La densa atmósfera de la segunda noche del ciclo TerraCea en Nigrán, nos invitaba a viajar y a explorar lo insólito. Y justamente en eso se convirtió el maravilloso concierto de Santi Balmes, Julián Saldarriaga y Dani Ferrer, en un viaje insólito a través de las canciones de Love of Lesbian en formato trío acústico. Carne, hueso y sangre de toda su carrera. Formato y repertorio de lujo para saborear desde la silla.
Con los primeros acordes de “Música de ascensores”, aquella canción de “Maniobras de escapismo”, comenzaba la velada. Santi y Julián empezaron a sacudir sus respectivas Alhambra española y Gibson acústica, hasta que arrancó con fuerza la voz de Balmes desde aquel “plano fijo en claroscuro” hasta “quizás no habrá final”, mientras el piano de Dani Ferrer aderezaba con melodías una noche que prometía magia.
“Os tendríais que ver desde aquí arriba lo friki que es todo esto, todos con mascarillas ahí abajo y nosotros sin saber si estáis cantando o bostezando”. Así presentaba Santi Balmes con tono socarrón “La niña imantada”, adquiriendo otra textura más cruda y sin arreglos orquestales, dejando la virtud de lo acústico en plena comunión con un público entusiasmado que empezó a corear y a dar palmas en “Domingo Astromántico”. A continuación, retomaron “Cuestiones de familia”, aquella balada pop de su disco “1999”. Y después de bromear sobre tocar este repertorio de baladas y medios tempos en un macro-festival tipo Low o MadCool, siguieron con “Si salimos de esta”, volviendo a encender el karaoke escondido de las mascarillas de un público que volvía a dar palmas, acompañando los acordes de Julián, una canción dedicada a todos los que han sufrido el maldito azote del Covid19. Justo después, dos de los acordes más utilizados de la historia del pop, La menor y Fa Mayor, fueron encendiendo lentamente el recuerdo de “1999”, aquella canción que marcó un antes y un después en el timón de Love of Lesbian. La crudeza de los acordes de Julián y la melodía de piano de Dani Ferrer acompañaban la voz de Balmes que ayudada por un público nasal (mascarilla mediante) estallaban en el estribillo. Para acabar haciendo un guiño a “Porque te vas”, aquel clásico de Perales escrita para Jeanette y convertida en Patrimonio Nacional del Pop Español desde mediados de los setenta.
Después llegaron “Las malas lenguas” y “Me llaman Octubre” con ese aroma de balada mediterránea de ida y vuelta. En el ecuador del concierto sonó “Males pasajeros” y un speech en el que Balmes hizo un “spoiler egocéntrico”, como él mismo lo definió, para hablar del nuevo discazo que acababan de grabar y que más pronto que tarde, verá la luz. También comentó que acababan de escuchar las maquetas del próximo disco de Iván Ferreiro (allí presente) asegurando que eran oro puro.
Continuaron interpretando “Un día en el parque”, esa delicada pieza folk de “Cuentos chinos para niños del Japón”. Y después de invocar al presidente Feijoó para que dejara de llover, siguieron con “Incendios de nieve”, “Belice” y, para cerrar este maravilloso set acústico, apareció “Me Amo”, “Me piace andare piano, piano como Adriano Celentano.” Esta oda convertida en cabaret, con aires mediterráneos y acordes saltarines nos postraba en el diván, mejor dicho, en las sillas húmedas por la lluvia que desde hacía un buen rato no paraba de caer. Auto-terapia “a feira” desde la simetría de Narciso.
La traca final llegó en forma de bises: “Club de fans de John Boy”, uno de sus mayores éxitos, reconvertido en un tango arrabalero a piano y voz que se convirtió en la brillante rareza de la noche. No había marcha atrás para un público absolutamente entregado. Llovía, mejor dicho, “levaba poallando toda a noite”, como dicen aquí en Galicia. Justo después volvió a salir Julián con su Gibson para arrancar con los acordes de “Lucha de Gigantes”, historia viva de nuestra cultura pop, maravillosa versión del clásico de Antonio Vega, desde el respeto absoluto a uno de nuestros mayores compositores. Y como no podía ser de otra manera, el broche final a esta noche mágica fue “Allí donde solíamos gritar”, esa canción de amor-ficción convertida en clásico de la banda, con la que empezaba su disco “1999” mientras se abrían las puertas del Olimpo del pop español.
Un concierto tan insólito como especial, que se convirtió en un verso de Safo de Lesbos, tatuado en la noche en la que tuvimos la suerte de descubrir el cuerpo desnudo de las canciones de Love of Lesbian.
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