rota, y los hijos del boom tuvieron a Pet Shop Boys; el dúo anduvo más inofensivo que Underworld, pero la batería de hits (la gira DREAMWORLD es un revival infestado de temazos), las hordas de acérrimos (les tenían ganas, iban a actuar en 2020 y no pudo ser) y las luces y togas, buen pesebre, hicieron el resto. Pet Shop Boys es la noche de San Juan.

Ah, y el sábado también todos tuvimos, daba igual la generación, a Belle and Sebastian, una banda perdida en el tiempo, en la nostalgia, en la camiseta de pico y el pantalón blanco de Stuart Murdoch, y también a The Blaze, más calmos con Jungle, pero un gusto en el escenario Innside. Pese a su último disco, desplegaron un set inmaculado y mental.

El destino quiso que a la vez _juno se pusieran farrucos con la electrónica, mucho más tecnorra hacia el final del bolo. Incluso con la tormenta de beats de la banda de Zahara y Perarnau, la lluvia respetó. Como respetaron las músicas y respetó el cartel en Mallorca un año más. Un cartel intergeneracional de un festival que se expande pero no ahoga y que, como diría Guiem, uno de los influencers –personas de diferentes oficios de la isla– de la campaña promocional de 2024, el auténtico protagonista de este año, miren sino el maravilloso cartel: así sí, tejiendo puentes.

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