Viernes 17 de junio de 2016
El viernes, el folk lánguido y de regusto psicodélico de la joven cantautora de Los Angeles Jessica Pratt comenzó calentando la jornada a un público minoritario pero respetuoso y bien dispuesto.
Por un momento pareció que los británicos Stereophonics iban a trascender su academicismo a base de músculo rock (con homenaje incluido a Lemmy y su “Ace of Spades”), pero como era de esperar acabaron siendo lo de siempre: En el mejor caso, una versión descafeinada de Oasis, en el peor, puro AOR muy mascadito en las inmediaciones de Bon Jovi. Nada que objetar: A su público parece bastarle.
Paralelamente los noruegos Kings of Convenience relegados a un escenario demasiado pequeño, supieron aprovechar esos inconvenientes para darles la vuelta y ofrecer uno de los conciertos más preciosistas y delicados del festival. Erlen Oye y Eirik Glambeck tienen el don de conectar con el público de una forma cuasi mágica, solo acompañados por sus guitarras acústicas y arreglos de piano. Imposible no emocionarse con su “I´d rather dance with you”, hasta el sol decidió asomarse en la sala a través de los cristales superiores, ante las miradas cómplices y emotivas de los asistentes.
Temples no mostraron gran cosa más allá de ser otro nombre más del revival británico de la psicodelia sesentera. Correctos, sí, pero sin ningún alarde.
Los neoyorquinos Augustines nos dejaron fríos, con su emo rock aderezado con demasiados fuegos artificiales: Mala cosa, desde luego, para un trío que apuesta por agitar las emociones desde el primer segundo.
Michael Kiwanuka demostró ser una de las voces más importantes de la actualidad aunque sean muchos los que aún no le conozcan. Su mezcla de soul y blues dejó claro por qué es conocido como el Otis Redding de nuestro tiempo.
Paralelamente, el dúo madrileño Rick & Vera convencieron, cada vez más, de que son una de las promesas del sonido folk-rock británico dentro de nuestras fronteras. También en el escenario Mondosonoro pararon el trío Ten Bears que nos hicieron bailar con su mezcla de trap, electrónica y pop desenfadado.
Y llegó el gran show de la noche: Una grúa transportó durante más de quince minutos, por entre el público, una figura gigante articulada, era el show de La fura dels Baus que precedía la aparición en escena de Jane´s Addiction. Engrasadísimos, con un Perry Farrell tan demacrado como siempre pero en plena forma vocal y con cuatro go-gos ligeritas de ropa, los angelinos rememoraron su mítico “Ritual de lo habitual”, demostrando de nuevo ser una de las más inclasificables y originales bandas de rock de los últimos 30 años. De propina, un detallazo: Versión de “Rebel Rebel” en memoria de Bowie.
Entrada la noche, ya había ganas de “zapatilla” y Caribou defendieron con nota en directo temazos como su “Odessa” o su “Our love”
Band of Horses tenían el reto de tocar justo después de los angelinos, y lo hicieron con mucho corazón y entrega total. Si hay algo que le sobra a Ben Bridwell y compañía es precisamente ese sentimiento de honestidad y camaradería que impregna su cálido rock californiano equidistante de clásicos de los 70 como de nombres del indie noventero como Grandaddy.
Poco que decir de la actuación de los suecos Royal Republic: Su rock envarado y de fórmula (interpretado con todos los tópicos del género) hace sutiles a These Animal Men y otros olvidados representantes del brit-pop de mediados de los 90. Al menos, parecían ponerle ganas.
Y llegó el momento de la verdad y poner a prueba los cimientos, tan cuestionados, del recinto. The Prodigy asolaban el escenario principal con una legión de guerreros que quemaban sus suelas desde el primer momento al grito de “Hi spanihs people” y con primeros golpes de “Breathe”, acompañado por una lluvia de decenas de minis de cerveza que bautizaban cabezas en nombre del beat. No tardaron en sonar “Smack my bitch up” para fundirse en un pogo infinito, “Firestarter” o su “Invaders must die”. Aquello era una apisonadora, los británicos siguen sin perder fuelle aunque hay que añadir que en las primeras filas el sonido era sucio e insuficiente, cosa que no sucedía en los laterales y en las partes más alejadas. Especial mención de su “Voodoo people” y un final de vértigo con su “Take me to the hospital”
Calientes y sin respiro, el otro escenario principal aguardaba impaciente la salida de los sudafricanos Die Antwoord, una de las criaturas musicales más extrañas e inspiradoras de los últimos años. Yolandi Visser, Ninja y Dj Hi Tek, llegaban con su despliegue de electro rav-rave y ataviados como de costumbre. La expectación era máxima y las ganas de pasarlo bien hicieron de su concierto una fiesta, un desmadre programado entre visuales del grupo, bailarines aliens, constantes cambios de outfit y un vacile constante entre caras dementes, saltos y descargas con sus revienta pistas “Baby is on fire”, “Fatty boom boom” el clímax con “I fink U Freeaky” los interludios electrónicos de Dj Hi Tek y un final apoteósico con su “Enter the Ninja”.
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