Con todas las entradas agotadas desde semanas atrás, Los Zigarros regresaron a Gasteiz en el marco de su gira de presentación de su cuarto trabajo de estudio, "Acantilados" (Cultura Rock Records, 2023) que vio la luz hace apenas tres meses y que es realmente su quinto álbum ya que viene precedido de un exitoso doble en directo. Y como suele ocurrir en muchas ocasiones, después de un álbum en directo llega un trabajo que si bien no se puede considerar un giro en su estilo, sí podemos hablar de una evolución tanto en sonido como en composición. Como no podía ser de otra forma "Acantilados" es la base en la que se apoya el repertorio de esta noche. Excepto dos, tocarán el resto de temas este disco.
Pasados diez minutos de la hora prevista de comienzo (21:30 h.) Los Zigarros hacen rugir los primeros acordes de Rock rápido, esa especie de autobiografía cantada de quizás Ovidi Tormo, o no… qué más da, esto es el Circo del Rock’n’Roll y todo puede valer. El sonido todavía no es bueno pero cuando suena el segundo tema, el extraordinario medio tiempo de "No pain no gain", voces y guitarras suenan perfectamente empastadas. La mejoría es manifiesta. Bravo por los técnicos, esenciales para que, a partir de este momento, el sonido sea excelente y el concierto se convierta en una fiesta. Una brevísima pausa para que Álvaro Tormo se enfunde una guitarra de doble mástil para interpretar la magnífica "Aullando en el Desierto", sin duda una de las mejores composiciones de "Acantilados", que acertadamente alargan en un crescendo con tintes sicodélicos que desemboca en el estribillo final y que mete al público en su bolsillo, si es que no ya no lo estaban.
Un público con una media de edad, digamos, avanzada, ejem… algo ya muy habitual en los conciertos de rock, aunque eso es tema para otro debate. No nos desviemos. Ya son tres temas del trabajo que están presentando y llega el momento para uno de los “clásicos”: "Hablar, Hablar, Hablar…" que evidentemente se ha convertido ya en un himno. Y como tal el público lo canta obediente bajo las directrices de Ovidi. Más cambios de guitarra mientras continuamos con la dosis de rock'n'roll, presentando tres temas adicionales: Cayendo por el agujero en el que si bien echamos en falta la armónica de Ángel Vera, lo vemos compensado por el brutal solo de guitarra de Álvaro Tormo, la divertida "Resaca" y sin pausa "Voy a bailar encima de ti" que suena acelerada y poderosa. Estamos sin duda al momento más álgido de la noche. Con "Solo Un Movimento", quizás la composición más pop de los valencianos, llegamos a la primera pausa de la noche y Ovidi se coloca frente al teclado para ejecutar la semi-balada "Barcelona", mientras el resto de la banda le brinda su acompañamiento y el público entona los “nanananas” correspondientes.
Por Fin con Ovidi sin levantarse del piano eléctrico, rock setentero con tintes pop. La batería de Adrian Ribes y el bajo Nacho Tamarit introducen la excesivamente? pegadiza "100.000 Bolas de Cristal" pero muy bailada por la audiencia, todo hay que decirlo. Los toques funk de "No se lo que me pasa" sirven para la presentación no solo de la banda, si no también de técnicos, pipas, encargados del “merchan” que todos suman en un bolo y donde cada miembro de Los Zigarros (exceptuando la batera) hace un pequeño solo donde destaca la improvisación a las cuatro cuerdas de Tamarit. De aquí en adelante, no habrá tregua hasta el final. Suena "Disparame", un fijo en sus conciertos y en mi opinión lo mejor de toda la noche. Están cómodos, se nota el disfrute al tocarla y suena potente como pocas, al igual que "A todo que si" a la que en directo le dan una potencia extra. La mano de Leiva en la producción de este último disco se nota especialmente en "Cómo quisiera" de nuevo con teclado. Sigue el baile de guitarras por el escenario y en "Desde que ya no eres mía" Álvaro Tormo exhibe su habilidad con el trémolo y el slide. "Tenía que probar" es especialmente coreada por la gente que abarrota la Jimmy Jazz y con un final apabullante que empalman con el tema que da título a su último álbum y que después de casi una hora y media de concierto da final a su actuación, por supuesto, antes de los consabidos bises.
Tras un breve descanso, Ovidi Tormo regresa al piano eléctrico para una emotiva interpretación en solitario de "El monstruo". Piano y voz. Entonces llega la hora de tomar partido: comienza la acalorada discusión entre los que se han pasado todo el bolo hablando y cuando suena un estribillo conocido lo cantan a viva voz (que se vea que se lo saben), y los que quieren disfrutar de un momento especial del concierto al que hay que prestar atención y respeto al artista. El que suscribe lo tiene claro, sin más. La banda entera vuelve a ocupar el escenario para acabar el que será un largo bis, no sin antes brindar con unos txupitos. "Apaga la radio" y ese tema que bien podrían haber firmado los mismísimos hermanos Young, "Malas decisiones", vuelven a encender al público. El rock “espídico” "Dentro de la ley" con solos de guitarra y piano y la ya clásica "¿Qué demonios hago yo aquí?", habitual para cerrar sus conciertos, dan por finalizada casi dos horas de una experiencia musical que fusiona la esencia del rock clásico con el alma del blues y la intensidad del rock duro.
Los Zigarros son una banda compuesta por músicos talentosos donde las guitarras son protagonistas indiscutibles, guitarras que en cada acorde recuerdan la rica herencia del rock. Banda que sabe ser hilo conductor para poner orden al rompecabezas musical que son los diferentes estilos del rock’n’roll.
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