La quinta edición del festival madrileño Mad Cool superó cualquiera de nuestras expectativas, con un público impaciente por volver a disfrutar del chute de adrenalina que supone encadenar durante cinco días y concierto tras concierto algunos momentos francamente memorables.
Poder ver por primera vez a tu grupo favorito sobre el escenario, vivir la comunión que provocan entre el público los conciertos más masivos, volver a citarse con ese grupo que te cambió la vida años atrás, pero también descubrir a nuevos artistas a los que no habías prestado atención o que debutaban en la capital. Un bucle de ilusión ininterrumpida en el que una, a veces, fantaseaba con quedarse a vivir.
Cinco días y una cantidad de conciertos increíble que resulta imposible listar en una única crónica y que resumiremos subrayando algunos de nuestros momentos favoritos.
La tarde del miércoles tuvo como pistoletazo de salida del escenario principal el concierto del británico Yungblud, un animal de escenario que sabe conectar con el público desde el minuto uno y que no para quieto. La suya fue una actuación entretenidísima que distaba en filosofía de la que ofrecieron más tarde los sobradamente consolidados Placebo. Eso sí, los resultados, la excitación de la gente y que nos obligasen a saltar con cada una de sus canciones sí que fue una nota en común entre los conciertos de ambos artistas. Pero buena parte de la gente que se encontraba dentro del recinto del Mad Cool estaba allí para ver a las grandes cabezas del festival y el concierto que prometía ser el clímax de la noche. Metallica lo consiguieron una vez más. Entre lenguas de fuego que enmarcaban su show, repasaron un repertorio sobrado en himnos intergeneracionales al tiempo que ponían a la vista las claves de los motivos por los que han conseguido precisamente eso, que sus canciones sean coreadas por fans de muy distintas generaciones. James Hetfield parece recuperado de sus bajones emocionales. Por lo menos eso es lo que intuimos ya con el arrollador inicio con “Whiplash”, “Creeping Death y “Enter Sadman”.
Metallica
El punto final de la noche lo pusieron Twenty One Pilots, quienes no se amedrentaron ante el torrente de fans sobrecogidos aún por el show de Metallica. La suya fue una actuación ideal para un festival de las dimensiones del Mad Cool. Por eso nos dejaron sin palabras con un show divertido, fresco y en el que hubo lugar tanto para versionar –entre otros– a Elvis Presley como para brillar con hits propios como “Heathens” o –claro está– “Stressed Out”. Tampoco faltó el clásico salto de Tyler Joseph al público, para navegar sobre un mar de manos humanas, al que por irreal que pudiese parecer se unió Josh Dun y su batería, en una plataforma que el propio público se encargó de levantar sobre sus cabezas.
Por lo que respecta al jueves, las cosas no podían empezar mejor con las actuaciones de Mori, Nothing But Thieves y la banda australiana de punk Amyl And The Sniffers. El encanto del primero, la solidez de los segundos y la actitud de los terceros tuvieron su recompensa por parte de quienes se habían acercado a verles. Aunque es cierto que el público de Nothing But Thieves –que habían acompañado a Metallica en Bilbao– estaba más en sintonía con los que iban a ser los platos fuertes de la noche. Hablamos de Imagine Dragons y The Killers. Fue Dan Reynolds, vocalista de Imagine Dragons, quien inauguró con su potente torrente de voz el principio de la que sería una noche imborrable para quienes se concentraban en el festival. Y es que apenas hizo falta que sonasen las primeras notas de “Believer” para que el público se arrancase a saltar y gritar, entregándose al grupo. Obviamente, y como no podía ser de otra forma, se despidieron con su explosivo “Radioactive”, que cerró una actuación que justificó la posición del grupo en el cartel. Llegó así el turno de The Killers, quienes apenas subirse al escenario se llevaron una de las ovaciones más sobrecogedoras que vayamos a recordar de esta edición. Pasa el tiempo y los estadounidenses continúan conquistando a la gente con sus canciones más populares. Hubo mucho sudor, mucho confeti y en el centro de todo la inquebrantable voz de Brandon Flowers, generando una fórmula preciosa que llevo a ebullición al recinto en momentos como “Read My Mind” y que culminó con ese himno atemporal que es “Mr. Brightside”. Al día siguiente todavía estábamos cantando aquello de “Are we human or are we dancer?”.
De la jornada del viernes nos quedamos con la sensación de que el festival también respalda a los talentos emergentes con grupos y voces que descubrimos y que nos hicieron bailar con la misma energía que algunos cabezas de cartel. De entre todo lo visto, me quedaré con la banda Goodbye June, en el escenario Amazon Music, pero sobre todo con el concierto de las estadounidenses Haim, quienes protagonizaron una de las grandes sorpresas de esta edición. Un poco más atrás se quedaron Parcels, que combinan una indudable pericia instrumental con un buen rollo de lo más contagioso y con un talento melódico que bebe tanto del pasado como del presente. Mucho más inclasificables son los británicos Alt-J, cuya propuesta resulta difícilmente equiparable a otros compañeros de generación. Hace falta algo de voluntad para sumergirse en sus conciertos, pero una vez lo logras no puedes rechazar su invitación a balancearte al ritmo de temas entre los que no pudieron faltar “Taro” o la encargada de cerrar la noche, “Breezeblocks”. Eso sí, quienes más gente congregaron fue sin lugar a dudas Muse, que sonaron como un cañón, prometiendo volver lo antes que les sea posible a nuestro país.
Haim
Entre tantos nombres, también hubo que elegir un recorrido para el sábado. El cuarto día del festival nos dio la bienvenida con unos Local Natives que nos cautivaron con uno de sus temas más reconocibles, “When Am I Gonna Lose You”, haciéndonos vibrar bien fuerte ya desde las primeras horas. Que Guitarricadelafuente está ampliando su radio de acción y de público es algo que ya sabemos, pero que está bien constatar viéndole actuar. Ahí no hay sorpresas. Sí las hubo con The Struts, que consiguieron reunir a mucha más gente de la esperada. El Amazon Music se les quedó pequeño y ellos supieron aprovechar la oportunidad. Pero el sábado tenía un nombre y era Florence + The Machine. La increíble voz de Florence Welch alcanzó todas las esquinas del recinto poniendo los pelos de punta a cualquier ser humano allí presente con su “Shake It Out”, y obligándonos a aguantarnos las lágrimas cada vez que su interpretación amenazaba con estallar. La británica nos emocionó con esa fuerza irrevocable que desprende sobre el escenario, correteando descalza de un lado al otro, mientras nosotros cantábamos como si fuésemos una misma persona y fueran a prohibirnos hacerlo al día siguiente aquello de “I am no mother, I am no bride, I am king”. El suyo sí fue un show para el recuerdo. Aunque ofrecieron shows sólidos, actuaciones como las de Pixies o Royal Blood quedaron eclipsadas por la gran triunfadora de la jornada.
El Mad Cool prometió hacernos más ameno el asimilar que esos cinco días de música en directo llegaban a su fin. Para ello invitaron a la incomparable Nathy Peluso para hacer temblar el escenario Madrid Is Life. Y el objetivo se consiguió, implorando al disfrute y bailando himnos empoderados como “Mafiosa”, fusionando la salsa y el swing mientras decía aquello de “¿Acaso le tienen miedo a las mujeres poderosas?”. Aunque Nathy Peluso no fue la única que mandó en la última jornada del festival. Ahí queda el show de Natos y Waor en el escenario principal para corroborarlo o la emocionante actuación de Two Door Cinema Club, que echaron mano de sus clásicos, provocando una espiral de alegría desenfrenada con “Undercover Martyn” y llevarnos al éxtasis cuando advertimos los primeros acordes de “What You Know”.
Y no se nos ocurre mejor show para despedir la edición del Mad Cool que el de La M.O.D.A. o La Maravillosa Orquesta del Alcohol. El grupo que lleva a Burgos en el corazón nos hizo sentir que su ciudad es también la nuestra. Para ello nos envolvieron en una felicidad superlativa mientras nos subíamos a hombros de nuestros colegas para estar todavía más cerca de tocar el cielo. Un broche final cercano, sentido y sobre todo apoteósico.
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