A menudo me han preguntado qué es lo que diferencia a Pereza y M-Clan para que los segundos cuenten con el beneplácito de la revista y los primeros no acaben de encajar en nuestras páginas. Pues bien, objetivamente es cierto que ambas bandas hacen ese rock’n’roll del de toda la vida con letras en castellano más o menos acertadas, simples o sencillas. Pero si te preocupas en escarbar tan sólo un poquito, te das cuenta que mientras el dúo madrileño se limita a fusilar sin sonrojo el legado de los Beatles y los Stones de forma algo facilona, los murcianos tienen muchos más matices y tocan con habilidad muchos más palos. Deudas que, por otro lado, también atufan a clásico y que espantan a más de un indie integrista. Pero para constatar de primera mano a qué me refiero, tan sólo hay que acudir a uno de sus conciertos e identificar los múltiples guiños que M-Clan va realizando en sus canciones. Guiños evidentes como las re-versiones de Steve Miller Band (“Llamando a tierra”) o a los Faces de Rod Stewart (“Maggie” con guiño incluido a Calamaro y Los Rodriguez al final del tema); homenaje también al Lou Reed de “New York” en “Filosofía barata” y la constatación de lo mucho que le debe el primer single de su último disco “Pasos de Equilibrista” a The Who. Sin embargo, no es menos cierto que si M-Clan no hubieran dado en este momento de su trayectoria con su séptimo disco, el espléndido “Memorias de un espantapájaros”, corrían el riesgo de limitarse tan sólo a ser un sucedáneo de un tiempo ya muy pasado. Pero no. Carlos Tarque se desnudó emocionalmente, para alcanzar grandes dosis de profundidad poco evidente en canciones de gran calado, llegando incluso a la canción protesta en temas como “Inmigrante”, “Afuera están ardiendo” o al mensaje ecologista en “Espantapájaros”. Un discazo que me encargué de defender en estas mismas páginas –porque lamentablemente aquí hay que defender un disco como éste, pero no sientes ese mismo deber o presión con el último de The Black Crowes por poner el ejemplo más fácil- y que casi mostraron por entero en Zeleste (a mí también me pasa como a Carlos, para mí siempre será el Zeleste). De hecho si las cuentas no me fallan tan sólo se dejaron en el tintero “Balada del desarraigado”, “Las palabras que me dijiste” y “Canción de invierno”. A estas ausencias hay que sumar la casi totalidad de sus dos primeros discos –esos que todavía siguen siendo los más apreciados por la parroquia roquera de toda la vida, esa que no los descubrió en la F.M.- ya que tan sólo tocaron “Perdido en la ciudad “. Y es que dejando a un lado su último trabajo ya citado, el set-list de los murcianos se basó en los discos “Usar y tirar” y “Sopa fría”, evidenciando de paso que “Defectos personales” fue un resbalón en toda regla. Por lo demás poco que añadir, excepto que Carlos Tarque está en plena forma, forzando su garganta hasta el límite y que la banda parece tocar de memoria sin apenas esfuerzo, logrando un sonido compacto y ensayado como pocos aunque sin capacidad para la sorpresa. Y es que a veces el exceso de celo profesional mata la belleza de lo espontáneo.
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