Viernes 7
Los madrileños Aurora and The Betrayers adelantaron su actuación poniéndole intensidad y buen gusto a su sonido añejo con potente regusto soul, en un set en el que no faltó espléndida versión de “In The Heat of The Morning” de David Bowie. En todo festival hay sorpresas gratas que se quedan con el personal -suelen ser algunos de los conciertos más disfrutables-, y sin duda las californianas Deap Vally, con apenas un par de discos bajo el brazo, fueron uno de ellos. Lindsay Troy y Julie Edwards descargaron un chaparrón de riffs de guitarra de cemento armado y certeras baterías, un poco como si los White Stripes se pusieran a hacer versiones glam de Babes in Toyland con parada en Black Sabbath. Tremendas.
Aurora and The Betrayers Foto: Maite Nieto
Con Rancid no hay trampa ni cartón. Ni en disco (lo acaban de demostrar en el recién publicado “Trouble Maker”) ni por supuesto a la hora de descargar sus canciones en directo. En Mad Cool se presentaron en el escenario principal, ejerciendo de simbólicos teloneros de Green Day con la icónica imagen sobre el escenario del punk que ilustraba su disco “...And Out Come the Wolves” (1995). Porque en realidad poco ha cambiado desde entonces: punk anabolizado y a toda pastilla, que aún cuando se muestra juguetón reivindicando sus raíces ska nos sitúa más cerca de una escena de “Green Room” (la película) que de un festival-y-parque-de-atracciones a poco que te atrevas a levantar la vista y cruzarla con Tim Armstrong. Miedo.
Rancid Foto: Maite Nieto
Spoon dieron uno de los conciertos del festival. Así de sencillo. Los de Austin tuvieron la suerte de actuar antes del trágico accidente que desgraciadamente, teñiría de negro el evento horas después, y estuvieron galácticos en la preciosa tarde madrileña, toda vez que el cielo se había despejado por completo. Ofrecieron un despliegue mayúsculo de funk futurista y pop imaginativo, música de hoy que asimila milagrosamente todo tipo de géneros para acabar presentando algo sólo suyo, único e intransferible. Britt Daniel, pletórico con su voz rota trazando melodías perfectas, se mostró (de nuevo) como el frontman ideal: de negro riguroso, carismático y accesible. Sonido impecable y banda como un reloj, interpretando canciones de su último “Hot Thoughts” (“Can I Sit Next To You”, la enorme “I Ain´t The One”), pero sobre todo, material escogido de su ya amplia discografía del calibre de “Rent I Pay”. ¿Quién da más? El arco iris que se abrió a un lado del escenario pareció confirmar que los elementos estaban de acuerdo. Digámoslo ya, que a veces lo damos un poco por sentado: Spoon son un pedazo de grupo.
Spoon Foto: Alfredo Arias
Ryan Adams no actuaba por aquí desde 2004, y se desquitó con un show de muy buen sabor rockero, tomando el testigo de (palabras mayores) Neil Young, con una robusta “Do You Still Love Me?”, de su reciente y excelente “Prisoner”, crónica dolorida y en carne viva de su divorcio. Si acaso, tuvo el hándicap de tocar inmediatamente después de los texanos, que habían puesto el listón por las nubes. Un anuncio por megafonía pedía a la gente que se abstuviera de usar flash por la dolencia que sufre poco antes de que emergiera, greñas desaliñadas sobre la cara, guitarra de flecha y todo corazón. Apoyado en su excelente banda, el de Carolina del Norte, catalizador de toda la gran tradición norteamericana del folk de esencias delicadas al rock más recio y no ajeno a cierta irregularidad en su repertorio -con incursiones en otros géneros e incluso discutibles acercamientos al AOR-, impartió lecciones de clasicismo no acartonado y enseñó toda una colección de guitarras, con actitud y comentarios extravagantes marca de la casa, desde el primer minuto: “Let´s Fuckin´Party”, dijo nada más salir. Y vaya si cumplió. Clásicos de la casa como “When The Stars Go Blue”, “Fix It” y “Cold Roses” (ambas de su etapa con The Cardinals), dejaron al personal encantado y el norteamericano volvió a mostrar, sin abusar, sus dotes como guitarrista.
Ryan Adams Foto: Maite Nieto
Con la difícil competencia de Ryan Adams y alt-J ocupando los escenarios principales Sexy Zebras siguen demostrando que más allá de un discurso “peculiar” que les granjea más antipatías que otra cosa, son un grupo con un tirón importante. Tocaban en nuestro escenario, y antes ya lo habíamos comprobado cuando bajo las tablas no paraban de acercarse fans a saludar y hacerse fotos con el trío. Una vez arriba declararon su amor por Madrid, agradecieron estar de vuelta en su ciudad y se lanzaron a destripar su nuevo disco que, no se cansaron de decirlo, “es la polla”. Puede resultar más o menos infantil su forma de entender el rock’n’roll pero lo que es indiscutible es el tirón y la solvencia sobre las tablas de una banda que firmó uno de los conciertos más multitudinarios de nuestro escenario. Les siguieron también sobre el escenario MondoSonoro Cannibals con una suerte de funk-pop más interesante cuanto más sintético, cuanto más cercano al sonido nerd de Hot Chip. Muy jóvenes y muy solventes como instrumentistas, tienen margen para mejorar su presencia escénica.
Sexy Zebras Foto: Maite Nieto
Había mucha expectación por ver en acción a alt-J, que no se han prodigado en directo en exceso por estas tierras. De hecho un numeroso público se acumuló alrededor del escenario casi veinte minutos antes de su actuación. Lo primero que llamaba la atención era la disposición de los tres integrantes sobre el escenario. Cada uno de ellos tenía su espacio independiente, separados por unos barrotes luminosos. Los primeros acordes de “3WW” daban por iniciado el concierto para deleite del público, que desde el primer momento mostró que su reciente y no demasiado accesible trabajo había gustado. Pero alt-J buscaban movimiento y baile, por lo que su setlist estuvo protagonizado por sus dos primeros discos. “Something Good” o “Left Hand Free” pusieron los cuerpos en movimiento y las manos levantadas formando un triángulo con los dedos (el símbolo con el que se identifica la banda). Cada golpe de batería hacia retumbar el pecho y vibrar el suelo. Llamaba mucho la atención como el directo transforma en lo esencial su sonido, sonando muy cercanos al disco. Mención especial merecen los visuales y el juego de luces en cada canción. Fue con una acelerada versión de “Matilda” cuando el público terminó de venirse arriba, literalmente hablando pues fue con esta canción cuando más gente había subida sobre los hombros. Una muy coreada “Breezeblocks” cerraba un concierto notable en el que llamó la atención la poca presencia de “Relaxer”. ¿Son los británicos conscientes de haber dado un paso peligroso con su última colección de canciones?
Minutos antes de la actuación de Green Day, el ambiente que se respiraba entre el público era de conmoción y asombro por la noticia del accidente de Pedro Aunión. Las redes sociales comenzaban a hacerse eco de lo sucedido creando una sensación de incertidumbre que fue creciendo conforme pasaban los minutos. El concierto no terminaba de empezar y las dudas sobre una posible cancelación afloraban. Pero en estas estábamos cuando empezó a sonar por los altavoces “Bohemian Rhapsosy” de Queen, el tema con el que abren sus conciertos durante esta gira. Casi con veinte minutos de retraso, Green Day tomó el escenario Mad Cool. Con este concierto cerraban su gira europea y no dieron tregua desde el minuto uno. Ya en su primera canción, “Know Your Enemy”, subieron a cantar sobre el escenario a una chica que acabó tirándose sobre el público. Un ritual que repitieron dos veces más durante el concierto (Billie Joe Armstrong incluso le regaló una guitarra a uno de ellos). Las canciones se sucedían sin dar respiro. Himnos como “Basket Case”, “American Idiot” o “Holiday” prolongaban una euforia empujada por el adolescente que llevamos dentro. Incluso las canciones más recientes como las de su irregular último trabajo, “Revolution Radio”, no desentonaron en el general: al fin y al cabo, no son más que un pastiche sonoro de su material clásico. A todo esto, hay que sumar el talento de Billie Joe como showman, animando al numeroso público con máscaras de Trump, gritos de “Eeeeeooooo” y cantando desde el suelo el mítico “Always Look on the Bright Side of Life” de los Monty Python. Tim Armstrong de Rancid se subió al escenario para ponerse a los mandos de la guitarra y el punto álgido de la noche llegó cuando las miles de personas presentes cantaban a capela “Boulevard Of Broken Dreams” mientras el cantante, de rodillas, no podía más que agradecer el momento. La acústica “Ordinary World”, con Billie Joe solo sobre el escenario, y “Good Riddance (Time Of Your Life)” cerraban un tremendo concierto.
Green Day Foto: Alfredo Arias
Con la jornada definitivamente descabezada por todo lo que había ocurrido y Slowdive anunciando la cancelación de su concierto los norteamericanos (afincados en Inglaterra) Cage The Elephant se presentaron sobre el Matusalem tirando sin disimulo de sonidos británicos robustos. En realidad lo que sale de todo eso es un confuso e híper vitaminado remedo de bandas britpoperas que ya en su momento hacían un refrito de nombres clásicos del punk, el post-punk o la New Wave. Aún así, contentaron a los asistentes.
Benjamin Booker, en cambio, mostró tablas y posibilidades de consolidarse como un artista significativo que bebe, con humildad, de fuentes clásicas. Es muy joven, y sin duda que dará que hablar en los próximos años, según vaya refinando su propuesta.
La jornada la cerraron Röyksopp. Cuarenta minutos tardó el grupo en salir desde su hora prevista (3:20). Durante ese tiempo el público observaba como unos operarios con chalecos reflectantes invadían el escenario, incrementando en los presentes la idea de una posible cancelación. Finalmente el dúo noruego salió acompañado de unos increíbles audiovisuales que convertían su actuación en un viaje futurista lleno de luces y colores. “Monument” abrió con Jonna Lee encabezando la actuación. Temas como “Do It Again” o “Sordid Affair” sirvieron para cerrar la jornada a base de electropop.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.