Existen dos FIZ (Festival Independiente de Zaragoza): el que duró hasta 2011 y que apostaba por bandas emergentes españolas y artistas extranjeros que bien contaban con reconocimiento mundial o significaban propuestas arriesgadas y diferentes, muy difíciles de poder ver en Zaragoza; luego está el posterior, el que está contratando a los máximos exponentes del (mal llamado) indie español y figuras internacionales no tan relevantes como las de antaño, pero que dan cierro pedigrí por eso de ser de fuera. Por supuesto, el público ya no es el mismo tampoco, ni sus motivaciones, por lo que seguir echando de menos los viejos carteles ya se antoja vacío e inútil.El festival funciona mejor que nunca y las entradas vuelan. Sin embargo, existe una banda que ha triunfado en ambas facetas del FIZ. Hablamos, por supuesto, de Love Of Lesbian. Imbatibles e infalibles, son un valor seguro y han sabido ganarse el corazón de dos generaciones.
Santi Balmes y los suyos eran la gran baza del evento y las miles de personas que abarrotaron la Sala Multiusos lo atestiguan. Love Of Lesbian se propusieron hace años crear su propio universo musical, con cuentos tan tiernos como crueles y melodías pop que evitan el conformismo. Lo consiguieron, y allí que han quedado a vivir, tan a gusto. “El poeta Halley” es su última obra pero sus temas son ya recibidos con entusiasmo. Igual da que empiecen con “Cuando no me ves” y “Bajo el volcán”, son igual de bien recibidas como “Los seres únicos” o “Allí dónde salíamos gritar”. Tienen tan bien aprendida la lección que saben ofrecer conciertos casi sin altibajos, a pesar de sacrificar las exquisiteces de sus primeros tiempos. Pero es que a ver quién es capaz de resistirse a las pletóricas “Club de fans de John Boy” e “incendios de nieve”.
Pero como manda una inexplicable ley del FIZ, tenían que abrir la noche una banda de la ciudad (nunca se arriesga a dar mayor protagonismo…) y en esta edición Calavera fueron los escogidos. Ya acostumbrados a actuar tanto en pequeños recintos como en grandes arenas (ya telonearon el año pasado a Vetusta Morla), no tienen miedo a apostar cada vez más a la recreación de atmósferas y a escapar de los planteamientos del rock indie más trillados. Ya son tan certeros tanto en temas que ya son clásicos en su repertorio (“Escalador”) como en las nuevas composiciones. La oportunidad de contar con un público atento y no masivo les ayudó a desplegar el mejor sonido de la noche, sin estridencias.
Porque por si algo también destacó el FIZ 2016 fue por el atronador volumen que tuvimos que resistir en algunas de las actuaciones. A Belako no les sentó tan mal en el fondo. El cuarteto es mucho más agresivo, sucio e interesante en directo, y esa fue su apuesta desde el principio. Mucho mas punk que pop. Sin dar respiro dispararon lo mejor de sus dos discos, logrando grandes momentos como los vividos con “Sea of confusión” y “Track sei”.
Carlos Sadness también recurrió a un volumen atronador, pero es inevitable pensar que en muchas ocasiones lo hizo para ocultar sus carencias en la voz y en composiciones menos inspiradas (su colaboración con Santi Balmes en “No vuelvas a Japón fue el mejor ejemplo: sonido plano y machacón). Salvó el concierto porque Sadness es un experto en melodías juguetonas y pegadizas que sus fans reciben con los brazos abiertos (“Bikini”, Qué electricidad”).
Mejor manejó su actuación Xoel López, con una carrera que vive una segunda juventud tras su reinvención en casi un cantautor. Supo aprovechar la belleza y delicadeza de “Tierra”, “Todo lo que merezcas” y “Hombre de ninguna parte” pero no dudó en sacar garra y músculo (y recuperar a Deluxe) con “Que no”. En constante crecimiento, aún le quedan muchas alegrías que dar.
Para los más trasnochadores aún les quedaba el rock vigoroso de The Strypes, la infalible fiesta de We Are Standard y la nu-rave de Digitalism; otros nos despedimos hasta el año que viene, a ver con qué FIZ nos encontramos.
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